En Maizar se observó un fuerte interés de productores y técnicos sobre el manejo de este insecto; los puntos sobresalientes, según los expertos, para la próxima campaña
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Cada vez que los disertantes del Congreso Maizar 2024 mostraban en las pantallas las opciones de los principales defensivos químicos, los híbridos más resistentes o las posibles medidas para atenuar los efectos de la chicharrita, la sala se llenaba de celulares apuntando hacia esas pantallas. Tras una última campaña diezmada por la incertidumbre ante el crecimiento de la plaga y su llegada a zonas donde nunca había estado, causando desastres en la producción, quedó claro que todos buscaban una respuesta para enfrentar la próxima siembra del cultivo. La plaga y la enfermedad generada, spiroplasma, es la más importante desde el Mal de Río IV en 1997.
Durante la conferencia titulada “Spiroplasma: armonizando estrategias institucionales”, donde participaron entidades como el INTA, Senasa y el Inase, se discutieron los enfoques para combatir la enfermedad y se plantearon algunas posibles respuestas.
Pablo Cortese, presidente del Senasa, detalló que se estima que, al 22 del actual, los daños alcanzan el 10 a 15% de pérdida promedio a nivel nacional sobre la cosecha del cereal, que estaba prevista en 56 millones de toneladas. Los maíces más tardíos fueron los más dañados, mientras que los tropicales tuvieron un mejor comportamiento respecto a los de las regiones más templadas.
Según indicó, el Senasa hizo una inscripción de emergencia de fitosanitarios para el manejo de la plaga con el fin de acelerar el proceso. “Brasil tenía 50 formulados y nosotros no teníamos ninguno. Hoy ya tenemos cerca de siete formulados. Esto permite tener una herramienta más que no es la solución completa, pero nos da una estrategia adicional”, dijo. Se trata de productos de aplicación foliar o de curasemillas pertenecientes a Syngenta, Corteva, Bayer y Sumitomo.
Recordó que el Gobierno formó un Comité de Crisis en colaboración con las entidades agropecuarias, una mesa técnica para coordinar acciones conjuntas con diversas organizaciones de profesionales y técnicos y se puso en marcha un acuerdo con el INTA y el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) para hacer seguimiento del clima, entre otros aspectos.
María de la Paz Giménez Pecci, investigadora del INTA, aclaró que cuando se habla de la enfermedad del achaparramiento del maíz, esto puede ser causado no solo por la bacteria del spiroplasma, como se está dando mayormente en el país, sino también por el fitoplasma, el virus del rayado fino y el maize streak/mosaic virus.
Para empezar a entender cómo actuar frente a la enfermedad, dio algunos detalles sobre su vector, el Dalbulus maidis. Detalló que tiene una vida promedio de uno a tres meses. Es un insecto de zonas calientes, pero se puede adaptar al frío. En general, si hace frío, esto mata a la población, pero la hembra ovífera infectada vive más tiempo, puede estar entre tres y cinco meses, refugiada en un lugar donde no le afecte la helada.
La especialista dijo que los síntomas y las pérdidas no siempre son proporcionales. “En general, a más síntomas, mayor es la pérdida, pero los materiales más tolerantes soportan mejor el bloqueo del floema, por lo que pueden producir a pesar de tener la enfermedad. Así, ante los mismos síntomas, podemos tener menores pérdidas en los germoplasmas de mejor comportamiento”, expresó.
Indicó que esto depende de varios factores: el momento de la infección, el germoplasma, la presión de inóculo y el momento de la evaluación. “Si la chicharrita llega antes de V8, estamos en problemas; si llega después, dependerá de la temperatura, ya que a mayor temperatura, los patógenos se multiplican más”, comentó.
Teniendo en cuenta esto, brindó algunas estrategias de manejo. Entre ellas mencionó la importancia de hacer un vacío sanitario de 90 días mínimo sin maíz verde para no proveer hospedero al vector durante el invierno, la eliminación de plantas de maíz “guachas” y evitar cultivos anticipados al grueso de la siembra.
Además, resaltó la importancia de que no haya siembras escalonadas porque de esta forma, dijo, “le damos a la chicharrita el alimento necesario”. También remarcó la importancia de utilizar germoplasmas de buen comportamiento en resistencia y tolerancia y el control del insecto vector con curasemillas.
“Los estreses ambientales potencian la sintomatología y causan síntomas similares. Muy probablemente lo que vimos en esta campaña no es solo achaparramiento, sino también achaparramiento en un ambiente de estrés”, agregó. Relató que “el cultivo sano, bien nutrido y la buena calidad de semilla hace que la ventana de mayor susceptibilidad de la planta se achique”.
Augusto Casmuz, ingeniero de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres, contó que realizaron un proyecto de forma conjunta con CREA, el cual está próximo a cumplir un año. En este proyecto se llevó a cabo un seguimiento de la dinámica de la plaga en el norte y se evaluaron diversas estrategias de manejo. Explicó que en las pruebas de control químico realizadas en la última campaña no se halló ninguna solución contundente contra la plaga, aunque destacó que la situación mejora con poblaciones menores.
“En el mejor de los casos, logramos una eficacia del 50 al 60%. Pero esto también confirmó la importancia del manejo de la población, ya que se mejora un poco la capacidad de control cuando trabajamos con poblaciones bajas de vectores. Cuando hay más chicharritas por planta, es difícil lograr controles aceptables”, señaló.
El especialista resaltó que la base para el control de esta problemática es el manejo del vector. Por eso es tan importante reducir su población. En ese sentido hizo mucho énfasis en la importancia del monitoreo. “Es fundamental seguir de cerca su evolución”, declaró.
En relación al monitoreo, destacó la importancia de considerar el horario, ya que la actividad del insecto es menor en las primeras horas de la mañana y las últimas horas de la tarde. También subrayó la eficacia del monitoreo, indicando que por cada adulto detectado pueden haber tres que pasan desapercibidos, y por cada ninfa vista, siete pueden escapar a la detección.
“Esta plaga presenta una alta movilidad, lo que implica que todas las estrategias de manejo adoptadas deben ser incorporadas de manera regional. Aquí reside el mayor desafío para nuestro sector productivo: ponernos de acuerdo para implementar todas estas recomendaciones que permitirán que el país siga siendo un elemento clave en el eslabón productivo nacional”, concluyó.
En este marco se presentó la “Red Nacional de Monitoreo de la chicharrita del maíz, Dalbulus maidis”, que tiene como objetivo informar sobre la dinámica poblacional del insecto y su infectividad en las diferentes regiones productoras de maíz del país. Este proyecto, que se extenderá por tres años, abarcará las zonas del NOA, NEA, Centro, Núcleo y Litoral.
Entre las instituciones participantes se encuentran Aappce, Aapresid, Aacrea, Eeaoc y Maizar. La red está abierta a todos aquellos organismos o instituciones interesados en participar. Sus componentes incluyen 450 trampas centinelas distribuidas en las cinco regiones, 45 sitios representativos para analizar la infectividad (CSS) y la posibilidad de incorporar trampas voluntarias.
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