Los dulces tienen un enorme camino de transformación que comienza con una semilla y termina en el kiosco
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A lo largo de la historia, los caramelos fueron usados como medicamentos, fuente de energía para viajeros y, finalmente, como golosinas. En este recorrido, el campo tiene mucho que ver en esa contribución.
Son 4000 años de una dulce historia. En Medio Oriente, los médicos inventaron los primeros antiácidos de la que se conocen unos 2000 años AC. Era una especie de pastilla hecha con extracto de menta y carbonato, endulzada con miel para tratar problemas digestivos.
Luego, los mercaderes descubrieron que, mezclando pulpa de frutas con cereales y miel, obtenían energía rápidamente para sus largos recorridos con un producto fácil de transportar. Pero fue en la India donde recibió el nombre con el cual hoy lo conocemos. Allí descubrieron cómo producir azúcar a partir de la caña, especie a la que llamaron “canna melis” (caña de miel) y de donde derivó el nombre actual de “caramelo”.
La irrupción del azúcar en la elaboración de alimentos dio origen al desarrollo de nuevas y mejores técnicas en repostería, pero era costosa y por lo tanto los caramelos eran un producto de lujo, solo accesibles para unos pocos. Su producción industrial no empezó sino hasta la segunda mitad del siglo XIX, donde el azúcar se abarató por el descubrimiento de otra especie para producirla: la remolacha azucarera.
Fueron los ingleses los primeros en producir caramelos duros en grandes cantidades, con la adición de colorantes y aromas que los hacían más atractivos para el consumidor, y los vendedores ambulantes comenzaron a vender los famosos “lolly-pop” o chupetines.
Del campo al kiosco
Actualmente existen muchos tipos de caramelos, aunque todos tienen tres ingredientes básicos: azúcar, agua y jarabe de glucosa. Otros ingredientes que se puede encontrar son leche, gelatina, chocolate y aceites vegetales, además de los saborizantes y colorantes. En cuanto a sabores, cada país tiene sus preferidos, pero a nivel mundial triunfan los de cereza y tutti frutti.
El azúcar viaja en camiones desde los ingenios azucareros del NOA hasta la planta productora de golosinas. El jarabe de maíz, que es un líquido viscoso, viaja desde las plantas procesadoras, ubicadas principalmente en Córdoba, en camiones cisterna. Una vez en la planta, se introducen junto con el agua en una pre-cocina para luego comenzar el proceso de cocción.
Tras la cocción, el producto pasa a una batidora donde se le agregan el color y sabor. Después pasa por un rodillo y una prensa para darle la forma y ponerle el palito si son chupetines. Finalmente, la mezcla se enfría y endurece para así pasar a la sección de envoltura y empaquetado. Así están listos para la cadena de distribución a kioscos, supermercados y otros locales de venta al público.
Hay caramelos para todos los gustos, algunos son de textura suave y masticable y otros duros y quebradizos. Esa textura depende principalmente del número, tamaño y tipo de los cristales de azúcar. El jarabe de glucosa contribuye a potenciar los sabores y les otorga el brillo característico. También hay caramelos sin azúcar y se elaboran con endulzantes provenientes del almidón de maíz.
Los caramelos recorren un largo camino de transformación que comienza con una semilla en el campo y termina en el kiosco.
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