
El investigador falleció el lunes pasado, en La Plata; es reconocido por su obra y también por su don de gente
Su amor por la tierra y la vida bonaerense, y argentina, como se manifiesta en cada rincón, fue el del viajero, el del lector e investigador, el del escritor y editor, y como consecuencia de todas esas pasiones, también el del coleccionista.
Lo cautivaban los orígenes de construcciones, pulperías, estancias, las historias de quienes las habitaron, sus costumbres y tradiciones, los enseres y utensilios, la olvidada labor de una misión jesuítica en plena pampa, las piezas arqueológicas que revelan secretos de otras eras en la vida de este suelo, las sequías y las inundaciones que lo asolaron.
Carlos Antonio Moncaut nació en una escuela rural bonaerense, el 8 de junio de 1927: la de la localidad Angel Etcheverry, partido de La Plata, donde se habían radicado su padre, Carlos, originario de "el Azul", y su madre, Flora Castrillón, quien era allí directora, maestra, portera.
Cursó el secundario en el Colegio Nacional "Rafael Hernández" platense, y durante esos años empezó a incursionar en tren hacia Coronel Brandsen: con un amigo, se bajaban en la estación Gómez y desde allí emprendían una larga caminata hacia parajes donde observaban pájaros, nidos y especies de la flora local.
Al mismo tiempo indagaba en archivos y bibliotecas. En 1957, buscando datos en la hemeroteca de la Universidad Nacional de La Plata, sobre la historia de un barquito que se adentró, hasta anclar, en la laguna de Chascomús, un proyecto que buscaba una ruta fluvial entre Buenos Aires y Dolores, no se percató de la hora del cierre ni los empleados de su presencia, y permaneció allí durante toda la noche. De esa investigación resultó su primer libro: "Viaje del vapor Río Salado del Sud de Buenos Aires a Chascomús, en 1857".
El tema de esa aventura también apareció en "Biografía del río Salado de la provincia de Buenos Aires", que escribió y fue impreso en 1967 en el mimeógrafo de un Centro de Estudiantes de la Universidad de La Plata. Diez años después, "Estancias bonaerenses. Historia y tradición", mereció, como la obra antes mencionada, la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia. En 1978 apareció "Pampas y estancias. Nuevas evocaciones de la vida pastoril bonaerense", complemento del volumen anterior. En dos tomos también, editados en 1996, en su propia editorial, "El Aljibe", "Estancias viejas: historia, audacia, coraje y aventura". constituye otro aporte a la recuperación de los orígenes de establecimientos como "Estanzuela" en el Valle de Conlara (San Luis); "La Belita", en General Villegas; la historia de George y Ralph Newbery en su estancia "Media Luna" de esa zona, y las travesías que los llevaron hasta el Sur; la de John Miller y William McClymont en "La Caledonia" y "La Cabaña", en Cañuelas; la de las estancias que inspiraron a Benito Lynch.
Escritos de este último, poemas de Lugones, documentos, fotos, mapas, dibujos de Enrique Rapela, Montero Lacasa, E. M. Real de Azúa, Raúl Roux, M. Martínez Parma y muchos más, le suman a los datos rigurosos del investigador una trama de sentimientos, de registros y talentos que animan su narrativa y hacen apasionante la lectura de sus libros.
"Travesías de antaño, por caminos reales, postas y mensajerías" (1993) incluye testimonios de integrantes de la familia Dávila, descendientes de los que fueron dueños de las galeras que hasta 1913 viajaban entre Dolores y Ajó. El escritor siguió esas huellas en los viajes que emprendía, lejos del asfalto, por caminos reales y de tierra, donde descubría viejos almacenes y pulperías, vestigios de asentamientos indígenas, montes de talas, señales de vida, de lucha, de trabajo y arraigo. Para interpretarlas correctamente, estudió arqueología, paleontología, etnología, botánica, zootecnia.
Moncaut escribía como respondiendo a un mandato interior. Quizás esa fuera la raíz de su humildad. Cosechó amigos, corresponsales y lectores en todas partes.
Fue inseparable de su esposa, María Teresa Barberis. Durante los viajes y en la cotidianeidad compartida ella lo secundó incansablemente en sus afanes y sus sueños.
Generoso divulgador
Su biblioteca, de unos 40.000 volúmenes, fue definida así por Julián Cáceres Freyre: "No responde a la monomanía de mero acaparador de libros, sino que constituye la herramienta de trabajo serio y eficiente para la divulgación del conocimiento de la historia, del folklore y todo cuanto de noble ha tenido nuestra pampa, que permitió a nuestro país figurar entre los primeros del mundo".
También escribió, y editó "Los más remotos orígenes de Ranchos"; "Coronel Hilario Nicandro Lagos -1840/1895"; "Reducción jesuítica de Nuestra Señora de la Concepción de los Pampas -1740/1753"; "La Plata, crónicas de un siglo -1882/1982"; "Andanzas y aventuras de Guillermo Enrique Hudson"; "Amanecer del Pago de la Magdalena"; "Un accidentado viaje de vacaciones entre Mar del Plata y Tandil en 1880"; "Pulperías, esquinas y almacenes de la campaña bonaerense 1575/2001", dos tomos; "Inundaciones y sequías en la pampa bonaerense -1575/2001"; "Ranchos y su comarca -Desde su prehistoria hasta 1851".
Fue incorporado a la Academia Argentina de la Historia en abril de 2003. Recibió numerosos premios y fue declarado Ciudadano Ilustre de La Plata en 2005. Colaboró en Rincón Gaucho y en el diario "El Día", de La Plata, entre otras publicaciones.
Quizás sentía que la poesía y el canto expresan la esencia de esta tierra que tanto amó y que hizo conocer en sus libros. En la solapa de uno de ellos, dice: "Una hora después sólo sonríe sobre la estancia vieja el titilante fulgor de las estrellas. Entonces, también escucho a mi madre: «Se vino la noche/ copándose al sol/ y sobre los campos/ su manto tendió./ El ojo ´e la luna/ se puso a vichar:/ farol de los gauchos/ en la oscuridá...»".
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