La temperatura del aire en la superficie de la tierra, la temperatura del aire en la superficie del mar, la temperatura del aire marino y el nivel del mar, cuatro indicadores clave del cambio climático, vienen en alza. En tanto, hay una retracción estival del hielo ártico. No es lo único que se destaca: entre otros, los eventos meteorológicos (de tormentas a ciclones), los eventos hidrológicos (como las inundaciones) y los eventos climatológicos (de las temperaturas extremas a las sequías) están en ascenso.
El cambio climático está en escena. Y todos esos factores forman parte de lo que lo hacen visible. "Estamos involucrados en el mismo problema que el resto del planeta". La frase la pronunció Ernesto Viglizzo en el seminario anual de la Fundación Producir Conservando.
Asesor ambiental en el Grupo de Países Productores del Sur (GPS), una red de instituciones privadas y expertos de la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, Viglizzo fue más allá del diagnóstico: habló de cómo se ven a la Argentina y a otros países en el cumplimiento de los acuerdos firmados en la COP21 de París (Conferencia de las Partes para el cambio climático), por qué hay ciertas mediciones que son relativas con respecto al país, para qué sirve hablar de un proceso de balance de carbono antes que de solo la emisión que hay por kilo de un producto producido y cómo el país puede hacer para diversificar actividades que permitan tener un mejor balance.
Los países han sido clasificados por sus políticas para cumplir con los acuerdos firmados en la COP21. Entre otros, India figura en la categoría de "compatibles", Brasil en "insuficientes", la UE, China, Japón, Rusia y Estados Unidos en "muy insuficientes" y la Argentina, Corea del Sur y Chile, entre otros, en "críticamente insuficientes". Para Viglizzo, esta calificación refleja una "posición incómoda" para el país, pero "hay que verla en su contexto". Hay métricas que vienen desde afuera que tienen un carácter relativo para con la Argentina y la región.
Mientras los países del hemisferio norte dicen que quieren ayudar a los del sur a reducir las emisiones, cuando en un mapa se observa la densidad de las emisiones de CO2 de origen fósil allí se ve que las más importantes emisiones están justamente en el Norte. China, Estados Unidos, la Unión Europea y la India concentran el 57,13% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Por el contrario, sumados Brasil, la Argentina, Paraguay y Uruguay reúnen solo un 2% (por país, un 1,44, 0,55, 0,02 y 0,2 por ciento, respectivamente).
Si se analizan las emisiones totales, en toneladas eq-CO2 por año, se pueden ver contrastes. Por habitante, la Argentina tiene más de 4 en ese indicador, por encima de Brasil, Uruguay y Paraguay, y no muy lejos de la UE. Pero cuando se toma por hectárea no llega a una mientras Estados Unidos está en 5 y China casi en 12.
Una de las acusaciones repetidas contra el sector es que con la expansión de la soja y la ganadería hubo deforestación y altas emisiones. Entre 1996 y 2013, según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), en Brasil la mayor parte de las hectáreas deforestadas se usó para la producción de carne. En la Argentina se utilizó, en cambio, para la soja.
Entre 2000 y 2017 se acumularon 5,5 millones de hectáreas deforestadas en la Argentina. "Pero la tasa de deforestación, que fue muy alta en 2008, declinó a un tercio de esa cifra en los últimos años", apuntó.
Hubo, en efecto, una correlación alta entre soja y deforestación hasta 2008, pero desde allí se dio un desacople: el área con soja siguió creciendo mientras bajó la tasa de deforestación. Entre 2000 y 2008, casi el 60% de la producción de soja estuvo asociada a la tecnología y el resto a la expansión sobre nuevas tierras. Desde 2009 para acá pasó a gravitar en un 98% el efecto de la tecnología.
Cuando se habla de la ganadería, los países del Mercosur suman el 23% de las emisiones globales de esta actividad. Pero, según remarcó Viglizzo, no solo hay que tener en cuenta las emisiones, sino el secuestro de carbono. Y en particular la importante captura de carbono que, por ejemplo, producen las pasturas. El 81% del territorio son tierras en pastoreo. "Un yacimiento" para incorporar el secuestro de carbono con las tierras de pastoreo y para que cualquier balance de carbono pase de terreno negativo a otro positivo. Al respecto, los resultados de un meta-análisis sobre 768 casos muestra que el secuestro de carbono orgánico (ton/ha/año) en suelo bajo distintos biomas y regiones climáticas es siempre positivo.
Certificaciones
En la actualidad, en Europa hay certificaciones donde se miden las emisiones por kilo de carbono por kilo de producto producido. Bajo esa óptica, desde el trigo a la carne hay valores negativos (-0,06 y -0.43 Kg C/kg producto, respectivamente para esos productos, solo por nombrar esos casos).
Pero otra mirada es olvidarse de la emisión kg C/kg producto y ver el balance de carbono (emisión y secuestro). Allí las cosas cambian considerando el balance en toneladas por hectárea/año. Para un sistema extensivo bovino, con una carga de 0,18 cab/ha, el balance de carbono es positivo en 0,24. Ese valor se achica a 0,16, pero sigue positivo, con un sistema semiextensivo de 1 cab/ha, en tanto que pasa a terreno negativo, esto es -0,98, con un sistema semiintensivo con 4 cab/ha. Cuando se ven los cultivos agrícolas, el maíz tiene un balance levemente positivo de 0,01, en tanto que en trigo es levemente negativo en -0,03 y en soja de -0,04.
¿Cuál es la propuesta? Para Viglizzo, la forestación puede cambiar las ecuaciones para bien, e incluso combinando distintas actividades.
En una explotación de 400 ha, el monocultivo de soja tiene un balance de carbono negativo de -40 kg/ha/año. Eso mejora a -15 kg/ha/año con 50% soja y 50% maíz, luego pasa a terreno positivo de 43 con un pastoreo extensivo, se ubica en 15 también positivo con un planteo semiextensivo y cae a negativo en -263 con el esquema de "pasto semiintensivo" de mayor carga. En tanto, si se introduce un 10% de forestación se está en un terreno positivo de 58 kg/ha/año y salta a +379 con un 20% de forestación. Incluso se puede apuntar a una repuesta más positiva con mayor forestación.
En el fondo se trata de otra mirada incluso sobre las certificaciones. El sistema computa pérdidas de carbono con las emisiones, pero cuando se incorpora el proceso, ya no el producto en sí, se ve que el sistema combinado (incluyendo además la forestación y la ganadería) da positivo. Ahí con el balance de carbono (emisión-secuestro), y ya no kg C/kg producto sino como kg C/hectárea, los números son positivos. Más allá de las métricas que puedan venir desde afuera, se trata de una oportunidad para mostrar números y un sistema sustentable.
El agua y la tierra que se ahorra China
China tiene un importante ahorro de recursos vinculados con la sustentabilidad al importar soja del Mercosur. Esa es la síntesis de una exposición sobre este tema de China, entre otros, que hizo Ernesto Viglizzo, asesor ambiental del Grupo de Países Productores del Sur (GPS), tras disertar en el seminario anual de la Fundación Producir Conservando.
Según el experto, importando soja del Mercosur China se ahorra un 29% de tierra arable y un 33% de agua dulce. Pero no es lo único. También se ahorra un 12% de emisiones de carbono, 4% de potasio, 7% de fósforo, 4% de nitrógeno y un 9% de plaguicidas. "Cuando exportamos soja exportamos seguridad alimentaria y servicios intangibles", señaló Viglizzo.
En el Mercosur, el 96% del agua usada por los sistemas de producción agropecuaria proviene de la lluvia y es un recurso que no compite con otros sectores de la economía, según destacó el especialista en base a un informe de 2011 de Mekonnen &Hoekstra.
En tanto, cuando se hace una comparación de indicadores de sustentabilidad entre la Argentina, Brasil y China saltan a la vista algunos puntos favorables para el Mercosur y en particular a la Argentina.
Mientras la Argentina tiene una erosión del suelo de 1,9 toneladas por hectárea/año, en China este indicador trepa a 7,5 toneladas/ha/año. La siembra directa ha jugado en favor de la Argentina en este índice. En tanto, en Brasil hay una erosión de 22 toneladas/ha/año.
Por el lado de las emisiones de carbono, el sector rural emite 0,21 toneladas de carbono por hectárea/año en la Argentina, 0,44 en Brasil y 0,36 en China. Por otra parte, en la emisión de carbono por deforestación la Argentina está en 0,32 toneladas de carbono/hectárea/año versus 0,81 de China y 1,21 de Brasil.
Entre otros indicadores, el consumo de plaguicidas también es más bajo en el Mercosur. Ronda el equivalente a 5,17 kilos por hectárea/año en la Argentina y 4,57 en Brasil versus 13,06 de China.
Oportunidades y desafíos
Campaña
Según un informe que presentaron Gustavo López y Gustavo Oliverio en el seminario anual de la Fundación Producir Conservando, realizado esta semana en Buenos Aires, para el ciclo 2026/2027 la Argentina producirá 160,1 millones de toneladas de granos. Se trata de un crecimiento de 15 millones de toneladas versus los 145 millones de toneladas de granos que el Gobierno espera con que concluirá la campaña agrícola 2018/2019.
Participación
Entre otros, por cultivos la soja representará un 48 por ciento de esa producción proyectada para 2026/2027, el maíz un 29 por ciento y el trigo un 12%. A otros granos les corresponderá un 11 por ciento, de acuerdo a la estimación presentada en el seminario de la organización.
Maíz
Para el caso del cultivo de maíz, un desafío importante es incrementar de manera sostenida el consumo interno agregando valor en las distintas actividades. La previsión es que se pase de un consumo de 17,15 millones de toneladas en 2018 a un nivel de 25,95 millones de toneladas para 2026/2027, una mejora del 51 por ciento.
Leche
La producción lechera está estancada en un rango de 9,5 a 10 mil millones de litros por año. Sin embargo, tiene potencial para estar en 12.500 millones de litros hacia 2027 con cambios en la cadena. Eso implicaría agregar valor a tres millones de toneladas de maíz y un millón de toneladas de soja.
Limitantes
El logro de una mayor producción sigue condicionada por limitantes externas e internas. A nivel interno se destaca la falta de un plan estratégico a largo plazo para el país, una macro estable y una reforma fiscal que impulse el crecimiento.
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