Se trata de Mechita, a 200 km de Buenos Aires, entre Bragado y Alberti; sus pobladores reivindican un legado a través de un espacio cultural
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En el corazón de Mechita, un pequeño pueblo del partido bonaerense de Bragado nacido al calor del desaparecido Ferrocarril Oeste, la historia parecía desvanecerse entre rieles oxidados y talleres vacíos tras la privatización de los trenes en los años 90. Sin embargo, en 2001, un grupo de vecinos motivados por preservar su legado decidió formar una comisión para rescatar su memoria a través del Museo Ferroviario local. Mechita pasó de tener 5000 habitantes en sus mejores épocas a 1800 actualmente, luego del cierre de sus talleres y el éxodo rural.
Mechita debe su nombre a Mercedes Quintana, la hija del expresidente Manuel Quintana, quien en 1904 cedió las tierras de su antigua estancia Los Manantiales para la construcción de los talleres y 110 viviendas para los obreros del ferrocarril Oeste. Sus habitantes hoy cuentan que el pueblo nació cuando los empresarios ingleses, entonces propietarios del ferrocarril, que con el tiempo pasó a ser el ferrocarril Sarmiento, trasladaron los talleres de reparación de locomotoras y vagones desde Bragado a ese predio.
La historia cuenta que, después de varias idas y vueltas, en 1910 se inauguró finalmente la estación Mechita, que está a 200 km de Capital. La localidad con alma de acero está ubicada más precisamente en el límite entre dos jurisdicciones, donde el 77% de su población reside en el partido de Bragado y el otro 23% en Alberti, provincia de Buenos Aires. En tanto, la estación Mechita está en Bragado.
“En 2003 fundamos la comisión a cargo del museo, y en 2006, cuando cumplimos los 100 años, el pueblo cobró protagonismo. Comenzamos a trabajar para impulsarlo y poner en valor la historia”, dijo a LA NACION Fabián López, presidente del Museo Ferroviario Mechita. El museo está dividido en salas que invitan a un viaje en el tiempo, según contó, donde cada rincón tiene su propia historia.
Los pobladores intentan evitar que su historia quede en el olvido y que todo lo que representaba Mechita en sus mejores tiempos, como el polo ferroviario clave en la Argentina, se esfume. Para poner en valor su esencia han impulsado talleres de carpintería y hasta los controles de locomotoras. Tal como narró López, en 2006, después de años de trabajo, el Museo finalmente cobró vida.
A lo largo de más de 100 años, este espacio que hace a la riqueza cultural de los pueblos rurales, se convirtió en el guardián de una rica historia que había estado a punto de desaparecer. “Lo que queremos es volver a recordar todo esto en el Museo, es por eso que trabajamos en esto”, agregó. De esta forma, según sus propios habitantes, Mechita no es un simple lugar en el mapa, sino un testimonio vivo de lo que fue un pilar de la Argentina industrial de los viejos tiempos.
Ahora, en este espacio no solo se preservan “los objetos y documentos”, sino que se repasan las vivencias de los fundadores, quienes fueron ferroviarios e impulsores de la Argentina pujante a lo largo del tiempo. Algunos de los que hoy integran la comisión, ya jubilados o en actividad, son los guardianes y encargados de dar vida al museo. La primera comisión de 2003 fue presidida por Roberto Silva, un exempleado ferroviario. En total son 14 miembros desde su origen. “A partir de esto comenzó a llegar mucha documentación y cosas del ferrocarril que hoy no se usan más y están en el museo”, acotó.
“El pueblo nació por el ferrocarril. Se creó un barrio ferroviario llamado Colonia, después surgió la historia de Mechita”, puntualizó. Después de una pausa, la comisión volvió a tomar impulso este año, renovó su misión de hacer del museo un atractivo turístico. En este caso, las redes sociales han jugado un rol clave para darle visibilidad al lugar, y cada vez son más las personas, sobre todo los más jóvenes, que lo descubren y que de alguna manera ponen en valor la joya ferroviaria.
“Esto se retomó para que el pueblo y el Museo se conviertan en un atractivo turístico”, mencionó López. Hoy los talleres están activos con una empresa privada. Hasta Bragado continúan transitando los trenes: hay tres servicios semanales a Capital. El museo está abierto los fines de semana a partir de las 14.
“Lo que ha cambiado es el interés de los chicos. Hay cosas que no conocen y a veces no les daban el valor. Ahora se está acercando gente joven que le da un valor importante al museo”, contó. Los vecinos también trabajan incansablemente para que el ferrocarril no desaparezca. “La raíz ferroviaria de toda una generación está desapareciendo”, lanzó. El pueblo busca revitalizar su historia y revalorizar su patrimonio cultural, por eso, los residentes han decidido involucrarse con la idea de convertir a Mechita en un destino turístico.
En el apogeo del polo ferroviario, llegaron a trabajar más de 2000 personas entre los talleres de carpintería, la playa de control y locomotoras. Este centro no solo era fundamental para la reparación y mantenimiento de locomotoras y vagones, sino también para coordinar el movimiento de trenes en la región. “Como era exclusivamente ferroviario el pueblo, cuando se cerró el ferrocarril, la gente emigró”, resumió. En la localidad también han nacido figuras de renombre como el artista visual, Juan Doffo; el artista plástico y escultor, César Giommi, entre otros.
Como se mencionó, el pueblo sigue viendo pasar trenes tres veces por semana hacia Buenos Aires, como en los viejos tiempos. Y, aunque el esplendor del ferrocarril ha mermado con los años y el avance de la tecnología, el Museo quiere seguir vivo. Para sus pobladores ya no es solo un rincón olvidado de la historia argentina, sino un testimonio de cómo la memoria puede mantenerse a través del esfuerzo comunitario.
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