Si de diversificar se trata, la cordobesa Tamara Toselli tiene un enorme camino recorrido en su corta vida. Con solo 23 años, además de estar cursando el tercer año de la carrera de veterinaria en Río Cuarto, es productora agropecuaria y bombera voluntaria.
Desde siempre vivió con su madre y sus dos hermanos en Villa Ciudad de América, una pequeña comuna de menos de 2000 habitantes, enfrente al cuartel del bomberos. Cada vez que escuchaba sonar la sirena en la estación, salía rápido a la vereda de su casa para sumase a la autobomba que a toda velocidad pasaba en busca de una misión.
"Así nació mi amor por ser bombero voluntaria. A los doce años pude entrar al cuartel y hace seis que formó parte del cuerpo activo, es decir que puedo salir a los siniestros", cuenta a LA NACION.
El amor por los bomberos fue compartido también por su pasión por el campo. De chica iba al campo de sus abuelos, donde aprendió a ordeñar, andar a caballo, "domar ovejas".
Nunca abandonó ese apego por la vida rural y cuando surgía una invitación era la primera en anotarse para ir a algún campo. Fue así que cuando terminó la secundaria decidió estudiar veterinaria.
Con la pandemia, el año pasado fue distinto, con clases virtuales en la facultad decidió ayudar en los trabajos rurales en el campo que tenía su novio Patricio Moyano en Amboy, a 50 kilómetros de su pueblo. Pasaron los meses y juntos se animaron a alquilar otro establecimiento pequeño cercano donde tienen vacas, cabras, ovejas, caballos y aves de corral.
Para la cordobesa, la cuarentena se acomodaba bien a su trabajo y al estudio virtual. Pero a partir de agosto la cosa cambió: la falta de lluvias en la zona avizoraba que se venían tiempos difíciles por delante. En los meses siguientes, comenzó a vivir uno de los momentos más difíciles porque los incendios forestales en las sierras fueron en aumento y la obligó a dejar el campo y el estudio "para estar en constante alerta en el cuartel".
Los días, al igual que las noches, se tornaron eternos y duros porque la voracidad del fuego no menguaba y cada minuto que pasaba las llamas eran más grandes. Un día, Tamara, en pleno foco se quemó mucho y casi sin quererlo, su impotencia y su dolor se convirtieron en un desahogo viral en las redes.
"Volví cansada, con el alma desgarrada ante el desolador negro, con las manos llenas de lo que alguna vez fue vida, volví pero no sé si volví del todo. Una parte mía se quedó allá, en ese lugar tan triste, dónde veíamos era fuego, el aire caliente te robaba el poco oxígeno, y ya no podíamos respirar. Estábamos cansados, ya casi sin fuerzas y seguíamos peleando contra la bestia. Volví, porque siempre vuelvo después de algún incendio duro; siempre me replanteo si voy a querer ir al próximo", decía en su momento en su cuenta de Instagram. Como recompensa y reconocimiento a su labor, a fin de año fue elegida entre los personajes destacados de 2020 por la revista Gente.
Cuando pasó la tormenta, la calma regresó a su vida. Volvió a estudiar, a ayudar a su madre en el autoservicio que tiene en el pueblo y sobre todo retornó a los trabajos en el campo, que es lo que le llena el alma.
Allí se encarga de la parte forrajera, sembró gatton panic para el pastoreo de la hacienda y algo de maíz. "En el campo siempre encuentro algo para hacer. Me gusta recorrer a caballo los lotes donde están las vacas. Las cosas que aprendo en la facultad me gusta ponerlas en práctica enseguida. Fuimos implementado un sistema de engorde para la hacienda y sembrando forrajes para el invierno. La otra vuelta hice de ayudante del veterinario en una cesárea. Fue todo un desafío", relata.
Hacia adelante su meta es ir de a poco aumentado su rodeo con más vacas, por ahora de cinco propias, seguir estudiando para recibirse en los próximos años, ayudar a su madre que es quien la ayuda en sus estudios y, por sobre todo. "estar siempre al pie del cañón para cuando esa sirena suene desde el cuartel".
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