Para Olivier Antoine, experto del Instituto Francés de Geopolítica, el conflicto repercutirá “en los meses que vienen pero también en los tres próximos años”
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En un escenario internacional complejo, donde la invasión de Rusia a Ucrania disparó los precios de los alimentos y de la energía, sumado a la tensión por el proceso inflacionario que atraviesa el planeta que comenzaba a dejar atrás los efectos de la pandemia del Covid-19, el panorama actual es el de una “gran tragedia humana, que trae consecuencias agrícolas y de provisión de alimentos que van a ser desastrosas en los meses que vienen pero también en los tres próximos años”.
Así lo describió Olivier Antoine, investigador del Instituto Francés de Geopolítica, en la apertura del 9º Simposio “Del Sur al mundo”, organizado por la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba) e impulsado por Fernando Vilella, de esa casa de estudios.
Según contó el especialista, si bien la guerra tiene un impacto en el corto plazo en las exportaciones y va a generar una gran disrupción en los próximos meses, hay que tener en cuenta qué va a pasar con las tierras que están en el medio de conflicto.
“Hoy Ucrania, que se volvió un gran exportador de trigo, tiene sus tierras más ricas del planeta; sin embargo, se encuentran en medio de la guerra, donde algunos campos están minados y otros ven pasar tanques que destrozan los suelos, sumado a que la mano de obra del sector está en las tropas de la guerra, defendiendo su país”, dijo.
En este sentido, puntualizó que, si bien las consecuencias del conflicto hoy no se pueden medir bien, pronosticó que “los dos o tres años siguientes la situación productiva de Ucrania se va a deteriorar mucho”.
Por lado, señaló que el escenario para Rusia tampoco es el mejor. “No se sabe cómo va a comerciar a través del Mar Negro sus mercancías con un mar totalmente minado. Esto nos pone en duda qué va a pasar con la seguridad alimentaria mundial desde hoy hasta dos o tres años hacia adelante”, aseguró.
En este contexto, dijo que algunos países pueden aprovechar esta situación: “Uno de ellos es India, que se está posicionando como gran exportador de trigo para esa compensación y que ya ha declarado que va a hacer todos los esfuerzos posibles para exportar millones de toneladas de trigo que están faltando en el mercado”.
Asimismo, afirmó que otro que tiene una enorme oportunidad es la Argentina “que en los últimos años ha hecho un gran esfuerzo para volver a ser un gran exportador de trigo de primer nivel”.
“La gran pregunta es qué va hacer la Argentina. En tanto, la visión de Europa es tratar de retomar mercados que fueron captados por Rusia en los últimos años y volver a conquistar esos mercados sobre todo el norte de África. Como Francia que está dispuesto a buscar acuerdos con Argelia para importar gas de allí y exportar trigo hacia ese país”, destacó.
Haciendo un recorrido histórico de lo que pasaba en el planeta antes de la guerra, relató que ya se vivía en medio de una situación muy tensa y crítica. “Estábamos saliendo de una pandemia que había puesto de relieve la fragilidad de los sistemas alimentarios del planeta y el retorno a la actividad normal había gatillado una suba de precios de los alimentos y materias primas, energía, muy importante Fue así que la FAO y las organizaciones internacionales estaban mirando con preocupación esta situación y de repente salió Rusia a invadir Ucrania”, señaló.
En esa línea de tiempo, retrotrayó aun más su relato una década hacia atrás y recordó que siempre las estrategias de guerra conllevan a graves consecuencias geopolíticas en cuanto a los alimentos.
“En 2007, cuando hubo una fuerte suba de precios de los alimentos, eso produjo unas revueltas del hambre en el mundo y ahí nos dimos cuenta que el alimento es sinónimo de paz, que sin alimentación los pueblos se revelan. Eso fue una primera señal. Lo segundo fue la ‘Primavera árabe’, en 2011, donde hubo una fuerte suba y faltante del trigo en los mercados internacionales. En algunos países como Siria, Libia y Egipto se sumaron protestas sociales y políticas muy tensas”, contó.
Para Antoine, este nuevo conflicto pone en peligro directo esas mismas regiones de la “Primavera árabe”, que dependen de las exportaciones de trigo de Rusia y Ucrania.
“La consecuencia directa es la interrupción de las exportaciones de trigo que ya habían pagado los importadores pero no pueden salir al mercado y ser enviadas a destino. Estamos hablando de 750 millones de personas cuya tasa de dependencia de importación de trigo de Rusia y Ucrania es del 50%, o sea no hay forma de que puedan compensarlo con producción interna y tampoco salir a comprar de un día para otro porque no está la oferta en cantidad suficiente”, dijo.
Por último y a modo de cierre, el investigador francés expresó que lo que ocurre ahora es un déjà vu, donde volvió a cobrar importancia el papel geopolítico de la alimentación para la paz social y el orden político.
“Hoy en día este panorama está más que presente y no son ya tres o cuatro países, son 27 países cuya tasa de dependencia es del 50% en importaciones de trigo. Si lo llevamos al 30% de tasa de dependencia ahí tenemos más de 1300 millones de personas. Un ejemplo es Egipto, que importa 24 millones de toneladas de trigo, el 60% es de Rusia y el 30% de Ucrania. Cada año se subvenciona entre 5000 y 6000 millones de dólares y este año va a pasar a entre 7000 y 8000 millones de dólares. El papel del Estado para contener la bronca social por los faltantes de trigo es importante”, finalizó.
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