En un contexto global complejo, afectado por la guerra en Ucrania, el área sembrada con el cereal podría ser similar a la del año pasado, según las expectativas de especialistas de mercado y asesores técnicos
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Las principales tendencias que se vislumbran de cara la próxima campaña de trigo incluyen la expectativa de buenos precios de venta, pero simultáneas subas de los costos de producción, lo que aumenta considerablemente las necesidades de capital por invertir y, por consiguiente, el riesgo del negocio. Este escenario obliga a obtener, sí o sí, altos rindes para llegar a resultados económicos satisfactorios. También resulta claro que será necesario alcanzar alta eficiencia en el uso de insumos -sobre todo de los fertilizantes- y decidir su aplicación a partir del análisis de suelos y considerando la dosis óptima para obtener una adecuada relación costo/beneficio. Otra precaución importante sería captar los altos precios que se ofrecen a la época de cosecha, por lo menos para una parte de la producción estimada, mediante coberturas flexibles. De acuerdo a distintas fuentes consultadas, quedaría descartada una reducción del área sembrada respecto de campañas anteriores y prevalecen las opiniones en el sentido de repetirla o aumentarla, aunque condicionadas a la evolución de las lluvias en las próximas semanas.
“El mercado de trigo sigue muy vinculado con la evolución de la guerra entre Rusia y Ucrania. Más allá de las regulaciones a la exportación del remanente del ciclo 2021/22 que pueden realizar ambos países, importa considerar la evolución de la campaña de siembra 2022/23. En ese sentido, en esta época del año, en la región del mar Negro se concreta la fertilización de los cultivos de invierno y la siembra de los de primavera”, explica Sebastián Salvaro, analista de mercados de AZ-Group.
“Como no se sabe si las conversaciones para un acuerdo de paz llegarán a buen puerto, por ahora no se puede determinar cuántas hectáreas se van a sembrar y fertilizar, lo que permitiría determinar la futura disponibilidad de granos para consumo interno y exportación de dos grandes actores el mercado triguero, y con ello, un potencial efecto sobre los precios”, agrega.
De progresar, un acuerdo de paz daría cierta tranquilidad a los factores exógenos del mercado, como las posiciones de los fondos especulativos, como se vio a mediados de la semana pasada, con ventas masivas de todos los granos y búsqueda de otros activos para sus carteras. Pero, por ahora, la guerra que angustia al mundo mantiene mucha incertidumbre sobre la evolución del mercado internacional de trigo.
En el ámbito local, para la campaña triguera 2022/23 se oficializó el permiso para poder anotar hasta diez millones de toneladas de trigo para exportación en el marco de la política de volúmenes de equilibrio. Ya se han anotado cinco millones, lo que evidencia un buen ritmo de comercialización adelantada por parte de los productores.
Salvaro nota buena intención de siembra el trigo y cebada, que puede desembocar en un crecimiento del área destinada a cosecha fina. No obstante, para concretar esa intención los productores tienen que hacer cuentas finitas. Los alquileres han subido 10-15% entre enero y marzo para los campos trigueros de la provincia de Buenos Aires, aunque con diferencias zonales en el cierre efectivo de operaciones.
Al considerar el uso de los insumos, el técnico destaca que se buscará la máxima eficiencia, por lo que se controlarán al milímetro las dosis de herbicidas por aplicar buscando reducirlas cuanto sea posible. Lo mismo se intentará con los fertilizantes: “si en los últimos años se fertilizaba considerando el sistema, este año se fertilizará solo el cultivo, sin adicionar una dosis que quede como remanente”, diferencia.
Por otro lado, al encarar el plan de siembras 2022/23, hay empresas que miran más el largo plazo -y no ponen en duda la inclusión del trigo en la rotación- y otras con una mirada de más corto plazo, que persiguen la máxima rentabilidad con los cultivos más competitivos e incluirán a la cebada y al girasol en mayor proporción que otros años en la principal zona triguera, el sur bonaerense. En la región núcleo, en cambio, el maíz puede cobrar más protagonismo, aunque condicionado por la disponibilidad fertilizantes.
El insumo financiero resultará clave en 2022 porque la campaña tiene mayores costos -lo que la torna la más riesgosa de los últimos diez años- y cualquier cambio pequeño del precio o de rinde genera efectos muy fuertes sobre los resultados. Lamentablemente, la financiación disponible en 2022 será menor a la de años anteriores y con mayor costo.
Planificación
Entre los asesorados por el consultor Julio Lieutier, que trabaja en el norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe, la intención es mantener la superficie de siembra planificada desde hace varios años; por ejemplo, un tercio de trigo/soja, un tercio de maíz de primera y un tercio de soja de primera.
Al decidir la aplicación de fertilizantes se buscará la dosis óptima. Los modelos de simulación utilizados por el técnico muestran que, con los precios de la urea del orden de los 450U$S/t del año pasado, la dosis óptima estaba entre 180 y 200kg/ha de nitrógeno en la zona, entre lo provisto por el suelo y lo agregado como fertilizante. Con precios de la urea triplicados, y valores del trigo a cosecha de 270US$/t, la recomendación del modelo baja a 140Kg/ha. Esa decisión implicaría reducir un 10-15% la expectativa de rendimiento, pero permitiría alcanzar un margen bruto razonable.
No obstante, estos cálculos dependen de la evolución del precio del trigo, que muestra gran volatilidad. “Algunos productores han empezado vender forwards para enero de 2023, para aprovechar los altos precios actuales, pero ese proceder tiene límites, ya que un contrato puede convertirse en incumplible por alguna contingencia climática”, condiciona Lieutier.
En herbicidas e insecticidas, salvo el glifosato que triplicó su valor en los últimos 12 meses, el resto de los productos se encareció un poco, pero se encuentra dentro de valores razonables para ser usados.
En el centro oeste bonaerense, Ignacio Rillo Cabanne, gerente de ADP Agro, una empresa que siembra 12.000 hectáreas, admite que “las condiciones climáticas para la siembra de trigo en Bolívar son óptimas; llovió muy bien a partir del 15 de enero y hay suficiente humedad disponible en superficie y en la napa”. A eso se le suma el buen precio del trigo y de la cebada, que determinan que el doble cultivo sea uno de las mejores opciones agrícolas para la región. Por ambas razones, hay intención de aumentar el área sembrada. “Estamos tratando de cerrar negocios con los precios del trigo a término porque tienen un plus de 40-50 dólares por tonelada por el componente “guerra”, que puede desaparecer próximamente si cesa el conflicto”, advierte.
Simultáneamente observa un aumento de costos de los alquileres. “Se nota un desplazamiento hacia arriba respecto de lo pagado el año pasado en quintales por hectárea; además, aún en los casos de acuerdos similares a los de 2021, hay que contabilizar una suba del orden de 120U$S/t por el aumento del precio de la soja”, diferencia.
También aumentaron los insumos, sobre todo los fertilizantes, con el agravante de que hay muchas dudas respecto de su disponibilidad, lo que resulta una espada de Damocles para la obtención de altos rendimientos.
En el sur bonaerense
En Tres Arroyos llovieron de 80 a 150mm a fines de marzo, luego de un largo periodo de seca; eso recargó los de perfiles y “genera buen ánimo para la siembra de cosecha fina”, según observa Alejandro Vejrup, gerente de la cooperativa Alfa, de esa ciudad.
El directivo estima que por lo menos se mantendrá el área de cosecha fina implantada en la campaña 2021/22, aunque con posibilidades de mayor protagonismo de la cebada.
No obstante, para concretar el propósito de alcanzar altos rendimientos con los cultivos de invierno hay que sortear varios escollos. Uno de los más serios es la disponibilidad y el precio de los fertilizantes. “Con los actuales valores del nitrógeno y del fósforo, y los precios del trigo a la cosecha de la semana pasada, hacía falta un rinde de 5200kg/ha para cubrir los costos del cultivo en un campo de Tres Arroyos alquilado a 8qq/ha de soja”, cuantifica Vejrup. En campo propio el rinde de indiferencia cae a 4400Kg/ha. Son rindes de indiferencia altos porque los fertilizantes y el glifosato triplicaron su valor.
Al analizar individualmente los cultivos de cosecha fina, Vejrup nota mucho interés por la cebada forrajera. El precio es equivalente al del trigo, pero su costo de implantación es más bajo al requerir menos nitrógeno respecto de un trigo que cumpla con las exigencias de proteína del grano. Además, el ciclo más corto permite sembrar antes la soja de segunda y generalmente rinde algo más que el trigo la zona. Por otro lado, no sufre las intervenciones oficiales, como las limitaciones de exportaciones que se imponen recurrentemente al trigo. Por todas esas razones, Vejrup estima que aumentará el área sembrada con cebada en detrimento del trigo.
Por ahora no se conocen las condiciones que ofrecerá la industria maltera para la adquisición de cebada cervecera. El año pasado una empresa ofreció el precio de la forrajera más 15US$/t con entrega en Tres Arroyos o con un premio de 23US$/t con descarga en Quequén.
Al comparar el resultado económico de los distintos cultivos en la zona, Vejrup observa que la secuencia trigo/soja de segunda da un resultado superior a una soja de primera. También supera al maíz temprano, que además requiere fuertes aplicaciones de nitrógeno y es menos seguro que trigo en la zona. El mejor competidor podría ser el girasol, pero hay muchas dudas sobre la disponibilidad final de semilla, lo que limitaría su expansión.
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