Prudencio Hernández, un hombre entre las atadas y la creación de escenas rurales pobladas de seres exóticos
El amor de Prudencio Hernández por los carruajes nació en su tierna infancia, cuando contemplaba fascinado los carruajes de su abuelo.
Tuvieron que pasar años para que Hernández, que a los 18 años ya manejaba el campo familiar por la enfermedad de su padre, pudiera dar rienda suelta a su amor a estos vehículos. Se compró un vis-à-vis (carruaje que usaban los estancieros) y el sulky que usaba cuando era niño, iniciando la colección que lo volvería en uno de los referentes indiscutidos del tema.
Más tarde, su pasión se convirtió en un entretenimiento para toda la familia, en su casa de Capitán Sarmiento. "Cuando no sabíamos qué hacer con los chicos, nos juntábamos con nuestros vecinos, los Gutiérrez Zaldívar, y los sacábamos a pasear en los carruajes. Después hacíamos un picnic en el borde del río, que terminaba abruptamente cuando alguno de los chicos se caía al agua", recuerda entre risas.
Hasta hoy, una de las pasiones de Hernández es organizar almuerzos campestres, que emulan el Almuerzo sobre la hierba, de Claude Monet.
Con el tiempo, el hobby se volvió casi una profesión. Junto con Cynthia y May Perkins, fue uno de los iniciadores del Club Argentino de Carruajes, que reúne a los coleccionistas y organiza atadas, que son competencias entre carruajes.Además, Hernández fue consagrado campeón nacional de Tiro de Cuatro Caballos en 2007 y participa todos los años de la Rural de Palermo.
La pasión por los carruajes no impide que Hernández cultive cada vez que puede otro de los gustos que adquirió en su infancia: el de la pintura.
Formado por Ideal Sánchez y pintor desde los 15 años, Hernández ganó su primer premio de pintura a los 17. Hacía obras surrealistas, hasta que una amiga le dijo: "Prudencio, tus cuadros me encantan, pero no puedo comer frente a ellos". Esa frase determinó que Hernández volviera a pintar las imágenes de su infancia, relacionadas a la naturaleza y a la vida tranquila de los pueblos.
Lentamente, a la par de su evolución como artista, los paisajes rurales y las escenas de pueblos perdidos se poblaron de seres exóticos, como jirafas y elefantes, y hasta ángeles. "Soy místico, por eso incluyo ángeles", dice. Otros elementos predominantes en su obra son el cielo inmenso de la pampa húmeda y la luz del sol.
Como discípulo de Cristina Santander, Fernández expuso en galerías como Witcomb, Lirolay, y la Fundación BankBoston.
Las escenas naífs de Hernández fueron bien definidas por el crítico Fermín Fevre. "En momentos en que la pintura es, para muchos, un medio expresivo conflictivo de su desencanto existencial, Hernández eleva un canto pictórico-poético que reivindica la condición esencial del arte como expresión del espíritu."