En los noventa, cincuenta pequeños yerbateros de Misiones armaron una cooperativa para defender el valor de su producto. Se convirtieron en industriales con marca propia
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POSADAS, Misiones. A fines de los noventa, mientras atravesaban una de las peores crisis que sufrieron los pequeños productores yerbateros de Misiones, unas cincuenta familias de la pequeña localidad de Campo Ramón -da 120 kilómetros de la capital de esta provincia- se juntaron para unir esfuerzos y formar una cooperativa.
En su mayoría eran pequeños colonos (como se denomina en Misiones a los propietarios de chacras de entre 25 y 40 hectáreas) que vendían la hoja verde de sus yerbales a grandes empresas que les pagaban poco. No tenían prácticamente nada, salvo la necesidad de intentar algo distinto y, sobre todo, darse un poco de ánimo entre todos. La suerte cambió y con ella la facturación.
Las penurias de los pequeños productores yerbateros -se calcula que son unos 8000 en Misiones- eran tales que en el 2001 se subieron a los tractores destartalados y marcharon en caravana a Posadas dando lugar a una protesta histórica que dio nacimiento al Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), el organismo que busca poner equilibrio entre los actores de la cadena yerbatera.
Recientemente, a 25 años de ese primer encuentro, los socios de la Cooperativa El Colono se convirtieron oficialmente en industriales yerbateros al inaugurar su propio molino, que se suma al secadero que ya tenían desde hace 10 años, junto con su depósito y lo más importante: una marca propia que crece.
Se trata de “Grapa Milenaria”, que sacó chapa de yerba orgánica y tiene clientes en Buenos Aires, Córdoba, Mar del Plata y La Plata. El nombre se lo debe a un árbol característico de Campo Ramón, de gran altura. La marca tuvo buena estrella desde el arranque e incluso ya lograron hacer una exportación a Francia.
“Lo que intentamos cuando nos juntamos es hacer toda la cadena productiva, integrarnos, y de esa forma agregar valor, que nuestra yerba mate valga más, generando la posibilidad de que nuestras familias se arraiguen en Campo Ramón y no tengan que irse a otros lugares en busca de trabajo”, explicó a LA NACION Carlos Biechteler, titular de la Cooperativa El Colono.
Un largo camino
Pero el camino no fue nada fácil para El Colono. Durante los primeros años no podían hacer mucho, abrumados por los trámites burocráticos que requiere tener los papeles al día, intentando conseguir una ayuda que les permitiera ponerse de pie.
Así es cómo la cooperativa estaba por desaparecer en sus comienzos, con balances sin presentar, hasta que Biechteler -de 53 años- decidió tomar la posta que le dejó su padre.
Un día fue a visitar a su primo de la localidad de 2 de Mayo, Héctor Dingler, que es titular de la cooperativa yerbatera Indumar y este le mostró el camino para acceder a un crédito blando que daba el Ministerio del Agro de Misiones.
El dato es importante porque permite demostrar que, cuando un grupo de productores con vocación de progresar acceden al capital de trabajo, consiguen progresar a pesar de que la Argentina es un país con tantas crisis y tantas circunstancias en contra para un pyme como El Colono.
Así fue como en 2005 vino el primer envión importante y con ese crédito instalaron un secadero para elaborar su propia yerba canchada, esa que tiene molienda gruesa y luego se estaciona alrededor de 12 meses para la molienda final y el envasado.
“Uno de los socios aportó su galpón y ahí estacionábamos la primera yerba canchada”, resaltó Biechteler.
Al principio le vendían la canchada a la firma Rosamonte hasta que lanzaron “Grapia Milenaria”. No tenían ni idea como venderla, pero confiaron en que su producto iba a encontrar consumidores.
“Como no teníamos molino, llevábamos la yerba canchada a una empresa que nos hacía el servicio tercerizado de molienda y otra vez la traíamos para envasarla casi a mano, nos generaba mucho costo esa logística”, explicó Biechteler. Ahora con el molino no tendrán que trasladar más su materia prima.
Las modernas máquinas envasadoras, totalmente automatizadas, empaquetan la yerba y la cierran. En cambio, en El Colono hacen la terminación del paquete a mano: “Nos dimos cuenta que también así generamos más trabajo para el pueblo”.
Buscando góndolas
Una vez que tuvieron los paquetes de yerba mate propia hicieron lo que hacen casi todos los pequeños yerbateros. Se fueron lejos de Misiones y Corrientes, buscando un mercado que no estuviera tan copado por las grandes marcas, donde es más difícil entrar.
“Fuimos a Buenos Aires, nos dieron un espacio para productos regionales en el Mercado Central. Cada viernes cargábamos la yerba mate en el auto y hacíamos los 1200 kilómetros para llegar temprano el sábado y vender, nos fue bien casi de inmediato, se valoró el producto orgánico y el esfuerzo del trabajo cooperativo”, señaló Biechteler.
Así fueron conociendo gente que les abrió puertas para distribuir en Córdoba, primero, y luego en La Plata, Mar del Plata y otros centros urbanos de mediano tamaño donde pudieron hacer pie, apuntalados por la buena calidad del producto.
Pocas industrias de consumo masivo son tan competitivas como la yerbatera, donde el espacio en góndola se pelea a palmo y en general está tomado por las grandes marcas. Pero siempre se puede crecer gracias a la calidad.
A diferencia del vino, donde a mayor calidad, mayor precio, en la industria yerbatera los precios son más o menos similares y no pocas veces, el consumidor deja una marca y se pasa a otra porque le tocó un paquete con sabor distinto o calidad fluctuante.
Así fue que “Grapia Milenaria” siguió creciendo y la semana pasada, los colonos de Campo Ramón finalmente se convirtieron en industriales yerbateros al inaugurar un molino propio donde realizan todo el proceso hasta el envasado final.
“También en el medio dejamos el depósito y construimos el depósito propio, con mejores condiciones para el estacionamiento”, señaló Biechteler.
La Cooperativa El Colono hoy está vendiendo entre 15.000 y 20.000 kilos de yerba mate “Grapia Milenaria” al mes. Y consiguieron darle valor agregado a la materia prima que elaboran en sus chacras, sin necesidad de malvender la hoja verde.
Las cooperativas yerbateras
En la provincia de Misiones y Corrientes, las cooperativas yerbateras están en auge desde hace algunos años. La Cooperativa Liebig, con su marca Playadito, es la número 2 del mercado, dueña de la marca más vendida y de un crecimiento extraordinario en la última década.
Al menos cuatro firmas de las 15 más grandes son cooperativas: Piporé, Aguantadora (Cooperativa de Montecarlo) y Andresito.
El modelo cooperativo permite que las industrias yerbateras puedan recibir la materia prima y financiarse con la entrega de hoja verde de los socios. Estos aceptan cobrar sólo una parte de lo que venden y pueden esperar a que la empresa complete el giro comercial (secado, estacionado, molienda, envasado y venta).
Este autofinanciamiento es vital en un negocio con mucho capital parado como el de la yerba mate, que requiere comprar, secar y estacionar miles de kilos. Dinero que permanece parado sin rendimiento.
Esta nota se publicó originalmente el 17 de febrero de 2022
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