En medio de las contingencias climáticas, políticas intervencionistas y mayores costos, el total de establecimientos cayó de 10.197 a 9735
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Luego de la feroz sequía que atravesó el sector agropecuario y la actividad lechera en particular, de los 10.197 tambos que había en marzo de 2023 para el mismo mes de este año solo quedaban 9735, un 4,5% menos. Este número es el más bajo desde el registro de 2002, cuando había unos 15.000 establecimientos. El dato lo reflejó en su último informe el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA).
Según se explicó, la falta de precipitaciones en diferentes regiones, sumado a la desfavorable situación económica (inflación-devaluación) y a los problemas financieros generados por la necesidad de comprar alimento para el rodeo fuera de los establecimientos por encima de lo normal, muchos tambos cerraron, y ello generó una tasa de éxodo muy por encima de la tendencia habitual.
Ese mismo derrotero lo tuvieron las vacas, que de las 1.588.902 cabezas que había en los rodeos, en la actualidad solo hay 1.486.248, un 6,5% menos. Según el reporte, en medio de una “baja producción de alimentos en cantidad y calidad, los efectos económicos y financieros que coincidieron con un valor razonable para la venta de vacas,” se comercializaron justamente vacas “muy por encima del descarte normal, produciendo una tasa de caída del 6,5% en el rodeo total de los tambos”.
En un análisis global, Jorge Giraudo, director del OCLA, consideró que la lechería mundial tiene un proceso histórico de concentración en unidades productivas de mayor tamaño, donde cada vez hay menor establecimientos, menos cantidad de vacas, pero se trata de maximizar la producción por vaca, lo cual es lo que sostiene en definitiva la producción total.
Según explicó, la Argentina tiene una tasa de más o menos el 1,5% anual de cese de tambos, pero en el último año hubo un “cierre extraordinario producto, sobre todo, de la sequía que hizo que mucha gente que no podía disponer de alimentos saliera a comprar y tampoco le alcanzó”.
“Hubo también un problema de relaciones de precios y costos, con retraso cambiario, presencia de derechos de exportación (DEX), control de precios en el mercado interno; todos factores que tiraban el precio para abajo y los costos que habían subido muy por encima, debido a la alta inflación”, expresó a LA NACION.
Según destacó, la estructura de tambos en la Argentina es muy dispar, donde solo entre el 10 y 15% tienen una organización productiva muy desarrollada con incorporación de mucha tecnología de insumos y de procesos.
“Esos tambos aportan más del 50% de la leche y se va netamente hacia un proceso de mayor concentración. Lógicamente, quienes van a ir cesando en la actividad son aquellos tambos más chicos, de menor escala productiva, de menor productividad, de menor eficiencia, sumado a que hay una ausencia total de financiamiento para poder adquirir esas tecnologías de insumos, hacer galpones, poner ventiladores, aspersores en el verano para mitigar los efectos del estrés térmico, comprar maquinaria y demás”, describió.
Para Giraudo, esto hace que sea muy difícil que los tambos de menor envergadura puedan continuar en una fuerte competencia por el uso de la tierra entre la agricultura y el tambo que hace que los alquileres que se pagan sean muy altos.
“El 50% de la superficie destinada a la producción de leche está sobre campo alquilado, con lo cual ahí se compite mano a mano con la agricultura. Este es un factor que, si no se le saca la máxima productividad, esos alquileres tienen un peso muy fuerte en los costos de producción”, indicó.
En este contexto, Guillermina Mas, presidente de la Cámara de Productores de Leche del Oeste bonaerense (Caprolecoba) recordó la baja productiva del 15% en el primer trimestre del año versus el mismo periodo de 2023 que, si se la mira a tambo constante, es de un 10%.
“En números, esta situación se manifestó en un valor neto negativo de US$500 millones en la cadena láctea, y toda esa destrucción de valor quedó concentrada en la producción primaria. Esto llevó a más productores a decidir salir del negocio o financiarse a través de incrementar la venta de vacas a mercado”, indicó.
Para la tambera Andrea Passerini, la catástrofe que está sucediendo en el eslabón primario entre los que ordeñan leche en la Argentina fue “crónica de una muerte anunciada” que comenzó en septiembre del 2022 con el dólar soja 1, del exministro de Economía Sergio Massa.
“Fue una calamidad, una sangría de vacas enorme porque, en la carrera lastimosa por la supervivencia, los tambos empezaron a malvender sus vacas en ordeñe y algunos cerraron. Y todo ese rejunte de catástrofes superpuestas de macroeconomía, clima, intervención y distorsión de los mercados que son los que definen el precio de la alimentación de nuestros rodeos, está el desastre estructural que se produce adentro de la cadena agroindustrial láctea en virtud de cómo nos obligan a transaccionar la leche a los que ordeñamos las vacas todos los días, nos obligan a vender de palabras sin precio cierto: es un abuso de posición dominante”, enfatizó.
Vale recordar que, para intentar amortiguar el efecto de mayores costos por el dólar soja, el gobierno anterior puso en marcha un sistema de compensaciones que, no obstante, para los tamberos no fue suficiente.
Para Mas, es importante mirar esa tasa de disminución, tanto de unidades productivas, como de vacas, donde en los últimos años, la Argentina tuvo una tasa del orden del 1,5% aproximadamente de cierre de tambos: la media mundial es del 4,5%. Coincidió que es un fenómeno generalizado vinculado a una tendencia en la concentración de la producción (menos tambos cada vez más grandes): “Pero sin dudas, está claro que en la Argentina vivimos una situación extraordinaria (clima y economía) que impulsó a más productores a decidir salir del negocio y/o achicar sus rodeos”.
Para la directiva, el precio es una señal clave y de alto impacto con el que los productores toman decisiones: “Lo fuimos viendo durante el año pasado, más pronunciado durante el segundo semestre, con la mayor venta de animales a mercado. Para lograr mejorar el valor de la cadena, ergo los precios al productor, era súper necesario salir de la brecha cambiaria, así como de la vigencia de los DEX a los lácteos y los controles de precios en el mercado interno. El cambio de régimen económico sirvió para que las exportaciones puedan traccionar una importantísima mejora del precio a tranquera de tambo, precio que comenzó a recuperarse desde noviembre del año pasado y fuertemente desde diciembre”.
“La mejora del precio está siendo rápida, las relaciones de precios hoy están muy bien, pero aún así todavía no llegamos al precio de equilibrio para el promedio del sistema: en marzo el precio de Siglea [un relevamiento oficial entre industrias] fue de $332,9 y el costo de producción $309. El precio de equilibrio (costo de producción + costo de oportunidad al capital 5%) debería ser de $352. Desde la producción primaria necesitamos llegar en promedio a ese precio de equilibrio, para que sea negocio permanecer y realizar las inversiones”, añadió.
Con una mirada a largo plazo, el directivo del OCLA indicó que la lechería argentina tiene todas las posibilidades para ser una gran lechería si se mejoran las variables macroeconómicas, sobre todo lo referente a mayor infraestructura (caminos rurales, canales, electrificación) que haga más digna la vida en el medio rural, como también un financiamiento que permita acceder a esos bienes de capital que hacen al crecimiento tecnológico y, a su vez, una economía estable y en la cual el precio que recibe el productor y la industria también les llegue directamente.
“Porque hoy generan valor, pero mucho de ese valor se va quedando en el camino producto de que el 40% tiene incidencia impositiva, mucha burocracia, mucho costo de transporte y de distribución que hacen que el valor que genera la cadena se pierda en el camino, como le ocurre a la mayoría de las cadenas”, finalizó.
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