En la película Interestelar, estrenada en octubre del 2014, pudimos ver, con un poco de asombro y algo de incredulidad, uno de los posibles escenarios acerca de cómo será la producción agropecuaria del futuro. Lleno de desafíos productivos y con la ayuda fundamental de la robótica y la inteligencia artificial, vimos maquinarias agrícolas inteligentes, drones y comunicaciones artificiales entre ellos. Paradójicamente, vimos algunas problemáticas que en aquel año ya eran tan futuras como actuales, como lo son el manejo de malezas resistentes o el poderoso efecto de los eventos climáticos puntuales y extremos.
En poco tiempo, y con el evidente desarrollo exponencial de las tecnologías, esos elementos de ciencia ficción de 2014 son realidades de 2018 y muchos de ellos gracias a iniciativas de emprendedores que hoy son importantes empresas proveedoras de soluciones tecnológicas para el agro.
Así como la revolución industrial no hubiese sido posible sin el desarrollo de la mecánica y el uso de nuevos materiales, y la revolución verde no hubiese existido sin el desarrollo genético de los cultivos y el uso de fitosanitarios y fertilizantes químicos, esta nueva revolución tecnológica del agro es posible gracias al desarrollo tecnológico de diferentes áreas de la ciencia como las telecomunicaciones, la robótica y la inteligencia artificial.
Estas nuevas tecnologías confluyen para disponer de nuevas herramientas para el productor agropecuario como la fertilización variable, el reconocimiento y la aplicación selectiva de fitosanitarios, las alertas tempranas climáticas, la ambientación de lotes o la robótica aplicada al manejo de maquinaria agrícola; las cuales integran luego un ecosistema superior de innovación ya que "conversan" entre ellas mediante la inteligencia artificial y el aprendizaje colectivo, lo cual les permite ser cada día más eficaces y eficientes.
El ecosistema de innovación tiene varios actores que integran su red, y sin duda uno de los más importantes es el grupo de los emprendedores, ya que sin ellos muchas de las tecnologías actualmente disponibles no serían realidad. Sin embargo, es un hecho conocido que la "tasa de éxito" de los emprendimientos es relativamente baja. Si bien hay varias maneras de definir esta tasa de éxito, una de ellas tiene que ver con la sobrevivencia de las nuevas empresas en su etapa inicial. Como promedio general puede considerarse que entre el 10 y el 30% de las nuevas empresas sobrevive más de tres años. O, dicho de otro modo, entre siete y nueve de cada diez emprendimientos cierran sus puertas durante sus tres primeros años de vida.
Llegada
Si bien las causas de los cierres son muchas, y obviamente el financiamiento es una de ellas, como motivo común podemos encontrar la enorme dificultad de convertir una buena idea en una solución concreta, y consecuentemente, la falta de asertividad en la llegada al mercado. Producto de esta situación, existen hoy algunas iniciativas de empresas y aceleradoras de startups (del inglés: empresa emergente) que soportan a los emprendedores no solo en cuestiones financieras sino también en el acompañamiento para lograr esa difícil conversión de una excelente idea en un producto-solución.
Aunque tenemos algunas evidencias de hacia dónde caminamos en términos de aparición de nuevas tecnologías, los emprendedores nos sorprenden cada día con sus nuevas y disruptivas ideas, y es gracias a ellos que parece que las fronteras de la innovación del agro no tienen límites, pero también es cada vez más evidente que la materialización de esas ideas necesita el trabajo conjunto de varios actores y que, con un abordaje colaborativo, las posibilidades y los beneficios serán infinitos.
El autor es doctor en Ciencias Agrarias de la UBA y gerente senior de investigación y desarrollo de BASF
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