AZCUENAGA.- Este pueblo de Azcuénaga, en el partido bonaerense de San Andrés de Giles, tal como sucedió con tantos otros, nació frente a las instalaciones ferroviarias, las que en otros tiempos significaron un relevante signo de progreso. Su nombre perpetúa la memoria del Brigadier General don Miguel de Azcuénaga (1754-1833), miembro de la Primera Junta de Gobierno en 1810 y militar de vasta trayectoria en nuestra historia.
El jueves 1º de abril de 1880 quedaba habilitada al servicio público la estación Azcuénaga, del entonces Ferrocarril del Oeste, administrado a la sazón por la provincia de Buenos Aires. En esa ocasión, al parecer sin actos protocolares, llegaba el primer tren con máquina de vapor, procedente de la estación del Parque, sita en el solar donde hoy se erige el Teatro Colón, en Buenos Aires. Se trataba del ramal que unía Luján con Pergamino, vendido más tarde al Ferrocarril Central Argentino, convertido luego en FC Mitre.
Una sencilla casilla de madera fue el núcleo inicial de la estación, reemplazada luego por un imponente edificio de dos plantas coronado en techo piramidal de tejas francesas. Su parte superior servía para vivienda familiar del jefe de estación, respetado personaje pueblerino. Cuesta imaginar lo que habrá sido observar semejante construcción en medio de la llanura.
Poco después de su inauguración, la estación fue centro de acciones militares durante la Revolución de 1880 o Revolución de Tejedor, lucha entre la Nación y la Provincia de Buenos Aires, que dio origen a la Capital Federal.
Tras la llegada del ferrocarril comenzó a tomar forma la idea de crear un pueblo frente a la estación. Así fue que por iniciativa del primer jefe de estación, don Ascencio Ezquiaga, se logró que un estanciero de origen irlandés, don Juan Cunningham, dueño de la estancia La Paloma, donara unas dieciséis manzanas de terreno para la formación de una localidad, lo que sucedió desde principios de 1885.
Con las primeras ventas de tierras en el nuevo pueblo rural, comenzaron a instalarse diversos comercios destinados al abastecimiento de los pioneros que se fueron radicando en la incipiente población, en su mayoría inmigrantes españoles, italianos, franceses e irlandeses, sumados a las familias criollas de antiguo arraigo en la zona. Surgieron así los primeros almacenes de ramos generales, donde podía comprarse de todo un poco, desde artículos de tienda y de bazar hasta materiales de construcción y herramientas de trabajo. Los primeros negocios de este tipo fueron la Casa Terrén, en 1885, El Americano, de Lascano, y el almacén de Juan Pichi.
Epoca de fondas
El movimiento generado por el ferrocarril, con el acarreo y acopio de cereales y la compraventa de frutos del país, dio lugar a la instalación de casas de comida con alojamiento, conocidas popularmente como fondas. Dos fondas principales tuvo Azcuénaga: la de Carniglia y "El Piamonte" de Sforzini, en la que actuaron payadores y cantores nacionales.
En lo religioso, cuenta con una magnífica capilla católica, puesta bajo la advocación de la Virgen del Rosario, inaugurada el 6 de octubre de 1907. En su mayor parte fue fruto del aporte de la numerosa colectividad irlandesa que en esa época poblaba estos campos.
El golpe dado por el cierre del ramal ferroviario, que como una ironía del destino ocurrió al cumplirse su centenario, en 1980, y la posterior desaparición de viejos comercios y de la cuadrilla ferroviaria, puso al pueblo al borde de su extinción, situación que hoy se busca revertir a través del turismo rural y sus beneficios.
El autor es investigador histórico y director de la publicación "Azcuénaga y su gente".
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