La Argentina parece estar signada por oportunidades desperdiciadas: "Lo que pudo ser", "lo que no nos dimos cuenta a tiempo" o "lo que vimos cuando ya era tarde" son lamentos que se repiten en nuestra historia social, política y económica. Sin duda son múltiples los factores para explicar esto, pero quiero detenerme en dos de ellos: nuestras divisiones y nuestra mirada de corto plazo. El campo y la agroindustria argentina, lejos de ser una excepción, aparece casi como un paradigma de este drama nacional: teniendo todo a favor, nos enredamos entre egoísmos y problemas de la coyuntura.
El campo argentino estuvo en casi toda su historia tan dividido como el país. Sin embargo, hace apenas cuatro años, en 2008 y con el conflicto por la 125, surgió la Mesa de Enlace y un movimiento en torno al sector que fue capaz no sólo de articular toda la diversidad del mismo sino además ponerlo en diálogo y acuerdo con vastos sectores del resto de la sociedad. Grandes y pequeños productores, interior, pueblos y ciudades, todos estaban juntos, y se obtuvo el logro concreto del rechazo parlamentario al aumento de retenciones. A contramano de nuestra historia de divisiones, el campo parecía darnos a todos una lección de trabajo y logros conjuntos, aun en las diferencias. Pero pronto volvió la Argentina de siempre: a la hora de pasar de la queja y la protesta a las propuestas el sector se disgregó, sus dirigentes y los políticos que se habían acercado tomaron caminos separados, y desde eso momento hasta hoy ha primado la división por la coyuntura y la incapacidad de generar un proyecto común. Algunos afirman en estos días que el renovado conflicto agropecuario que está ocurriendo en tierras bonaerenses con el revalúo inmobiliario es una puerta para el retorno a la unidad: sin entrar en el fondo de ese asunto, considero que en todo caso este conflicto sólo reafirma que seguimos moviéndonos entre las divisiones y el corto plazo.
Si en estos años la agroindustria hubiera sido capaz de acordar entre sí y proponerle al país un esquema productivo y su correlato en una reforma impositiva justa e integral, creo humildemente que hoy no enfrentaríamos este problema.
Mucho se ha dicho y es unánime el acuerdo respecto de la enorme oportunidad que brinda el mundo a los productores de alimentos. Aún con la actual crisis económica y financiera global, que tendrá impacto en la demanda de nuestros productos, todos los estudios consideran que tenemos las condiciones para enfrentarla mejor que otras naciones y que el ciclo de precios altos de alimentos seguirá por mucho tiempo. La población de los países desarrollados podrá ajustar su consumo de ciertos bienes y ver crujir su sistema financiero, pero sigue necesitando de los alimentos que nosotros producimos. Por otro lado, y con mucha razón, están aumentando las voces y los intereses mundiales que pugnan por buscar algún tipo de solución global al grave problema ético y social del hambre. Todo este nuevo mundo se conjuga para darle a la Argentina, todavía y a pesar de todo, una enorme oportunidad.
¿Puede cambiar la Argentina de siempre para aprovechar el nuevo mundo? Hay buenas señales. La discusión del Plan Estratégico Alimentario 2020 (PEA) es una oportunidad. A su vez, nadie duda de que tenemos mucho conocimiento, aunque disperso: las entidades, grupos de productores de punta, fundaciones, universidades, empresas, emprendedores, cadenas de valor, profesionales independientes, son apenas los actores más destacados de un gran universo de personas y organizaciones de alta capacitación técnica que tiene nuestro país.
Más acuerdos
Para aprovechar las oportunidades y no volver a lamentarnos por "lo que pudo ser", necesitamos articulación e integración. Necesitamos trabajo en conjunto de toda la agroindustria y abierto al resto de la sociedad. Necesitamos menos enfrentamientos y más acuerdos, y todos tenemos que aportar algo y resignar algo para eso. Necesitamos que de ese trabajo conjunto salgan horizontes, propuestas, acciones, un proyecto productivo y, en definitiva, un aporte concreto a un proyecto de país.
El nuevo mundo y sus oportunidades están allí. El pasado puede habernos dividido. El presente puede ser complicado. El futuro puede unirnos, y nos está esperando.
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