La incertidumbre política, el nerviosismo por el dólar y la sensación de que el más mínimo cortocircuito puede provocar otro cimbronazo financiero y económico coloca a las empresas y empresarios en un tren fantasma plagado de incógnitas y ansiedad. Y como si esto fuera poco, aparecen algunos nubarrones en los mercados financieros globales que, de suceder, podrían convertirse en una tormenta perfecta.
¿Cuáles son esos nubarrones? The Economist hace referencia a que los mercados financieros, luego de casi diez años de bonanza, muestran ciertos síntomas de fatiga y una progresiva falta de confianza.
Entre algunas razones, el rendimiento de los bonos soberanos de Alemania o Suiza a treinta años son negativos, y hasta los bonos a diez años de una Italia debilitada rinden solo el 1,5% anual. Si bien la economía global todavía crece, con tasas de interés tan bajas los inversores temen que el poder de fuego de los bancos centrales para evitar una recesión no sea efectivo, y que el mundo occidental se convierta en Japón, una economía anémica que desde hace casi treinta años lucha contra la deflación.
Además, esta preocupación de los inversores se podrá convertir en alarma si surgen señales de que la economía global no tracciona, a las posibles distorsiones cambiarias por un mayor flujo al dólar como refugio de valor, a la no resolución de la guerra comercial con China o que el detonante de otra crisis financiera sea provocada por la burbuja del mercado de bonos corporativos en Estados Unidos.
En este último caso, como las empresas de mayor riesgo tienen un elevado apalancamiento, cualquier aumento en el costo de su deuda por el flight to quality de los inversores, puede obligarlas a recortar gastos e inversiones, con sus implicancias recesivas en la mayor economía del mundo.
Entre la parálisis, la inercia o la acción
Mientras el Gobierno apaga incendios y piensa en octubre, las empresas sobreviven día a día como pueden, intentando hacer caja mientras la crisis en la cadena de pagos hace estragos. Solo a Julio de este año cerraron 7518 pymes, cifra similar al número de cierres en los últimos tres años juntos.
Y como este escenario podría agravarse si los mercados financieros globales se complican, los empresarios deben ser pragmáticos y realistas porque cualquier inacción, sobrereacción o error de cálculo puede resultar fatal.
Nada fácil teniendo en cuenta, según la consultora LCG, que a julio del 2019 las líneas de financiamiento -ya a un costo insostenible- cayeron un 45% interanual real, que cualquier venta apresurada de activos es a descuentos leoninos y que incorporar un socio capitalista lleva tiempo y es más complicado.
Como la gran mayoría de las pymes son empresas familiares, que en muchos casos tendrán que tomar decisiones drásticas en forma inmediata y otras difíciles más adelante, puede ser arriesgado hacerlo sin asesores externos que aporten nuevas ideas, soluciones y que además, ayuden a descomprimir cualquier tensión familiar.
El autor es socio de Grupo Agrarius (www.grupoagrarius.com)
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