En un informe de rutina, el Instituto Nacional de Semillas (Inase) defendió a la oleaginosa orgánica; sin embargo, tras la publicación, su titular, Joaquín Serrano, se mostró en favor de los desarrollos biotecnológicos
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Luego que el Instituto Nacional de Semillas (Inase), a través su informe anual sobre el cultivo de soja, criticara fuertemente la variedad transgénica de la oleaginosa, el presidente del organismo, Joaquín Serrano, consultado por LA NACION, se despegó de esa postura y dijo que “respalda el desarrollo de la biotecnología”.
“Los mayores peligros de la soja transgénica radican en la modificación genética y en el uso del glifosato, que no están permitidos en la agricultura ecológica”, indicó el organismo en el documento.
La definición del organismo provocó preocupación en la industria semillera que hace 25 años comenzó a incorporar la biotecnología agrícola para el desarrollo de variedades de soja, maíz y algodón.
El estudio hizo comparaciones y expresó: “la soja sudamericana es de mejor calidad que la estadounidense porque contiene un mayor contenido oleico y, por lo tanto, más proteínas”.
Luego de hacer una descripción de los resultados de la campaña 20/21 por provincias y por productores, en el punto 6 llamado “Variedades transgénicas y no transgénicas”, el estudio indicó que realizaría “por primera vez en la confección de los informes sobre soja un análisis entre las dos variedades ya que este tipo de cultivo ha tomado importancia relevante y viene creciendo a buen ritmo en la Argentina”.
Tomando como fuentes a la Universidad Politécnica de Valencia y basándose en “artículos periodísticos del rubro”, el instituto opinó: “Tras analizar los residuos de herbicidas y pesticidas en soja no ecológica modificada genéticamente y tolerante al glifosato y soja ecológica no modificada genéticamente, la conclusión es que la no transgénica no contiene residuos de glifosato, mientras que la modificada genéticamente sí presenta altas concentraciones del citado herbicida”.
Para expertos del sector, el informe debería haber mantenido la línea de evaluación de datos como lo venían haciendo los informes anteriores. “Esos datos están muy bien expresados en el cuadro 6 del informe, lo que sigue a continuación es una serie de consideración subjetivas sin fuentes relevantes. En la Argentina abundan y de mucho prestigio internacional. Es un error tomar posturas sobre la soja transgénica utilizando estos términos”, remarcaron. “Además, no es cierto que en la soja transgénica haya rastros de glifosato”, añadieron.
Desde que asumió Julián Domínguez como titular de la cartera de Agricultura, se mostró públicamente en favor de los desarrollos tecnólogicos en el sector. Vale recordar que el anterior ministro, Luis Basterra, tenía una postura inclinada hacía la agroecología.
Sin desestimar el informe, Serrano se manifestó partidario del desarrollo biotecnológico y alineado con la posición del actual ministerio, de la que depende su organismo. “Un aporte ineludible e invalorable para el progreso de la producción agropecuaria, agrobioindustrial y el modelo de desarrollo nacional”, dijo el presidente del Inase.
Ante una consulta de LA NACION, fuentes del Ministerio de Agricultura expresaron: “Ante el advenimiento del cambio climático, la Argentina se adelantó y a través de la biotecnología y el conocimiento científico, aspiramos a que nuestro país tenga soberanía científica tecnológica y de conocimiento para aportarle al mundo el complejo agrobioalimentario que desarrolla la Argentina. El INTA junto a las universidades públicas y privadas trabajan desde hace más de una década para avanzar hacia el futuro”.
Transgénica versus no transgénica
En defensa de la soja orgánica, el instituto en su informe continuó: “Al no estar modificada genéticamente, la soja ecológica contiene más proteínas, omega-6 y aminoácidos esenciales, menos grasas saturadas y ningún residuo químico. Al analizar el contenido proteico, vemos que la soja ecológica presenta un 14,86% más de proteína que la no ecológica”. En este sentido, detalló que una diferencia muy importante es “la mayor densidad nutritiva de los alimentos ecológicos”.
“En cuanto al porcentaje de aminoácidos esenciales, la ecológica posee la proteína con mayor fracción de lisina (un 9% más). Ello la convierte en la soja con proteína de mayor calidad biológica gracias a la importante presencia de este aminoácido esencial, además de poseer los ocho aminoácidos esenciales”, describió el estudio. Asimismo, sostuvo que “desde el punto de vista mineral aporta potasio, calcio, fósforo, hierro, magnesio y zinc, y al tener poco sodio es perfecta para las personas hipertensas”.
“Entre sus principales beneficios destacan la ausencia de colesterol. El principal destino del grano de soja ecológica es para el consumo animal en la Unión Europea, especialmente para los países del este, y en menor medida, a Estados Unidos”, aseguró. Según datos del Sistema de Información Simplificado Agrícola (SISA), la variedad transgénica representa un 97% mientras la no transgénica solo un 2,68%.
“Cabe destacar que la soja no transgénica posee un mercado específico de exportación y de consumo local. Al productor bajo contrato, se le asegura un precio bonificado de referencia sobre el precio de pizarra de Rosario de hasta us$20/tn”, afirmaron.
“Este plus no es compensatorio de rinde, sino que es un incentivo para que el productor lleve a cabo las tareas necesarias para no contaminar la producción con la soja RR”, añadieron.
Siguiendo esa línea, el instituto describió que la “tecnología utilizada con la soja ecológica difiere principalmente en la no utilización de glifosato durante el ciclo del cultivo”, lo que “implica un cambio en el sistema de producción ya que tienen que utilizarse otros herbicidas para el control de malezas”.
“Si bien esto es algo que el productor no está acostumbrado a hacer, esta tendencia está cambiando impulsada por el surgimiento de malezas resistentes que obligan a tomar nuevas estrategias de manejo y control. Por otra parte, cuando se habla de soja ecológica convencional, el productor lo asemeja a soja antigua y de poco rinde. Pero la genética desarrollada actualmente en el país, garantiza la productividad de dicha semilla”, aseguraron en el Inase.
Por el contrario, en el sector privado citan otros estudios en los que destacan que la soja modificada genéticamente es equivalente en sus propiedades a la soja convencional tal como demostraron los estudios realizados por la Comisión Nacional de Biotecnología Agrícola (Conabia), que depende del Ministerio de Agricultura, y el Senasa. Además, recuerdan que la incorporación de variedades resistentes a plagas y enfermedades representó una mejora en términos ambientales ya que se redujo el uso de fitosanitarios necesarios para cuidar al cultivo respecto de los que se utilizaban antes de 1996, cuando se aprobó la soja resistente a glifosato.
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