En las distintas regiones agrícolas, la escasez de precipitaciones con la que arranca el nuevo ciclo obliga a modificar las fechas de implantación o reemplazar cultivos frente a la incertidumbre que provoca el clima
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Excepto en algunos islotes, la falta de lluvias durante 2022 está llevando a una parálisis importante en las labores de implantación de maíz, girasol y soja en las principales regiones agrícolas. Hace falta que llueva pronto y mucho.
Los productores que mantienen su intención de siembra frente a una evolución climática con muchos interrogantes enfrentan distintas situaciones: en algunos casos admiten que obtendrán rendimientos bajos por fechas tardías de implantación; en otros casos han tenido que alterar radicalmente el plan de siembras original y cambiar de cultivos; en otros directamente hay temor de no poder cumplir con la superficie programada para la campaña 2022/23. En todos los casos se abrirá un boquete debajo de la línea de flotación en el presupuesto financiero, que se reflejará, más rápido que despacio, en la salud de las cuentas nacionales.
“El escenario agrícola en el norte de Buenos Aires es de una incertidumbre total. El primer tiempo de la campaña agrícola, que fue la cosecha fina, constituyó un verdadero fracaso. Ahora viene el segundo tiempo con incertidumbre de lluvias sobre toda la cosecha gruesa”, lamenta el consultor Julio Lieutier, que trabaja en esa región.
“El trigo fue un desastre; de la proyección inicial presupuestada a la siembra se perderá el 90% por el gravísimo daño de heladas, falta de agua y granizo, que provocaron pérdidas de macollos y de espigas, y produjeron granos vanos”, agrega.
“La segunda etapa arranca con el tanque vacío. En los lotes de trigo que podrían ir a soja de segunda hay un pavimento impenetrable de 1,5m de profundidad, por más que cayeron algunas lluvias de poco caudal”, añade. En ese escenario dramático, entre los asesorados por el profesional no se pudo sembrar hectárea alguna de maíz temprano: se midió el agua útil a la siembra en agosto y se vio que no había lo suficiente para la evolución del cultivo, por lo que se pasará todo a maíz tardío. Sin embargo, este cultivo también va tener problemas: los productores esperaban la recarga primaveral de humedad -que no se concretó- y “se terminará sembrando a ciegas y dependiendo imperiosamente de las lluvias de enero y febrero. Si estas vienen mal, los rendimientos seguirán el mismo camino”, adelanta con preocupación. Por otro lado, si se concentra toda la producción de maíz en fecha tardía, las entregas también se concentrarán en julio-agosto, una época en la que el grano sale húmedo y requiere secada, por lo que se generarán problemas adicionales de logística (fletes, acondicionamiento) y caída de precios.
Mientras tanto, los pocos lotes sembrados con soja de primera desarrollan con suelos secos en la capa superior y en profundidad. Hacia adelante, la prudencia aconseja desparramar las fechas de siembra durante noviembre, lo que permitiría que el periodo crítico de definición de rendimiento caiga en febrero, si se usan variedades de grupo 4 largas. Con el tiempo seco hubo poco nacimiento de malezas en los barbechos, que se van controlando en función de los nacimientos.
Alivios parciales
El sur bonaerense también sufrió escasez de lluvias durante todo 2022, pero tuvo alivios parciales en octubre. “Las últimas lluvias fueron muy heterogéneas y alcanzaron 20mm en la costa; 50mm alrededor de la ciudad de Tres Arroyos y 70mm en las localidades ubicadas más al norte del partido”, diferencia Alejandro Vejrup, gerente de la cooperativa Alfa, de esa ciudad.
“En los campos que recibieron lluvias, se está sembrando girasol a todo vapor para no perder rendimiento potencial, ya que la fecha óptima de implantación es del 20 al 30 de octubre. Sin embargo, simultáneamente hay empresas ubicadas a 50 kilómetros que no han podido empezar”, explica.
“Ante una primavera con riesgo de lluvias por debajo de lo normal, muchos productores están reduciendo la densidad de siembra -por ejemplo, de 40.000 a 35.000 plantas por hectárea- para desarrollar planteos de carácter defensivo”, agrega.
En esta zona tradicionalmente se sembraba 25% de maíz temprano y 75% del tardío. Este año, Vejrup estima que el 100% pasó a tardío por la imposibilidad de contar con humedad en fecha temprana y por el temor a las heladas tardías.
Se están empezando a sembrar los primeros lotes de soja en los campos que recibieron lluvias, aunque es un cultivo que va perdiendo participación en la rotación del sur bonaerense porque los márgenes brutos no compiten con el girasol, un cultivo tradicional, seguro y posicionado en la región.
La comercialización anticipada brilla por su ausencia entre los asociados de la cooperativa. “Sólo se materializan ventas mínimas para concretar algún canje futuro; las decisiones están postergadas por la incertidumbre productiva que genera la seca: muchos productores de trigo esperan mucha diferencia entre los rendimientos que se van obtener y los presupuestados a la siembra y hay temor de que pase lo mismo con los granos gruesos”, enfatiza.
En el oeste
En el oeste de Buenos Aires, los productores sufrieron la sequía de otoño, invierno y principios de primavera pero tuvieron un poco más de suerte en octubre. Por ejemplo, en General Villegas llovieron 80mm durante ese mes, que permitieron sembrar la soja de primera y el sorgo. Con las temperaturas favorables de fines de octubre-principios de noviembre los cultivos tuvieron una emergencia rápida, según observa Diego Curat, director de la consultora AZ- Group.
Ahora los agricultores enfrentan el desafío de sembrar maíz, que demorarán hasta el 20 de noviembre para que la floración se aleje de lo meses críticos. El riesgo de estos cultivos es el precio: la cosecha coincidirá con el ingreso de la safrinha brasileña y de la producción nacional, que distintas instituciones calculan que conformará el 80% de la producción.
Más allá de estos avatares, “todos los cultivos de verano necesitan nuevas lluvias de caudales importantes desde ahora hasta el 15 de diciembre para alcanzar una producción razonable”, advierte Curat. Esta exigencia será particularmente importante para la implantación de soja de segunda, porque el trigo previo consumió toda el agua del suelo para espigar y llenar el grano en condiciones de estrés.
En el camino hay mucho dinero en juego: implantar, y proteger y cosechar un cultivo de maíz, en campo alquilado, exige más de 1200US$/ha. Se descomponen en 800 para implantación y protección; 360 de alquiler y 70 de cosecha, y exigen un alto rinde de indiferencia para no perder plata.
En función de la incertidumbre climática, Curat ha tomado coberturas comerciales por un bajo porcentaje de la producción esperada -25% en los cultivos logrados- situación que contrasta con la de años anteriores, en los que se alcanzó mayor porcentaje de cobertura y sobre la base del plan de siembras, no de las hectáreas logradas.
En el este de Buenos Aires la siembra de soja está parada. “En Saladillo no hay humedad para empezar, algo que también ocurre en muchos campos de La Pampa”, observa Sebastián Salvaro, de la misma consultora, quien atribuye esta situación a un tridente que juega en contra de la implantación. Está conformado por la seca y las heladas, a las que últimamente se le agregó el viento, que obliga a demoras en las aplicaciones de agroquímicos.
En la provincia mediterránea se pudo completar casi toda la siembra de girasol, lo mismo que en el oeste de Buenos Aires. Para maíz, la decisión fue pasar la implantación a la primera quincena de diciembre revisando la tecnología. Por ejemplo, la fertilización nitrogenada solo se concreta si las condiciones de humedad son las adecuadas para evitar la volatilización. Para aumentar la eficiencia, algunos productores se están volcando a fertilizantes líquidos y agregan bioestimulantes para ayudar a las plantas que desarrollarán en condiciones adversas.
Insuficiencia
En el NEA caben las mismas consideraciones que en la región pampeana: lluvias insuficientes para la implantación de los cultivos de verano. Así, en Chaco pasó de largo la siembra de girasol, que pudo concretarse con dificultades en el norte de Santa Fe de y en parte de Santiago del Estero.
De cara la siembra de maíz y soja, la variable de ajuste ante la sequía puede ser la fecha de siembra. Esta decisión “puede dilatarse hasta diciembre-enero, con un período óptimo desde Navidad hasta principios de 2023 en maíz”, aclara el consultor Nicolás Udaquiola.
En esta región muchos productores están mirando al algodón con buenos ojos por su promesa de altos márgenes brutos, como consecuencia de los muy buenas cotizaciones internacionales e internas.
Según Udaquiola, en la zona la tecnología por emplear en los cultivos va a descender a un escalón, sobre todo en la fertilización con nitrógeno: las dosis por aplicar se dividirán o reducirán.
Se mantiene la Niña
El climatólogo Leonardo de Benedictis explica que la mayoría de los modelos de análisis climáticos coinciden que en la campaña 22/23 “seguirá signada” por el fenómeno La Niña. “Hacia el inicio del próximo año, la probabilidad de pasar a condiciones neutrales va en aumento y se incrementa notablemente a medida que se avance hacia el otoño”, afirma en un reporte para Az Group.
“Hay modelos que ya están indicando que la transición se daría en el inicio del próximo año”, añade y explica que la mayoría de ellos “observa que la situación comenzará a cambiar a partir de fines del verano o comienzos del otoño”. Además, se mantendrá el enfriamiento de la temperatura del Pacífico central durante los próximos meses “lo que daría como resultado la permanencia del evento La Niña hasta fin de año”.
De Benedictis destaca que “la anomalía de temperatura de la superficie de agua de mar del Pacífico central sigue mostrando valores inferiores a los promedios; comparado con el mes previo ha vuelto a disminuir, manteniéndose en condiciones La Niña”. Por eso hay una distribución errática de la humedad en Sudamérica. Para el experto “hay una fuerte tendencia de lluvias inferiores a los niveles medios sobre la Argentina, Uruguay y el extremo sur de Brasil”. No obstante, destaca que “las lluvias empezarán a ser algo más frecuentes, aunque el volumen seguirá siendo muy escaso”
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