La actividad podrá alcanzar su verdadero potencial si vincula a sus distintos eslabones con el concepto de cadena; presión impositiva y certificación son dos temas clave para abordar
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Múltiples actores conforman la actividad económica del cultivo de algodón. Pero su realidad es compleja y no se aprecia un rumbo estratégico. Hay productores pequeños que desaparecen por falta de herramientas para enfrentar la escala y productores medianos que incluyen diversos cultivos para mantener una rentabilidad promedio de subsistencia. También hay desequilibrios impositivos que atentan contra la sostenibilidad del cultivo, una gobernanza que no plantea políticas públicas que favorezcan a la actividad y sus beneficios económicos y sociales. Además, hay autoridades provinciales que miran para otro lado cuando se presentan los problemas y que cierran filas cuando hay que apretar con registros e impuestos superpuestos.
Nada de lo arriba expuesto es desconocido por los actores de la cadena porque año tras año sufren las consecuencias de la desidia gubernamental y del desinterés individualista de la actividad privada por organizarse.
Esta cadena no tracciona, porque sus eslabones están desenganchados, especialmente el último: el consumidor quien es el que ejerce la fuerza de tirar de la misma, alineando todos los eslabones, para lograr mover el producto (desde el productor algodonero) hasta las tiendas comerciales físicas y virtuales de vestimenta.
De nada servirá que cada sector (eslabón) se organice en asociaciones o gremios, si no se tiene la organización generalizada de la cadena, tema ya resuelto exitosamente por otros sectores: Acsoja, Asagir, Maizar, Argentrigo o Proarroz, por nombrar algunos ejemplos.
Desde la Fundación Más Valor, que impulsa el desarrollo de la cadena algodonera, venimos trabajando con diversos eslabones de la cadena en varios aspectos de la gestión que involucren la incorporación de tecnología digital y de conocimiento aplicado de Investigación y Desarrollo del mercado.
En este sentido se propone la conformación de la Cadena Algodonera de la República Argentina (Clara) como respuesta a la falta de comunicación entre los eslabones, lo que trae como consecuencia la pérdida de oportunidades para mejorar la calidad de vida de todos los involucrados en la misma, para aplicar un plan estratégico que sirva de brújula de mediano plazo, donde toda la inversión pública se focalice en los ejes prioritarios, como lo es la política impositiva del conjunto algodonero.
Carga impositiva
Nos detenemos en este punto. La carga impositiva se torna insoportable y se apela a la informalidad para mantenerse en el juego (no se aprueba de ninguna manera el trabajo en negro, es una consecuencia de malas políticas impositivas en el agro argentino).
La piedra angular para resolver todas estas cuestiones se denomina Certificaciones Internacionales de Sustentabilidad, donde exigen que el personal de la actividad trabaje de forma registrada, sin trabajo infantil ni esclavo, proveedores certificados, industria integrada verticalmente, manejo agronómico basado en BPAs, protección del ambiente y desarrollo social de las comunidades periféricas.
No existe política alguna que promueva estos instrumentos, que posibiliten el acceso de los productores a los mismos, que integren todos los actores detrás de los mismos, puesto que un productor certificado es un cliente-proveedor sustentable en todos los aspectos del negocio.
El gobierno mira para otro lado: se conforma con una ley algodonera que genera un fondo paupérrimo, generador de “mentiras” entre provincias para ganar la mayor tajada, la cual se despilfarra en apagar incendios inextinguibles. Salvo honrosas excepciones, el dinero no se dirige a las estrategias de mediano plazo.
En el conjunto algodonero existen muchísimos ejemplos de emprendimientos exitosos, que no se doblegan ante las adversidades, los cuales empujan el carro en forma individual, esfuerzo descomunal que no genera los resultados esperados. El último desafío que tenemos como actividad privada es organizarnos en Clara, aportando una visión de conjunto y proponiendo un rumbo claro al gobierno de turno, no claudicando ningún derecho adquirido, bregando por el desarrollo económico, industrial, social y sustentable de las comunidades algodoneras argentinas.
El autor es especialista en agronegocios y alimentos y gerente técnico de la Fundación Más Valor
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