Más allá del efecto temporal del “dólar soja”, los economistas y especialistas advierten que el próximo ciclo agrícola comenzará con las preocupaciones por la escasez de lluvias y un nivel de cotizaciones más bajo que el ciclo pasado
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El campo sigue siendo el motor del ingreso de divisas a la Argentina por lo que el termómetro de los precios internacionales lo siguen no solo los productores sino todos los agentes económicos. Para la cosecha de la campaña 22/23 los expertos esperan que los precios sigan altos, aunque advierten que no habrá “boom”. Más que las cotizaciones, entienden que incidirá en los planes de los chacareros el factor climático -la falta de lluvias impulsa más siembra de soja que de maíz- y las decisiones que tome el Gobierno sobre el sector.
Respecto del impacto del “dólar soja” en las decisiones de los productores de cara a la próxima campaña, indican que la medida fue presentada por “temporaria”. Para el economista del Ieral, Juan Manuel Garzón, los precios de las commodities tienen diferentes tendencias en función de los grupos que integran: las energéticas siguen muy arriba (petróleo, gas natural) influenciadas por la guerra en Ucrania; en el otro extremo están los minerales que registran una caída fuerte. En el medio están los alimentos que “se desinflaron bastante”, dice.
Analiza que, aunque los precios internacionales están entre un cinco por ciento y 15% arriba interanual dependiendo del producto hay que tener en cuenta que la inflación a nivel mundial está entre ocho por ciento en Estados Unidos y entre nueve y 10 por ciento en la Unión Europea. “Es decir, los precios están acompañándola”, sintetiza.
Frente a ese panorama, Garzón plantea que las perspectivas de los precios dependen de la oferta y demanda. Los jugadores que definen, como Estados Unidos y Brasil presentan, en el primer caso, hay una campaña agrícola “razonable” pero que “no voltea precios”. Por su lado, los brasileños se entusiasman con una “gran campaña”, lo que implica una presión a la baja.
Otro segmento de su análisis pasa por la demanda mundial; el crecimiento de la economía es menor, hay temor a la inflación y políticas más contractivas. “China crece a la mitad o menos y aflojó la demanda de granos -precisa Garzón-. El país se sobre stockeó con la pandemia y, con esas existencias y menos crecimiento, compra menos y eso tiene efecto en precios. Es clave que se entone”.
Desde AZ Group, la analista de mercados Lorena D’Angelo, señala que, a nivel internacional, las señales son “bajistas”. El “sostenimiento” de los precios está dado por la demanda al tratarse de alimentos y por la “incertidumbre” respecto de la oferta (en el maíz hay ajuste a la baja y la soja aumenta, “pero no tanto”).
Señala que, en la Argentina, por los costos hoy conviene más la soja que el maíz. Otro aspecto que apunta D’Angelo y que no es menor, es que más allá de que la soja tenga retenciones más altas, si su precio sube en el mundo, “al no tener restricciones internas de comercialización, puede acompañar el ritmo del mercado internacional”. En cambio, el trigo y el maíz, además de esas limitaciones, cuentan con un margen para la suba de las retenciones. A esos factores, se le agrega que de los tres granos, la soja es la de más estabilidad en el almacenaje.
El consultor y productor Néstor Roulet comparte que en un mundo tan dinámico es “complejo” establecer parámetros a futuro. Como productor, dice, lo más conveniente es cubrirse con los seguros que tienen los sistemas comerciales. No espera que haya una suba importante de los granos. Desde la Bolsa de Cereales de Córdoba, Gonzalo Augusto, aporta que el aumento de tasas por parte de la Reserva Federal de los EE.UU. “quita mucha presión, al igual que las buenas cosechas norteamericana y sudamericanas, tanto para soja como para maíz. No hay expectativas de grandes faltantes”.
La sequía, un problema
Para cambiar la matriz productiva los productores tienen en cuenta la previsión de sequía dominante. Roulet grafica: “La decisión es entre poner debajo de la tierra US$800 que cuesta el maíz o los US$400 que sale la soja; el primero necesita momentos críticos el agua; la soja es más elástica”. Enfatiza que, en base a los precios internacionales, el productor hace un margen bruto y con el clima busca cómo se defiende mejor.
El economista David Miazzo de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina (Fada), ratifica que, comparados con los precios históricos, los actuales siguen siendo buenos: “Con buen clima y un tipo de cambio real razonable debería ser una excelente campaña. El clima es muy definitorio; venimos de tres años de complicaciones y a eso se le suma el costo de los insumos con lo que los productores están tomando una actitud más defensiva. Es una actitud lógica ante una muy probable escasez de agua”.
“Este es el tercer año consecutivo con la Niña -suma Augusto-. En los dos anteriores lo números no fueron malos, pero el tema es latente. En algunas zonas puntuales se puede esperar para sembrar, pero también va a impactar la aplicación de tecnología o fertilización y ahí juegan los costos en alza”.
Garzón coincide con esa mirada. En los tres años de sequía que se proyectan, repasa que en el primero no impactó sobre la cosecha; en el segundo lo hizo levemente, pero, en el tercero consecutivo “puede generar problemas” en especial en la zona núcleo (norte de Buenos Aires; sur de Santa Fe y sudeste de Córdoba).
En un escenario de sequía y costos altos, es probable que los productores disminuyan el uso de insumos, principalmente fertilizantes, refleja el último informe de CREA que releva que el 29% de las empresas planean disminuir el uso de fertilizantes.
La Bolsa de Comercio de Rosario proyecta que, por la sequía, el área del maíz tardío crecería seis veces respecto al 2021. De 140.000 hectáreas en el ciclo pasado pasaría a 830.000 hectáreas en la 2022/23. El maíz tardío ocuparía esta vez el 50% del maíz total, cuando su participación suele ser menor al 10%. La estimación va en línea con lo que plantean los consultados por LA NACION.
El reporte repasa que el hecho de no llueva en la primera quincena de este mes enciende la preocupación en productores maiceros que efectuaron ventas para asegurar precio y asumieron compromisos comerciales para entregar el cereal en marzo. Explica que los perfiles no cumplen con las necesidades mínimas para implantar el maíz en fechas tempranas, pero tendrán que sembrarlo igual en setiembre.
La política oficial
Después de reiterar que el contexto general para los precios internacionales muestra valores “más bajos para todos los productos”, advierte que hasta la próxima cosecha “pueden pasar muchas cosas” como sucedieron en la anterior que, después de la cosecha del hemisferio norte, la Niña afectó las del sur, las cotizaciones registraron un fuerte impulso en noviembre y se sumó la guerra entre Rusia y Ucrania.
Augusto señala que esta será la última siembra con el actual gobierno y de cara a un año electoral, lo que “genera siempre” incertidumbre. “Las políticas que se tomen pueden ser definitorias; el clima es un condimento adicional en cuánto al área sembrada, puede haber más soja”.
Por su lado, Miazzo suma un elemento extra, el poder de compra que perdieron los granos. Pese a los mejores precios, adquieren menos insumos y pagan menos fletes que un año atrás. “Eso también motoriza el menor ritmo de venta hasta que llegó el ‘dólar soja’ -agrega-. Si el tipo de cambio se mantiene atrasado con precios más desinflados y efecto sequía, los números se complican. Si en el medio se da un salto cambiario, podría ayudar a amortiguar esa situación”.
Proyección para 2024
Los precios internacionales de las commodities alimenticias, metalíferas y energéticas se mantendrán en niveles “históricamente altos” hasta fines de 2024 debido a las disrupciones en el intercambio y la producción generadas por la guerra entre Rusia y Ucrania, en lo que representa un “shock” sin precedentes desde la década de los ‘70. Esa es la definición del Banco Mundial, cuya expectativa es que las subas se moderen en 2023 y 2024.
De todos modos, advierte que, en el caso de que prolongue la guerra o Rusia reciba más sanciones por su invasión a Ucrania, los precios podrían subir y existir una mayor volatilidad. El impacto sobre el precio de la energía afectaría a los fertilizantes y, por ese lado, a los productos agrícolas.
Las recomendaciones de la entidad apuntan a que los gobiernos se focalicen en resolver el desbalance entre la oferta y la demanda y, además, por la inflación en alimentos, exhorta a diseñar programas de protección social focalizados.
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