Carlos "Chingolo" Casalla nació en mayo de 1926 en el porteñísimo barrio del Abasto y se crió en La Pampa, en pleno campo. Murió en Bariloche, en los primeros días de abril de 2017. Historietista dueño de un trazo muy personal y significativo, también fue percusionista y fanático del jazz. En la década del 40 fundó la banda de jazz Bop Club Argentino, pasión que le duró toda la vida.
La creatividad infinita de su arte le permitió crear importantísimos personajes que testimonian la edad de oro de la historieta nacional, entre otros: "Cabo Savino"; "El cosaco"; "Capitán Camacho"; "Alamo Jim"; "Larsen"; "Chaco"; "Ronstandt"; "Finch"; "Largo Nolan" y "Memorias de un porteño viejo". De todos estos destaca el mítico cabo, dibujado por Casalla durante más de cuarenta años. El personaje relata las vicisitudes de un milico de frontera durante la década de 1860-70. Poseedor de un trazo vigoroso y único, trascendió "la gauchesca" y se atrevió con temas como la Alaska de principios de siglo o la Guerra de Crimea. En su última etapa en la editorial Columba publicó "Rodrigo", un argentino que por circunstancias personales le tocó vivir la Guerra Civil Española (1936- 1939).
Tuve el privilegio de conocerlo en la primavera de 2016. Me invitó a Bariloche, donde residía con su mujer, Carlota, a que presentara mi último libro La letra del malón. Conocí entonces al hombre que anidaba detrás de tan prolífica obra y debo decir que descubrí un ser humano de calidad excepcional, cálido, emotivo y con un franco sentido del humor. Me recibió con una sonrisa franca de paisano viejo que asomaba por debajo de una boina de vasco negra. Entrar en su taller y ver enmarcados sus dibujos fue volver a la adolescencia cuando allá en el campo, devoraba con fruición sus emblemáticos personajes. Ejercicio que era también toda una lección de historia y todo un aprendizaje de vida.
Fue declarado Ciudadano Ilustre de Bariloche y Premio Sarmiento por el Honorable Senado de la Nación. Homenajes que saben a poco para toda una vida dedicada al rescate de nuestra historia y de nuestros personajes más vernáculos, "Chingolo" y su arte inolvidable merecen la concreción de un museo que cobije los originales de más de setenta años de trabajo.
Estas sencillas palabras en modo alguno empardan la emocionada despedida que le dedicó con su inigualable pluma quien fue durante años guionista del mítico "Cabo Savino", me refiero al también gran creador de personajes, Jorge Claudio Morhaín:
"Te fuiste, bebedor de lejanías, arriero de los sueños, jinete indomable del mejor flete: el que vos mismo te dibujaste. Habrás sabido, últimamente, que sos un puntal de fierro en este género precioso, la historieta, que sos un hito ineludible del arte nacional, que sos pájaro, viento, estrella. Chau, hemano del ama."
Por eso, amigo lector, cuando en el futuro descubras en el contorno de alguna nube del cielo de la llanura la silueta de algún buen pingo al galopito nomás, o alguna hirsuta cabeza de indio pampa, o aquel perfil inolvidable del milico fortinero más famoso de la historieta argentina, será que "Chingolo" Casalla andará sencillamente, despuntando el vicio.
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