El tute cabrero, juego de barajas españolas de larga data y origen italiano (tutti, quiere decir "todos" porque gana quien reúne todos los reyes o caballos), habría llegado a España de la mano de soldados de los tantos que, a partir del siglo XV, fueron a hacer la guerra en Italia, se popularizó rápidamente en la península hispánica y recaló en el Río de la Plata, algo más tardíamente que otros juegos de naipes (se puede documentar su data alrededor del 1800, pero no antes) y sólo en estas orillas cobró la forma de "cabrero".
Cabe advertir que lo de "sólo" no es dato para pasar por alto porque el juego en sí, el "tute", llegó a casi todos los países latinoamericanos pero con denominaciones y reglas bastante diferentes: el "cabrero", en cambio, fue únicamente conocido y jugado en Buenos Aires y en Montevideo, lo mismo en las áreas urbanas que en las campañas, aficionándose a él tanto las clases cultas como el gauchaje y el paisanaje, con algunas diferencias obvias en lo que podría llamarse el trato entre los jugadores, sin duda distinto en los salones que en ranchos o almacenes.
Hay otros tutes, el "subastado", de México, en el que se apuestan sumas fuertes; el "habanero", de Cuba, que se juega sólo entre las tres y media y las cinco de la tarde, cada jugador con su café, su copa de ron y su puro; el "gana-pierde", de la antigua Nueva Granada, también con acompañamiento alcohólico pero bien intenso, al punto que gana el que consigue mantenerse en pie; en fin, el "cabrón", del Perú, en el que el ganador tiene derecho a insultar a los perdedores. Obviamente nuestro tute cabrero es una variante de este último, pero en el que el maltrato y las burlas crueles pasaron a ser pullas sin importancia.
Es de notar que, mientras el truco persistió y está muy saludable, el tute cabrero casi se ha perdido, al punto que, en la actualidad resultaría ciertamente difícil encontrar compañeros para armar una partida. ¿Y cuáles podrían ser las razones de esta suerte de olvido? En tren de dar respuestas se ha alegado que es un juego difícil, que tiene reglas demasiado complejas, que en él pierden tanto el que ha hecho demasiados puntos como el hizo muy pocos, que para aprenderlo y jugarlo hay que pensar mucho y, sobre todo, que no hay otro como el truco, aparte de que el tute propiciaba feas imprecaciones, peleas y entreveros que hasta daban ocasión a que interviniera la milicada, imagen típica ésta de las viejas pulperías.
Aunque nada de eso impidió que mantuviera su auge durante más de un siglo y que, por lo menos hasta hoy, circulen un montón de frases hechas que provienen de su uso y que siguen vigentes, tal como "las diez de última", "cantar las cuarenta", "hacer capote" o "tener un renuncio", por cometer un error o incurrir en aflojada. Porque en el tute cabrero igual que en el truco, a pesar de ser muy distintos, también se "canta", no por cierto "truco", "retruco", o "vale cuatro", sino, por ejemplo, eso mencionado de "las cuarenta", expresión que se ha vuelto proverbial.
Lo que es verdad es que se trata de un juego de pensar; como es norma, las cartas tienen valores disímiles y esto obliga al jugador al que le hayan tocado de valor bajo a descartarse sin arriesgar perder todo. Al hacerlo con alharaca entra en escena la personalidad de cada jugador, pues hay diversos estilos según el jugador sea frontal o mañoso, de modo que, cuanto más se conocen los jugadores entre sí más obligados se encuentran a idear nuevas estrategias que le permitan engañar a sus contrincantes.
Son claras y muchas las razones que llevan a considerar al tute un juego de estrategia, sin desmedro de que también pese el factor suerte. Desde luego, como con el truco antaño, se consideraba que el tute cabrero era sólo para hombres. ¿Y qué razones se daban? Pues que no es un juego para mujeres porque ellas "no piensan", porque jugar con mujeres es por lo tanto aburrido y, en fin, porque son menos afectas a las violencias verbales y al consumo de alcohol. Sin duda estaban, en general, equivocados, quizás en varios sentidos y no pocas señoras hubo, en la ciudad y en el campo, que lo jugaron y muy bien.
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