Los recuerdos de su niñez en el campo quedaron reflejados en una vasta obra literaria
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Benito Eduardo Lynch nació en la Ciudad de Buenos Aires el 25 de julio de 1880 hijo de Benito y Juana Beaulieu; y sobrino del reconocido folklorista y periodista Ventura Robustiano Lynch.
De muy chico se trasladó a la Estancia El Deseado en el partido de Bolívar, pero partió a temprana edad con su familia para instalarse a vivir en La Plata. Tanto marcó el campo su niñez que en varios escritos lo resalta, en el cuento “El Hombre Buey” manifestó: “Tú sabes que yo me he criado en el campo -dijo -; y has de saber también que las impresiones recibidas en la niñez se graban en el cerebro tan profundamente, que nada puede borrarlas”.
Escribió para los diarios El Día y LA NACION, también publicó en Caras y Caretas y Plus Ultra. Entre sus obras se pueden mencionar desde 1909 a 1936, entre otras, las siguientes: Plata dorada, Los caranchos de la Florida, Raquela, La evasión, Las mal calladas, El potrillo roano, El inglés de los güesos, El antojo de la patrona, Palo verde, El romance de un gaucho, De los campos porteños, y Pollos y mirasoles.
El potrillo roano estuvo recomendado por el Consejo Nacional de Educación como lectura para alumnos de segundo grado.
Sus escritos se centran entre fines del siglo XIX y principios del XX, relatando la vida interior y costumbres peculiares de la estancia y sus habitantes. Lynch es un cabal observador de la vida rural, por tal razón brinda diálogos, actitudes, tareas y hasta usos y costumbres de manera detallada.
En un reportaje de Caras y Caretas en 1925 dice Lynch: “Elegí el gaucho, como el personaje esencial de mis obras, porque ya es un tipo hecho, completo. El hombre de la ciudad es todavía transitorio.”
En “El romance de un gaucho” bien aclara Lynch que en sus años de su niñez campera conoció a un peón llamado Sixto Reyes, conocido por el resto de la peonada como “El viejo perro”. Don Sixto, de procedencia desconocida, se enfermó a los pocos días del conchabo y por caridad de la dueña de casa, Doña Juana, se quedó en la estancia. Benito lo sorprendió muchas veces escribiendo en su catre una historia en pedazos de papel de estraza o de envoltura de tabaco. El gaucho Reyes murió una tarde de otoño, y con buen tino, Benito buscó y salvó de la destrucción la historia escrita en muchas hojas de distintos formas y tamaños para publicarla, en su totalidad y con correcciones de escritura, treinta años más tarde en lenguaje gauchesco.
En una carta de 1938 Lynch manifiesta: “El incendio de campos que describo en Raquela constituye uno de mis recuerdos más vividos?. Fue el primero que me tocó presenciar siendo niño aún y ocurrió en la provincia de Buenos Aires, partido de Bolívar y en un establecimiento de campo denominado “El Deseado” y de propiedad de mi padre”.
Justo P. Sáenz le escribió al leer el cuento “Travesiando”: “¡Qué maravilla es eso de Travesiando?..!. ¡Imposible que nadie logre escribir nada más humano, más gaucho, más exacto!”
Sus obras literarias fueron llevadas a la pantalla grande: en 1938 Los caranchos de La Florida con la dirección de Alberto de Zavalía y las actuaciones de José Gola y Amelia Bence; en 1940 El inglés de los güesos dirigida por Carlos Christensen y con las actuaciones de Arturo García Buhr y Anita Jordán; y en 1961 El romance de un gaucho con Walter Vidarte y Lydia Lamaison, la dirección de Rubén W. Cavallotti y el guión de Ulyses Petit de Murat.
Falleció en La Plata el 23 de diciembre de 1951.
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