Juan Manuel de Rosas (1793-1877), fue un militar, estanciero y político argentino que ocupó la gobernación de la provincia de Buenos Aires en dos oportunidades. Dispuso de poderes políticos extraordinarios. Dirigió el país hasta 1852, (batalla de Caseros), cuando debió exiliarse en Gran Bretaña.
En 1830, Rosas vivía en Bolívar y Moreno. En esa época las familias porteñas tenían sus residencias en el centro de la ciudad, pero el gobernador prefería la soledad, por eso escoge para su nuevo hogar el área que se denominaba Palermo (por Juan Domínguez Palermo, antiguo propietario de esas tierras bajas, anegadizas y pantanosas). Esta zona es el cruce de las actuales avenidas del Libertador y Sarmiento, esquina donde estaría ubicado el caserón. Rosas comienza las obras en 1836 y para 1838 se muda y habita ahí junto a su hija hasta 1852. Fue construido por el ingeniero español Felipe Senillosa (según el arquitecto Horacio Pando) otros autores nombran a Miguel Cabrera y a Nicolás Descalzi como encargados de las obras.
Podemos decir que Rosas actuó como desarrollador urbano. A una zona deprimida la dotó de atributos que contribuyeron a que se transformara en un área de calidad.
El conjunto de Palermo se pensó a partir de un trazado básico que respondía a los caminos, zanjones y circulaciones existentes. Para las obras, el suelo bajo existente se rellenó y compactó, se crearon canales de riego y desagüe, se sembraron árboles frutales y fue dotado de glorietas, pérgolas, piletas, estatuas, bustos de mármol y un lago navegable.
El edificio consistía en un rectángulo de una sola planta con cuatro construcciones en forma de torreones en cada esquina. Hecho en su totalidad de ladrillos y pisos de baldosas. Rodeado por pilares de mampostería y rejas de hierro. El conjunto medía 76 x 76 metros.
El concepto fue el de habitaciones alrededor de un patio central, con galerías y pasillos en sus lados. En el torreón, hacia el sur, estaba instalada la capilla dedicada a San Benito de Palermo y es por esta razón que muchas veces se menciona la casa de Rosas con este nombre. El techo tenía azoteas y barandas de hierro. Las habitaciones de su hija Manuelita y el salón de fiestas daban a la actual avenida del Libertador, el dormitorio de Rosas miraba al río.
En el interior había calidad pero no ostentación, decorado en forma sobria y sencilla dentro de la rusticidad de la época, respondía a personalidad de su dueño. Cortinados de seda roja, muebles de caoba, espejos, iluminación con faroles de aceite, un piano, alfombras, estufas y una gran biblioteca.
La vida doméstica estaba organizada, con fiestas, eventos y salón de bailes. El exterior estaba abierto al público para ver los animales que vivían en los jardines: avestruces, llamas, teros, gavilanes, etc.
El caserón remitía a un estilo colonial de casa de patios, pero a una escala más monumental y fue parte de una corriente que quiso rescatar valores tradicionales y replicarlos en la arquitectura oficial. Rosas buscó deliberadamente una afirmación de sus ideas federales y diferenciarse del estilo europeo. El complejo fue más que una casa, ahí se gobernaba, recibía embajadores y políticos.
A la caída de Rosas, en la batalla de Caseros, el caserón fue ocupado por Justo José de Urquiza, a cargo del gobierno de la Confederación, quien también tendría su propio palacio en la provincia de Entre Ríos (imitación modernizada de la casa de su adversario). El edificio fue descuidado y el jardín destruido. Sirvió de sede a la Primera Exposición Agrícola Ganadera del país. En 1870 se designó como Colegio Militar de la Nación. Luego será ocupado por la Escuela Naval hasta 1898. Posteriormente, toda la zona pasó a denominarse Parque 3 de Febrero.
El 3 de febrero de 1899, aniversario de la batalla de Caseros, y afín con el llamado «progreso liberal» de la época, el caserón fue dinamitado por orden del presidente Julio A. Roca. Ideologías aparte, la destrucción no fue entendida como la pérdida de un edificio histórico, sede del gobierno nacional ni su extraordinario valor patrimonial.
En 1985 un grupo de arqueólogos encabezados por Daniel Schávelzon y Jorge Ramos (autores del libro “El caserón de Rosas, Historia y arqueología del paisaje de Palermo”), con la intención de recuperar parte de nuestra historia, realizaron una serie de excavaciones en el lugar donde estaba el caserón encontrando pisos de ladrillos, baldosas, cimientos, paredes y diferentes objetos de esa época. En 2013, hallaron parte de los baños de la residencia.
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