La eliminación del Impuesto País y de los derechos de exportación son condiciones necesarias para que los precios relativos respondan a un mercado sin distorsiones; el retroceso del dólar exportador
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Se avizora un nuevo horizonte que despejará los nubarrones que a lo largo de la historia nos han sesgado el crecimiento sostenido. Los primeros pasos están dados, con la acertada y esperada eliminación de restricciones para exportar y paulatinamente para importar; con la esperanza de que las reservas del Banco Central (BCRA) se recompongan en la cantidad suficiente para poder acceder a dólar sin limitaciones y, de esta manera, aumentar la oferta y la competencia de insumos estratégicos para la cadena agroindustrial.
El sendero a recorrer es largo: hay piedras y baches relevantes en el camino, pero aceptar este desafío es primordial para propiciar un mejor futuro. Mientras avanzamos hacia la consolidación de los superávits gemelos, deberían eliminarse, aunque sea en forma progresiva, las alteraciones que crean los impuestos distorsivos, que atentan en contra de la eficiencia productiva y deterioran la competitividad.
Los precios relativos están distorsionados por diversos motivos y, si bien parte se irán acomodando a medida que el plan de estabilización avance, debemos tener en cuenta los factores que los alteran.
El Programa Incremento Exportador estableció a lo largo de su vigencia diferentes condiciones para corregir un dólar oficial artificialmente bajo durante el gobierno anterior. Hoy con la devaluación del 122% y una manifiesta tendencia a que los valores de los dólares financieros tiendan a unificarse con el oficial, este programa va camino a autoeliminación. Recordemos que el índice dólar exportación se conforma liquidando el 80% a través del Mercado Único Libre de Cambios [MULC] y 20% del valor del Contado con Liquidación, por lo tanto, a medida que los dólares financieros y el oficial tiendan igualarse, el incentivo del PIE desaparece, y el programa pierde sentido.
Este índice del dólar exportación alcanzó su máximo el 2 de febrero del presente año: se había ubicado en 919,45 pesos por dólar, contra un 888 actual. Esto significa que se redujo en un 3% aproximadamente. En el futuro, quizás no muy lejano y a pesar de que el crawling peg, se ha quedado corto con el 2% mensual, los diversos dólares se unificarán.
Además de las distorsiones que ha generado el dólar exportación por, el PIE, otro responsable es el dólar importación, cuyo valor se ubica en 860 más el Impuesto País, dando como resultado 1010 pesos por dólar. Este impuesto encarece los insumos estratégicos y la adquisición de tecnología de punta que aumentan la productividad.
Debe recordarse que, a diferencia de otros sectores de la economía, el agro es tomador de precios internacionales y locales. Por lo tanto, el productor no puede transferir el aumento de sus insumos a los precios, por ello cualquier aumento en sus costos disminuye o diluye su beneficio.
La eliminación del Impuesto País para importar y de los derechos de exportación son condiciones necesarias para que los precios relativos respondan a un mercado sin distorsiones. Estamos caminando hacia la unificación del valor del dólar, pero si se mantienen los impuestos distorsivos, cada cultivo, producto o sus derivados tendrán un valor diferenciado que disminuye la competitividad.
Es prioritario eliminar las distorsiones impositivas que alteran los precios relativos
Es obvio que los derechos de exportación modifican el valor del dólar por tonelada producida y vendida de todos los productores, independientemente de que su mercadería procesada o no, se destine a la exportación. Tal es el caso de la soja, que del valor del dólar exportación se descuenta un 33%, un 12% en el trigo y el maíz y un 9% en la carne, para dar solo algunos ejemplos.
El valor del dólar para un productor de soja es de 594 pesos, pero para comprar insumos requiere 1010 pesos por dólar, cerca de un 70% mas del valor del dólar que recibe. Por ello los derechos de exportación deben desaparecer.
Es prioritario eliminar las distorsiones impositivas que alteran los precios relativos. Debemos tener en cuenta que si los combustibles, las tarifas eléctricas y de gas, los servicios en general se ubican y ubicarán en valores internacionales, los productos que ofrecen los productores agropecuarios también deben estar a valores internacionales y hoy con los derechos de exportación se encuentran muy por debajo de los precios que reciben nuestros competidores.
Por ello es necesario anunciar un programa para la eliminación progresiva de estos impuestos distorsivos: el solo anuncio de su reducción creará nuevos incentivos a la inversión, que a su vez impulsará la producción y mejorará la productividad, dinamizando la economía para consolidar un superávit fiscal sin artilugios y un superávit comercial sostenible y creciente.
Nos adentramos en un escenario en el cual la libertad del mercado con sus fuerzas de oferta y demanda regirán los negocios, pero debemos caminar hacia la igualdad de condiciones con nuestros competidores, impulsando una mayor inversión, que a su vez creará empleo privado, arraigo y desarrollo sostenido.
El formidable peso de agro en las exportaciones: aún en el marco de la sequía, la agroindustria representó el 55% de las exportaciones argentinas en 2023
— BCR Mercados (@BCRmercados) March 16, 2024
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Los empresarios agropecuarios vislumbran un renovado amanecer con clima de negocios más amigable para producir más y mejor. El sector agroindustrial es el que más invierte año tras año y anhela un acuerdo político que brinde seguridad jurídica a los cambios necesarios para impulsar su productividad. Mejorar la competitividad sistémica en todo nuestro territorio es una necesidad para todos los sectores productivos; tenemos la oportunidad histórica de lograrlo, no la desaprovechemos.
El autor es consultor en agronegocios y energías renovables
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