Durante los últimos tres años, la cartera de Agroindustria de la Nación ha construido desde cero una política de Estado para los biomateriales y bioproductos (también llamados materiales o productos biobasados). Se trata de aquellos obtenidos a partir de biomasa agroindustrial renovable. Biomasa agroindustrial es una noción amplia, pero se puede ejemplificar con las materias primas con un solo paso de industrialización (como el almidón, el aceite o las fibras), los subproductos (como la glicerina) o los materiales de desecho (como cáscaras, marlo y otros).
Esta política incluyó múltiples talleres con el sector agroindustrial, emprendedores, autoridades gubernamentales, expertos en tecnología y en economía de la innovación, entre otros. También demandó estudiar a otros países que han tomado la delantera en el tema.
El resultado es que ahora contamos con el Programa Bioproducto Argentino como marco de esta política. Su eje central es el "Plan de acción para los biomateriales y bioproductos", que tiene por objetivo lograr un alto consumo y producción de estas innovaciones, elaboradas en la Argentina. La estrategia, trazada a cuatro años, involucra iniciativas público-privadas y en colaboración con áreas relevantes del gobierno nacional y los gobiernos provinciales y municipales.
El plan fue elaborado por la recientemente creada Comisión Nacional Asesora en Biomateriales (Cobiomat), con métodos recomendados por las Naciones Unidas.
En la revolución de la bioeconomía, los materiales alternativos basados en materia prima renovable de origen agrícola serán cada vez más accesibles y demandados por consumidores sensibles al paradigma de la sostenibilidad, al tiempo que la utilización de plásticos y otros productos de origen fósil o provenientes de la minería enfrentan complejidades crecientes.
Para la Argentina los productos biobasados representan enormes oportunidades de industrialización en zonas agrícolas (ya que, por razones de eficiencia, las plantas deben instalarse cerca de la fuente de biomasa) y aporte a la sostenibilidad .
En este escenario, la cadena del maíz, en particular, está llamada a cumplir un rol muy importante. Casi todas las bolsas y otros elementos de bioplástico que se comercializan en el país (y se exportan) se fabrican con granallas o rollos importados que se producen a partir de almidón de maíz. Pero eso está a punto de cambiar, porque existen tres proyectos de inversión independientes para montar fábricas de bioplástico a partir de maíz en las provincias de Córdoba y Buenos Aires.
Cuando estas fábricas estén funcionando, la disponibilidad de bioplástico en mayor volumen y a menor precio permitirá que múltiples emprendedores apliquen su creatividad, en diversos diseños industriales, para ofrecer todo tipo de productos. El mercado interno entonces actuaría como pilar para una industria que, contando con esta base, podrá ganar escala y explorar una enorme oportunidad para la exportación, primero a países de la región y luego al resto del mundo. Así, los productores de maíz -junto con otros generadores de biomasa agroindustrial- ganarán una nueva opción para colocar más producción y a mejor precio.
El autor es secretario ejecutivo de la Cobiomat y director de Biotecnología
Martín Lema
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