El desafío de hacer frente a una de las crisis sanitarias y económicas más importantes de la historia no debe hacernos perder de vista los grandes retos que la humanidad ya enfrentaba con anterioridad a la pandemia. El mundo debe atender las demandas crecientes de una población en aumento y revertir, al mismo tiempo, los impactos negativos sobre el medio ambiente. Es imperativo transitar el camino hacia una sociedad más sostenible y equitativa.
Debido a su estrecha relación con el ambiente y los recursos naturales, su extensión territorial y sus efectos multiplicadores en la producción y el empleo, el sector agroindustrial tiene un papel trascendental en la salida de la crisis actual y el tránsito hacia el desarrollo sostenible. Lo ilustra el desempeño de la cadena del maíz, una de las más importantes por su contribución actual y potencial.
Durante las últimas cuatro campañas, el cultivo de maíz ha registrado un crecimiento significativo, del 60%, en el que estuvieron involucrados miles de productores en todo el país. Por primera vez desde 1996, la producción de este cereal en la Argentina superó a la de soja, con 50 millones de toneladas. Este incremento ha resultado en un gran aporte a la sostenibilidad, en términos económicos, sociales y ambientales.
Desde el punto de vista económico, mientras el PBI de la Argentina registró una caída del 4% entre 2015 y 2019, el Producto Bruto de la Cadena del Maíz creció un 45%. Si se suman los eslabones de carnes y lácteos, el valor agregado por esta cadena en 2019 alcanza los 19.000 millones de dólares, el 4,5% del total nacional. Asimismo, con ventas récord de granos y carne bovina, el aporte en exportaciones alcanzó los 10.600 millones de dólares, el 16% del total exportado por el país. En términos sociales, la cadena genera 728.327 puestos de trabajo directos, el 6% de los registrados en el país.
Pero es en la sustentabilidad ambiental donde el maíz hace una contribución fundamental, favoreciendo el uso más eficiente de los recursos naturales y el cuidado de un activo estratégico como es el suelo.
En la campaña actual, la rotación con maíz llega al 20%. Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, más del 90% se hace con siembra directa, y a la par del crecimiento de superficie también aumentó la fertilización y la implementación de tecnologías como el muestreo de suelos. El maíz es el cultivo más tecnológico.
Aunque estos números son extraordinarios, el potencial es muy superior. Es enorme la cantidad de productos y servicios que pueden derivarse de un grano maíz, con múltiples posibilidades de encadenamientos y nuevos negocios.
A partir de su expansión, estamos frente a la posibilidad de la conformación de polos regionales de transformación del maíz. Mucho ya está ocurriendo: la producción de etanol en Córdoba, de carne aviar en Entre Ríos, de leche en las cuencas de Santa Fe y Córdoba, y de carne bovina y porcina en gran parte del territorio.
Pero todavía transformamos relativamente poco del maíz que producimos. Para continuar en la senda del crecimiento y superar la barrera que impone el comercio internacional del grano, debemos acompañar con incentivos la conversión del maíz en alimentos, energía y otros productos. Para lo que será determinante la apertura de mercados.
Tenemos por delante una amplia agenda de trabajo, en la que se destacan tres iniciativas claves en la respuesta al imperativo de la sostenibilidad. Una es la Red de Buenas Prácticas Agropecuarias y el trabajo de más de 90 instituciones para que cada vez sean más los que hacen las cosas bien.
Pero también hay que demostrarlo, y comunicarlo. Y por eso otra iniciativa es el Programa Argentino de Carbono Neutro de las bolsas de Cereales, una acción innovadora que permitirá a nuestros productos acceder a los mercados más exigentes y capturar valor mostrando neutralidad en emisiones de carbono.
Oportunidades
La agenda se completa con la iniciativa para implementar una estrategia de desarrollo bioeconómico, que incluya a las anteriores. La Argentina está ante la oportunidad de una industrialización moderna, basada en los vínculos entre biomasa, conocimiento e innovación.
La bioeconomía es la respuesta para el crecimiento económico, la creación de oportunidades en todo el territorio y el cuidado del medio ambiente. Por capacidades científico-tecnológicas -especialmente en biotecnología-, presencia de empresas biotecnológicas -en el cluster de semillas-, un modelo productivo innovador y con buenas prácticas, y un desarrollo institucional fuerte, la cadena del maíz puede constituirse en pilar de esta estrategia.
El autor fue presidente del congreso de Maizar 2020 y es economista jefe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires
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