Se trata de Eduardo Tuite, que en Campana logró trabajar con diversas variedades; este año exportará a Perú
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Nacido y criado en Venado Tuerto, en el sur de Santa Fe, en medio de la pampa húmeda y desde siempre con un vínculo con el sector agropecuario, hace 14 años Eduardo Tuite decidió que era momento de volver a sus raíces: el campo. Con ese espíritu innovador, heredado de sus padres, emprendió un proyecto vitivinícola con una gran salvedad: en Campana, a solo 65 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.
“Toda la vida, la familia de mi padre y mi madre se dedicaron a la agricultura y a las vacas. Fui criado con esa pasión. Recuerdo a mi viejo que, con cualquier manguito que tenía, buscaba la posibilidad de comerse alguna hectárea más o invertir en algún tractor. Por eso, luego de trabajar en turismo más de 20 años y pensar distintas alternativas, me metí a hacer un proyecto vitivinícola cerca de Buenos Aires. Básicamente lo que hice fue unir mi historia personal que tiene que ver con el campo con mi vida profesional”, cuenta Tuite a LA NACION.
Con el nombre de Bodega Gamboa (apellido de su madre), a sus 32 años comenzó un nuevo desafío en un campo arcilloso y quebrado de 74 hectáreas, rodeado de la Reserva Otamendi y cerca de Buenos Aires, ciudad donde vive. En primer momento, con el asesoramiento de expertos en la materia, se plantaron unas cuatro hectáreas de Pinot Noir, Malbec, Cabernet y Cabernet Franc.
“La inspiración de Gamboa surge por las ganas de tener un emprendimiento con viñedos, de elaboración de vino cercano adonde vivo yo para poder ir todos los días, todas las semanas a disfrutar del proyecto. Hoy Gamboa es el proyecto vitivinícola más cercano a la ciudad de Buenos Aires”, dice.
Según detalla, Marcelo Chocarro, gerente general de la bodega, era “el lugar ideal”, aunque muchos decían que era para desarrolar un barrio cerrado. “En un principio fue prueba y error. Fue un proyecto que tuvo sus contratiempos, de encontrarle la vuelta a las variedades, hasta que arrancó”, describe.
Para esto armaron un viñedo biblioteca que incluían otras uvas como Tempranillo, Riesling, Merlot, Tannat, Sauvignon Blanc, a fin de ir probando cuáles eran las cepas que mejor se adaptaban al suelo y clima de Campana, a ese terruño: “Es un negocio que se refleja en 10 años de cosecha, tal vez, hasta encontrar cuáles son las variedades que funcionan mejor en el tiempo”.
Otro de los inconvenientes: una vuelta que fueron a cosechar se encontraron que los pájaros les habían comido toda la uva que había. “A partir de eso, en época de vendimia, cuando la uva cambia de color, de verde a morado (envero) se ponen unas redes enormes y se tapa todo el viñedo para que los pájaros no puedan ingresar”, relata.
De a poco y a pulmón, comenzaron a elaborar pequeñas cantidades los vinos en un galponcito, con barricas y con “huevitos de plástico que son uso alimentario”. Pasaron unos años y en el 2020, con unas 2000 botellas, la bodega logró su primera cosecha de Pinot Noir, Malbec y Cabernet Franc.
En 2021 sumaron otras tres hectáreas más con Tannat, Ancellotta y Sauvignon Blanc. “Con siete plantadas, hoy estamos ya en la cuarta cosecha comercial, de volumen y se van a plantar siete más. Ya tenemos tanques de acero inoxidable, control de temperatura y equipo de frío: ya somos una bodega clásica”, añade.
Una vuelta de tuerca del negocio
La inquietud de Tuite no iba a quedar ahí. Bajo el nombre de “Mi finca Gamboa”, decidió sumar socios al proyecto, donde cada uno posee una parcela de 50 viñas (cinco hileras por 10 hileras) en la que tiene oportunidad de realizar todos trabajos culturales de viñedo: cosecha, poda, brotación y trabajos del suelo. “El viñedo se divide en 130 parcelas y ya está vendido el 80% del proyecto con compradores amantes del vino. Cada socio que adquiere una parcela tiene derecho a 150 botellas por año, a las que le puede poner su propia marca y etiqueta. Además, participa de actividades propias del mundo del vino que la bodega propone en exclusiva, como catas y festivales”, señala.
En cuanto al destino de la producción, Chocarro detalla que una parte va para el restaurante que está en el predio y otra buena parte para los socios. Asimismo, con un trabajo previo en Perú, este año tendrán su primera exportación a ese país en agosto con 10.000 botellas.
Con la innovación a flor de piel, Tuite busca que su bodega se convierta en “inclusiva”. Por eso están en conversaciones con Mateo Salvatto, avanzando en accesibilidad con su app “Háblalo”.
“Es para que la gente no vidente o problemas motores pueda venir y disfrutar de la bodega a pleno. En España está Valdemar que es pionera en el mundo en ser una bodega inclusiva. Agregar valores que impacten en la sociedad siempre fue uno de nuestros objetivos”, finaliza Chocarro.
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