La originalidad del insigne don Hilario Ascasubi al referirse al payador Santos Vega consistió en omitir las alabanzas que siempre mereció aquel payador "de la larga fama", y en cambio presentarlo viviente y en acción para resaltar todas las cualidades en ese momento. Santos Vega evoca brevemente los sucesos de la estancia La Flor.
Ascasubi nos presenta a Santos Vega encontrándose casualmente con el gaucho Rufo Tolosa, porque llevaban el mismo camino que seguía el paisano dirigiéndose a su rancho.
En ese relato evoca en su asombro los nombres de los patrones "cristianos" y "nobles" donde fueron recogidos y educados con gran amor y esmero los mellizos que dan lugar al doble título de la obra de Ascasubi: Santos Vega o Los mellizos de La Flor; los mellizos son como una figura de Abel y Caín gauchos: uno de ellos todo bondad, cristianismo y amor, y el otro que se convirtió en matrero y asesino.
El gaucho Tolosa, maravillado como todos de su encuentro con Santos Vega, lo invita, ya que llevaban el camino de su rancho, a hospedarse en él, para que su compañera y esposa pueda gozar del canto del payador que maravillaba a todos.
Santos Vega acepta y pasa unos días en aquel rancho hospitalario si bien modesto, no carente de las principales posesiones que debe tener un gaucho de la época. Allí no faltan comodidad para alojar a Santos Vega, ni el sabroso asado ni el mate cordial. Durante esos días siempre hubo unas horas dedicadas a deleitarse escuchando al payador.
En una de esas dulces endechas surge el relato de una Navidad en la estancia. El pesebre, o nacimiento, ha sido preparado con amor por todos los habitantes de la estancia. No sólo La patrona ha cedido para formar la cabeza del cometa milagroso su plaqueta de valiosísimos diamantes a la que adosaron manos cordiales una larga cola de cartón dorado, sino que se ofrecen a la vista esos enternecedores anacronismos que se dan hasta hoy en nuestros nacimientos: un niño Jesús rubio y sonrosado de fina porcelana, con brillantes ojitos celestes engarzados en ella, la virgen y San José, los pastores vestidos a la usanza europea, como que de allí han venido en un previsor encargo a un amigo viajero por alliende los mares; ovejas de razas indefinibles bebiendo en un lago formado por el fino espejo veneciano de La patrona y hasta tres reyes venidos de Oriente conduciendo camellos que llevan enormes fardos formados con fina tela que aprestaron las muchachas de la estancia y que figuran ser regalos para el Niño: oro, como a verdadero rey; incienso, como a verdadero Dios, y mirra, como a verdadero hombre que sufrirá en la redención el martirio de la cruz.
En el rancho, vibró la voz de Santos Vega, que se acompasaba con las armonías de su guitarra y el gaucho y su esposa y el payador mismo revivieron la emoción de aquella Navidad en la estancia La Flor.
Como modesta ofrenda ante ese pesebre navideño, dejo mi breve poema Navidad gaucha en tres palabras:
Dijo por primera vez:
-¡Mama!
(como todos los gurises gauchitos)
Dijo por primera vez: -¡Tata! (como todos los gurises gauchitos)
Una Virgen Inmaculada y Dios Padre le respondieron: ¡m'Hijo !
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