De visita a la Argentina, Frank Mitloehner, de la Universidad de California, explicó con diferentes datos que existen visiones erróneas sobre el impacto de la ganadería en la generación de ese fenómeno
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En los últimos años, en distintas partes del mundo se viene acusando a la producción ganadera de contribuir significativamente al calentamiento global del planeta por la producción de metano proveniente de la fermentación en el estómago de los rumiantes. Hay muchas visiones erróneas sobre la magnitud de este efecto, ante lo cual es recomendable conocer las opiniones de los técnicos que han estudiado el tema en instituciones serias de investigación.
“La producción de metano de los rumiantes comenzó a ser cuestionada primero en Europa -en los Países Bajos, Alemania, etc.-; luego se extendió a Estados Unidos, donde algunos distritos comenzaron a establecer regulaciones y después pasó a Sudamérica y a Asia, donde se alzaron voces sobre el impacto negativo del ganado en el clima del planeta”, dijo, a modo de introducción, Frank Mitloehner, un ingeniero agrónomo PhD que trabaja en el departamento de Ciencia Animal de la Universidad de California, en Davis. Su especialidad es el estudio de la calidad del aire y las interacciones con los bovinos.
Luego aclaró que es importante una buena comunicación sobre este tema “porque los activistas intervienen mucho” y es necesario “que los ganaderos den respuestas válidas a la opinión pública para evitar apreciaciones erróneas”.
Al hablar en una reciente reunión convocada por la Cámara Argentina de Feedlot, por medio de datos muy precisos, mostró que las emisiones de metano por parte del ganado bovino representan el 0,5% del total en Estados Unidos, mientras que las derivadas de la agricultura suman el 0,6%. En tanto, las provocadas por el quemado de combustibles fósiles son responsables del 11% y el resto es consecuencia de otras actividades humanas no pertenecientes al agro. Es decir, los rumiantes hacen una contribución al calentamiento global, pero no es importante; son mucho más gravitantes otros emisores de gases.
Posteriormente aclaró que, entre los gases que causan el calentamiento global, el más importante es el dióxido de carbono, no el metano. También son peligrosos el óxido nitroso y los clorofluorocarburos. Por ejemplo, el óxido nitroso tiene un índice de 265 de potencial de producir calentamiento global, frente a 28 de metano y sería el “villano” de la película. Es decir, no se puede generalizar sobre el efecto negativo de distintos gases de efecto invernadero.
Posteriormente, Mitloehner explicó que el metano se introduce en la atmósfera de distintas maneras, pero simultáneamente se degrada en gran proporción. En el balance del gas, mostró que los principales emisores son el quemado de combustibles fósiles y de biomasa, la producción de los pantanos y en menor medida el agro, pero hay fuerzas que actúan en sentido contrario que lo destruyen. Son reacciones naturales de oxidación en la atmósfera y en los suelos. Es decir, en el balance hay entradas y salidas de metano que estabilizan el contenido final del aire. El dióxido de carbono, en cambio, no se degrada espontáneamente.
También argumentó que los rumiantes no agregan carbono perjudicial a la atmósfera. “Las plantas toman el dióxido de carbono del aire; con sol, agua y nutrientes lo convierten en carbohidratos mediante la fotosíntesis. El rumiante consume el forraje y produce metano en el rumen por fermentación. Ese metano ingresa a la atmósfera, pero no es carbono adicional; es el originario que tomaron las plantas”, enumeró. Además, como se dijo, una parte se destruye por oxidación. Es decir, no se produce carbono adicional dañino en el proceso de producción animal, porque el metano se transforma en dióxido de carbono nuevamente.
Este proceso es distinto al que ocurre con el uso de combustibles fósiles. Al quemarse, producen dióxido de carbono directamente, que es capturado mínimamente por los océanos, por lo que no se neutralizan las emisiones. Y debido a su larga vida media, del dióxido de carbono se acumula en la atmósfera.
Por último, el experto diferenció el comportamiento del dióxido de carbono y del metano en el aire. El primero se va acumulando con el paso del tiempo porque permanece en el ambiente. En cambio, la concentración de metano puede permanecer estable porque la tasa de destrucción por oxidación neutraliza a la de emisión. Por ese carácter “no se pueden equiparar ambos gases en su impacto sobre el calentamiento global”, razonó.
En conclusión, el calentamiento global va a crecer si sigue aumentando la producción de dióxido de carbono; en cambio, ante una estabilidad de las emisiones de metano no habrá impacto en la atmósfera. Además, los rumiantes no son la principal fuente de emisión en la producción total de gases que producen el calentamiento global.
Desafíos
Más allá de lo descripto en el sentido de la secundaria incidencia de los rumiantes en el calentamiento global, el desafío se asocia a reducir la emisión de metano que realizan. Hay varios caminos. Por ejemplo, hay ingredientes que se agregan a la ración y que contribuyen a reducir la producción de gas.
Para hacienda en confinamiento, los investigadores han ensayado y obtuvieron buenos resultados con productos a base de algas y ácidos grasos. También están probando taninos condensados, nitratos, extracto de orégano, monensina y saponinas, que inhibirían algunos microorganismos indeseables del rumen.
Estas alternativas podrían tener un uso importante en empresas productoras de carne vacuna de Europa, donde hay alto grado de confinamiento de los animales. Su utilización sería más restringida en Estados Unidos, donde la alimentación es a corral y pastoril. En el país, la utilidad sería limitada porque no hay un gran número de feedlots profesionales que puedan incorporar aditivos a la ración durante periodos prolongados de alimentación.
Por otro lado, en la Argentina, con alta proporción de empresas ganaderas basadas en alimentación pastoril, la forma práctica de reducir la producción de metano ruminal podría ser por medio de la mejora de la calidad de la dieta. El desafío sería, por ejemplo, pasar de una ingesta con mucha fibra en la región semiárida a otra de mayor digestibilidad y palatabilidad, que produzca menos metano durante la fermentación. Obviamente, este cambio tecnológico podría realizarse cuando los ganaderos enfrenten reglas de juego estables a largo plazo.
Por otro lado, todos los manejos que aumenten la eficiencia y la productividad de los sistemas ganaderos contribuirán a menor intensidad de emisión; es decir, a igual o similar producción de gas se obtendría mayor cantidad de producto. Entre estos manejos figuran el aumento de la fertilidad de los vientres, el control sanitario, la selección genética, etc. Estas prácticas mantendrían la cantidad de animales (el stock) pero rendirían más kilos a la mesa de los argentinos.
Metano como combustible
La producción de metano por los rumiantes tiene otras aristas. “Puede pasar de ser una amenaza a una oportunidad”, anticipó Mitloehner. El visitante contó que en California se redujo la producción de este gas en 2,2 millones de toneladas métricas de equivalente dióxido de carbono por año desde 2015. Esto significa 25% de disminución de la emisión de metano en la industria lechera.
Se implementó mediante incentivos de las autoridades californianas a los tamberos, para que cubrieran las lagunas de recolección de purines con mantas plásticas que atraparan el metano producido. El biogás generado podría ser transportado en redes y generar estaciones de servicio para despachar combustible biológico.
Hay que aclarar que este mecanismo para atrapar metano a partir de los purines no se podría implementar en los feedlots, por no tener una infraestructura adecuada y por no disponer de un flujo constante de material que alimente a las bacterias fermentativas.
A modo de conclusión, Mitloehner desafió a los productores ganaderos a “no tener miedo ante las acusaciones que reciben por supuesta contaminación del ambiente con metano”. Por el contrario, aconsejó participar más en las mesas de discusión del tema, mostrar datos y poner en evidencia las virtudes de los sistemas de producción que emplean, que sirven como base de la alimentación de la humanidad, que llegará a 10.000 millones de personas en 2050, según las últimas estimaciones.
Esta nota se publicó originalmente el 25 de junio de 2022
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