En Aapresid, Federico Vartorelli, de Bayer Crop Science, ofreció una detallada exposición sobre la situación actual y las estrategias para enfrentar esta amenaza al maíz
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La preocupación por la chicharrita continúa siendo un tema central para los productores de maíz de cara a la próxima siembra. Este interés se reflejó claramente esta mañana en el Congreso de Aapresid, donde la sala estuvo repleta de asistentes cuando Federico Vartorelli, de Bayer Crop Science, ofreció una detallada exposición sobre la situación actual y las estrategias para enfrentar esta enfermedad. El primer día de Aapresid hoy tuvo 7500 asistentes, según los organizadores.
Vartorelli, quien ha seguido de cerca spiroplasma, indicó que durante 11 años lideró un equipo de investigación en América Latina, seis de ellos desde Brasil. Recordó el primer impacto significativo de spiroplasma en Brasil en 2015, que describió como “un desafío inesperado en ese momento”. Destacó la importancia de trabajar en tres frentes: comprender la enfermedad, entender el ambiente y cómo este puede reducir su impacto. También el desarrollo de material resistente por parte de las compañías.
Al analizar las razones detrás del impacto de la enfermedad, Vartorelli explicó que la proximidad a focos de la enfermedad y las temperaturas mínimas más altas fueron factores clave. La prevalencia regional del spiroplasma en la campaña anterior fue excepcionalmente alta en la Argentina y en Brasil, con una probabilidad de aparición hasta 500 kilómetros desde los focos. Además, las temperaturas mínimas elevadas registradas entre 90 y 45 días antes de la siembra en la Argentina contribuyeron a la propagación.
“Entre la temperatura mínima y la prevalencia de la enfermedad, que se propaga desde el sur de Brasil, los modelos de simulación indicaban que en 2023-24, las condiciones estaban dadas desde la región templada hasta la región subtropical de la Argentina. Esto contrastó con los años anteriores, donde había una distinción clara entre el norte y el sur”, expresó.
Para enfrentar estos desafíos, las compañías están adoptando tres enfoques principales. Primero, desarrollan modelos de simulación para entender la dinámica y probabilidad de la enfermedad. Segundo, realizan análisis del impacto en el rendimiento, utilizando metaanálisis y modelos epidemiológicos para seleccionar genética que minimice la pérdida de rendimiento. “Estamos trabajando en entender la intensidad de la enfermedad y cómo una combinación de genética, prácticas agropecuarias y uso de químicos puede ofrecer soluciones”, comentó.
En tercer término también mencionó un aumento en el uso de insecticidas y la exploración de alternativas químicas en ensayos de investigación. “Es crucial que los productores y técnicos identifiquen el material que mejor se adapte a su región y que ofrezca mayor resistencia a la enfermedad”, recomendó.
Desde las compañías, dijo, el enfoque debe estar en la ciencia, tanto para continuar el estudio de la enfermedad como para desarrollar material genético resistente. En tanto, los productores tienen que centrarse en las prácticas agrícolas para minimizar el impacto de la enfermedad, ajustando fechas de siembra, concentración de siembra y manejo del maíz guacho, así como reducir los puentes verdes. También es esencial aplicar tecnología al cultivo para explorar su potencial productivo y aumentar su resiliencia.
Respecto a esto ultimo, Vartorelli explicó que este año se llevó a cabo un trabajo conjunto con Aapresid, Aacrea y varias universidades, incluyendo personal del INTA, para identificar los principales factores que modifican el sistema de cultivos en la Argentina. “Lo más destacado de este análisis es que las fuerzas macroeconómicas, las políticas impositivas y las retenciones son los principales factores que determinan qué tipo de cultivo se elige”, afirmó.
Señaló que el factor interno más significativo en la elección del sistema de producción es la relación entre los términos económicos y el retorno de la inversión. “Cuando el retorno a la inversión no es favorable, el cultivo tiende a ser marginalizado en el uso de tecnología. Esto tiene dos consecuencias: limita el potencial de rendimiento del cultivo y aumenta su susceptibilidad a condiciones y factores externos”, explicó.
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