Se trata de Alberto Simone, contratista rural que viaja desde Chivilcoy con un tanque de 4000 litros hasta La Pampa, donde está cosechando soja
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Hace ya un rato que amaneció en Bernardo Larroudé, al nordeste de la provincia de La Pampa. Sin embargo, el equipo de cosecha deberá esperar un tiempo más para comenzar a recolectar el cultivo de soja, porque todavía queda algo de humedad en el suelo.
En el campamento donde tiene la maquinaria agrícola, mientras tanto con una bomba, Alberto Simone se dedica a trasvasar de una cisterna a otra los 4000 litros de gasoil que trajo el domingo pasado, remolcado en su camioneta desde Chivilcoy, donde vive, unos 400 kilómetros. Aprovechando el poco trafico que había por ser domingo de Pascua, salió temprano y para las 18 ya estaba en el campamento.
Este fue su segundo viaje trayendo combustible para su cosechadora y, para el fin de semana, antes de que se acabe deberá regresar en busca del hoy escaso insumo. Su maquinaria consume unos 700 litros diarios y, si no se prevé estos obstáculos que hay desde hace unas semanas atrás a tiempo, teme quedarse sin trabajar en plena cosecha.
Con sus 74 años, no tiene problema alguno en repetir cuantas veces sea necesario los viajes hasta su pueblo. “Son 800 kilómetros ida y vuelta y el tanque de 4000 litros alcanza para casi seis días. En cada viaje aprovecho para traer también mercadería y agua para la gente que queda. Estoy acostumbrado a trabajar. No cambiaría esta vida, es el trabajo que elegí”, cuenta a LA NACION.
Según relata, a los 13 años se subió a un tractor y nunca más quiso dejar esa actividad. “Siempre trabajé en el campo. No sé hacer otra cosa. Cuando era chico, unos parientes que tenían unos equipos me enseñaron a manejar el tractor y así comencé esta vida de contratista, como empleado primero y de a poco y con mucho esfuerzo, me fui comprando mis propias herramientas”, detalla.
En la actualidad, junto a su hijo Luis “Fredy”, actual presidente de la Cámara de Contratistas Rurales de la provincia de Buenos Aires, tienen una pequeña empresa familiar con equipos de siembra y cosecha. También está Jeny, su nieta e hija de Fredy, que se encarga de la parte administrativa de la empresa, mientras los hombres se dedican a andar con las máquinas: “Es una bendición trabajar con ellos, aunque a veces me pregunto si yo, sin querer, no los empujé a esto que a mi me encanta”.
Con mucha experiencia en el sector, describe que, si bien lo que está sucediendo ahora con el faltante de combustible ya pasó en otras oportunidades, enseguida en esas ocasiones se normalizó la situación; pero que ahora “el problema es más serio, porque no solo no hay, sino que nadie te quiere vender o si lo hacen te lo dan con factura abierta”.
“Nosotros cerramos de antemano los contratos con los productores y si nos cambian todo el tiempo las condiciones y los valores de nuestros costos es imposible seguir trabajando”, señala.
Una y otra vez repite que no hay ningún placer más grande que trabajar en el campo y que después de más de 60 años, sigue disfrutando cada vez que sube a una máquina. Sin ir más lejos, ayer, luego de un almuerzo temprano y sin parar un segundo, se subió a las 12 del mediodía a la cosechadora y se bajó de la misma recién a las 19.15.
“Uno esperaba llegar a cierta edad y retirarse pero necesitaba ayudar a mis hijos para que cuiden lo que nos costó tanto tiempo conseguir, debíamos pagar las cuotas de las maquinarias nuevas. Me gustaría vivir más tranquilo pero no se puede porque en la Argentina te agobian los problemas y es muy difícil mantener los equipos. Esas son las cosas que te cansan, nosotros no tenemos problemas de horarios ni de nada. Más de 20 años hemos pasado las Fiestas de Fin de Año alejado de nuestras familias, solos en Tandil en una casilla, años sin salir de vacaciones y seguimos trabajando”, relata.
Ya es hora de subirse de nuevo a la cosechadora, las condiciones del suelo así lo demuestran. Casi se terminó de descargar su chango de combustible en el otro de reserva. Con pronóstico de lluvia para el jueves próximo, con seguridad volverá a su ciudad para recargar el tanque y poder regresar el lunes bien temprano a tierra pampeana. “Hay que seguir adelante. Es mucho sacrificio pero no me quejo por eso, sino de que todo el tiempo nos ponen palos en la rueda para trabajar”, finaliza.
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