Amenaza u oportunidad es la opción que plantean los mercados externos cuando se habla de incrementar los estándares ambientales para la producción agropecuaria. La respuesta a cuál de los dos lados de la balanza se inclinará en el futuro ese escenario no es sencilla. Es un camino lleno de recovecos.
Una aproximación a esta realidad se ofreció en la disertación de Ernesto Viglizzo, miembro de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria e investigador del Conicet, en una jornada reciente de la Fundación Producir Conservando.
El especialista explicó que alrededor de la cuestión de la emisión de gases de efecto invernadero, que puede utilizarse para establecer barreras comerciales, hay un abanico de matices para tener en cuenta. Esto es clave, teniendo en cuenta que la producción agropecuaria argentina, particularmente la ganadería, es señalada como una de las principales fuentes de emisión del país.
Viglizzo explicó que el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés), ente de las Naciones Unidas, toma el criterio de las emisiones que efectúa cada sector económico nacional y las compara con los compromisos de reducción establecidos en el Acuerdo de París de 2015. Lo denominó “criterio ascendente”. El otro es el llamado “descendente”, surgido de un proyecto de la agencia espacial de los Estados Unidos, popularmente conocida como NASA, que, mediante las imágenes satelitales de su proyecto OCO-2, hace una evaluación del balance de carbono de cada país. Con este último criterio, los bosques aparecen como el principal foco para la captura de carbono, pero comienza a tener relieve uno fundamental: las tierras ganaderas de pastoreo. Para quienes levantan el dedo contra la ganadería esto es “una piedra en el zapato”, según definió Viglizzo. El IPCC no tomó una posición sobre este criterio de medición, pero el investigador se preguntó qué pasaría con la Argentina si se computara la fotosíntesis de tierras de pastoreo. No dudó en responder: “el balance negativo se convierte en positivo”, lo que podría utilizarse en el futuro en un crédito de carbono.
Esta idea es la que los diplomáticos argentinos llevaron adelante junto con otros países de la región en las últimas cumbres de cambio climático y de los sistemas alimentarios de las Naciones Unidas cada vez que se pretendió colocar a la producción ganadera en el banquillo de los acusados. El especialista recordó que el gobierno argentino estuvo a punto de proponer una reducción del stock ganadero como método para bajar las emisiones de gases de efecto invernadero. Ese intento se frenó tras la reacción del sector privado y de expertos del sector público. Que se tome ese concepto no quiere decir que haya que desconocer la necesidad de producir en forma sostenible con el ambiente.
Otro foco de la atención es la Unión Europea que lanzó hace cuatro años el llamado Pacto Verde, por el cual se propone alentar la producción orgánica y reducir el uso de productos de síntesis química en los alimentos, entre otros objetivos. Si ese criterio se aplicara solo para su producción, no habría mucho por discutir. Sin embargo, también lo fija para la importación de alimentos de otros países y procura liderar a nivel global esa política. Para esto, explicó Viglizzo, tiene dos mecanismos: uno es el de ajuste de carbono en frontera y el otro es el de la trazabilidad. El primero consiste en eliminar la asignación gratuita de derechos de emisión, por lo cual establece un precio del carbono que debe ser compensado a través de los bonos. Hasta ahora es para los combustibles fósiles y no para la agricultura, pero se estima que para 2026 tendrá vigencia plena para todos los segmentos. El otro es de la trazabilidad, que va desde la huella de carbono hasta el coto a la deforestación ilegal y la tipificación nutricional de los alimentos.
El investigador apuntó que varios de los estándares que está fijando la Unión Europa terminan por adoptarse en otros países. Al mismo tiempo, advirtió que hay una transformación de los antiguos subsidios de la llamada Política Agrícola Común a los llamados “subsidios verdes”. La billetera de Bruselas es más chica que en la década del 70, pero sigue activa.
Este es uno de los escenarios de la geopolítica global que deberá enfrentar la producción agroindustrial argentina en los próximos años. Prepararse para una dinámica diferente a la actual no es nada descabellado. Esto también representa un desafío para el mediano plazo.
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