La oportunidad de transformar el maíz en biogás tiene varias virtudes. Es un claro ejemplo de agregado de valor en origen, no sólo porque transforma un producto primario, sino porque puede convertirlo en el producto más demandado a nivel mundial, la energía eléctrica, y hacerlo en el propio campo. Tal transformación implica un cambio de estado de la energía del maíz al metano y del metano al electrón, y tiene el beneficio de poder utilizar los subproductos asociados a la generación de energía eléctrica, como es el caso de la energía térmica, a través de un equipamiento de cogeneración, y el biofertilizante.
La tecnología de cogeneración es la más utilizada en el mundo, ya que permite un aprovechamiento más de la actividad. Esta energía, en forma de agua caliente o vapor, se encuadra muy bien para calefacciones de granjas, invernáculos o secado de granos. Con respecto al biofertilizante, éste contiene todos los nutrientes que utilizó el maíz para su crecimiento, en forma inorgánica y en medio líquido, para ser devueltos a la tierra utilizada para cultivar. Puesto en números, para una planta de biogás que utiliza 500 ha de maíz, el biofertilizante retorna a la tierra 128 kg de nitrógeno (N) y 55 kg de fósforo (P) por hectárea.
La producción de biogás se completa muy bien con el aprovechamiento de efluentes pecuarios, como estiércol de granjas de cerdo, establecimientos lecheros o feedlots que logren colectarlos libres de contaminantes como tierra o arena. Las plantas de biogás también pueden sumar otros cultivos, como sorgo, alfalfa o centeno, utilizando la planta entera. Los cultivos son picados y se conservan a través del ensilado, sistema muy establecido actualmente en feedlots y tambos. Para el caso del maíz, se pica con entre 30 y 35% de humedad, aprovechando no sólo el grano sino también el marlo, las hojas y los tallos.
El biogás da la oportunidad de triplicar la facturación de una hectárea de maíz, con una unidad productiva que se suma a la actividad de cualquier establecimiento, pero sobre un producto demandado por el mercado eléctrico argentino.
El Ministerio de Energía promueve la instalación de este tipo de proyectos a través del programa RenovAr, ofreciendo contratos en dólares por 20 años. Su objetivo es incentivar la generación de energía renovable y, de esta manera, cumplir con la Ley 27.191, que busca para 2025 que el 20% de la energía generada sea renovable.
Esta es la oportunidad para dar un sentido a la rotación de los cultivos, convertir el campo en una generadora eléctrica renovable cercana a los consumidores finales, generar empleo genuino, optimizar la estructura, pasar de una facturación estacional a una mensual y cuidar el medio ambiente.
Si se instalaran 50 plantas de 1MW, se estarían quitando 7000 camiones de maíz por año hacia los puertos, descongestionando rutas, generando energía en origen, creando 350 puestos directos de trabajo y otros 700 indirectos, tributando más impuestos todos los años, reduciendo la huella de carbono, entre otras ventajas. Si pensamos que la Argentina tiene un extenso territorio de tierras cultivables, que es pionera en la producción agrícola, que el futuro es la energía eléctrica distribuida y que el objetivo está planteado con marco regulatorio establecido, sólo falta el ánimo de embarcarse en este tipo de proyectos a largo plazo.
El autor es ingeniero de la compañía Bioeléctrica
Juan Córdoba
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