La ley 27.279, reglamentada en febrero del año pasado, establece ciertos parámetros para el uso responsable de envases de fitosanitarios en un marco donde los desechos plásticos constituyen una de las principales preocupaciones de los ambientalistas a nivel mundial. Para lograrlo, será clave la adopción de sistemas de trazabilidad.
El uso de fitosanitarios es indispensable en el desarrollo de la actividad agrícola. En nuestro país, se destinan anualmente 17 millones de envases para el uso de fitosanitarios, lo que representa 13 mil toneladas de plástico.
El uso responsable de estos recipientes es fundamental para el cuidado del ambiente en un contexto donde los residuos plásticos constituyen una de las principales preocupaciones a nivel mundial.
De hecho, en todo el mundo se producen más de 78 millones de toneladas de envases plásticos en el marco de una industria que maneja casi 198.000 millones de dólares. Pero de ese total solo una parte se recicla y la mayoría se desecha. En ese marco, un grupo de científicos alertó que hay tantos residuos que podrían cubrir la totalidad del territorio argentino.
Muchos de estos bidones quedan desperdigados en el campo, otros se guardan en galpones, algunos se reutilizan y otros van al entierro o quema. Lo cierto es que una gran cantidad ingresa a un mercado ilegal y otros tantos se llevan a disposición final en rellenos sanitarios no aptos.
La preocupación, en zonas aledañas a los campos donde se utilizan los fitosanitarios es grande y se puede leer a diario en las noticias, dado que su incidencia es tanto ambiental como de salud, habiendo, en ese sentido, muchas causas abiertas por su incidencia en la causa de enfermedades graves.
Con el fin de encontrar una respuesta a esta problemática, el 20 de febrero de 2018 a través del decreto N°134 fue reglamentada la ley N°27.279 de "Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental para la Gestión de Envases Vacíos de Fitosanitarios".
Esta norma establece un "Sistema Único de Trazabilidad" para el monitoreo de dicha operatoria. Es así que las compañías de fitosanitarios deben determinar procedimientos específicos que aseguren la devolución de envases vacíos por parte de productores y aplicadores en los Centros de Almacenamiento Transitorios (CAT).
Entre los procedimientos previstos pueden incluirse "incentivos económicos" o "condicionar la venta de fitosanitarios a aquellos usuarios que no realizaran su devolución".
A su vez, los CAT deben ubicarse "respetando las distancias que las autoridades jurisdiccionales establezcan respecto de áreas o puntos sensibles como establecimientos educativos, centros de salud y centros de recreación". También tienen que encontrarse alejados de los cursos de aguas superficiales y de los depósitos utilizados para el abastecimiento de agua potable.
Los productores y aplicadores tienen que disponer de sitios de almacenamiento temporales de envases vacíos de fitosanitarios, que deberán estar señalizados y ubicados en un lugar seco, cerrado, bajo techo, con protección en su superficie que impida la percolación de líquidos que pudieran derramarse.
Antes del traslado a los CAT, productores y aplicadores deben discriminar a los recipientes en dos categorías: los aptos para reciclaje luego de realizar el procedimiento del triple lavado, y los que en cambio deben ser destruidos "por contener sustancias no miscibles o no dispersables en agua".
Sin duda, esta norma deberá ser complementada con la adopción de sistemas que logren una trazabilidad individual de los bidones, desde que se fabrican hasta que se destruyen o recuperan. Actualmente se cuenta con información más amplia o general, acerca de la cantidad de kilos recuperados, pero eso no alcanza. Se requieren datos precisos sobre el destino final que se le da a esos envases.
En definitiva, el trabajo que se viene haciendo desde el Estado solo será efectivo junto a un compromiso del sector privado, y regulaciones pertinentes, que permitan el desarrollo y adopción de innovaciones que ayuden al crecimiento sustentable del agro.
El autor es gerente general del Grupo Logiseed América
Gabriel Otero
LA NACION