La vivienda que hace el hornero está considerada como una de las más completas y características del reino animal
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El hornero es un ave típica de nuestro país conocida por el particular nido de barro que construye. Se lo encuentra además de la Argentina (habita en Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones), en Bolivia, Paraguay, Uruguay y en el sur de Brasil. Su nombre deriva de que su nido de paja y barro parece un horno de barro.
Es de tamaño chico/mediano, de unos 15 a 20 centímetros de alto, color amarronado con el pecho más claro y cola rojiza. De vuelo corto, es monógamo (vive en pareja toda su vida) y territorial. Se reproduce en su área de residencia, no es de hábitos migratorios y su radio de vuelo es corto. Su hábitat es una variedad de geografías generalmente planas: campos, llanuras, pastizales, áreas suburbanas. Se alimenta de insectos y su dieta se compone de grillos, gusanos, larvas, escarabajos, hormigas, lombrices, arañas, y ocasionalmente come semillas y vegetales.
Convive fácilmente con el hombre ya que suele ubicar su nido (además de árboles) en construcciones rurales, postes, techos, aleros, cornisas, molinos, etc. todos lugares generalmente altos desde donde puede controlar el territorio y evitar depredadores como zorros, felinos o comadrejas, entre otros.
Su vivienda está considerada como uno de los nidos más completos y característicos de las aves del reino animal, llegando a ser un verdadero símbolo del campo argentino. Después de las lluvias, el hornero aprovecha para salir a trabajar el barro fresco con sus patas y su pico.
El nido es tridimensional, de material estable, tiene techo, piso y paredes. Se diferencia de los de otras aves (en la Argentina) que son una cama de ramas y palos en el piso o en un árbol (garza, águila, tero, cóndor, ñandú, chajá, paloma) cuevas (lechuza) rincones elevados (búho) o un tronco de árbol ahuecado (pájaro carpintero). Las cotorras y otras aves son de los pocos animales que también hacen nidos integrales, pero no tan complejos.
Este domo o semiesfera de barro endurecido y secado al sol y viento pesa aproximadamente cinco kilogramos, es impermeable, con la entrada al frente, del lado izquierdo o derecho. Tiene dos compartimientos interiores (entrada y cámara de incubación) y el ingreso es protegido, ya casi siempre mira hacia el norte para tomar los vientos más cálidos. Para entrar al nido hay que hacer un pequeño rodeo hasta la cámara (como si fuera un caracol) que lo hace más resguardado de las inclemencias del tiempo. Se estima que tardan entre 10 y 15 días en construirlo, dependiendo de las lluvias o fuente de agua cercana y de la disposición de paja, fibras vegetales y ramas. Siempre lo hacen en pareja. Las hembras Ponen de tres a cuatro huevos, usando el nido un año y luego cambian de hábitat y construyen otro nuevo. El nido abandonado suele ser reutilizado por otras aves (benteveos, golondrinas, gorriones y tordos, entre otras).
Está presente en el folklore local a través de leyendas, poemas (poesía “El hornero” de Leopoldo Lugones) coplas y tradiciones.
En 1928 El hornero fue declarado Ave Nacional Argentina, elegido mediante encuesta popular entre chicos de escuelas primarias de todo el país. Se lo reprodujo en la moneda de medio centavo de austral en 1985 y desde el año 2017 en el billete de mil pesos vigente. Con su ejemplo de “albañil de la naturaleza”, ha inspirado el nombre de la Asociación civil “El hornero”, un equipo de apoyo a los grupos de auto-constructores de viviendas de escasos recursos, liderado desde hace 30 años por el arquitecto Jaime Nisnovich.
Hay una canción infantil que reproduce fielmente las características de este noble “constructor”:
Chapalea en el barro,
Parece que zapatea un malambo,
Malambo del hornerito que amasa,
La tierra para su casa…
Me gustaría, poder un día,
Hacer mi casa poniendo tanta alegría……
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