Reduce la presencia de la plaga, su velocidad de reproducción y la aplicación de insecticidas
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Mucho se habla de la necesidad de avanzar en la investigación y producción en materia de semillas y que la Argentina pueda dar un salto hacia adelante en volúmenes y calidades de sus cultivos. Afrontar los desafíos que presenta el cambio climático y no perder de vista la necesidad de garantizar alimentos seguros y accesibles son dos guías que nunca dejan de estar en el radar de la agroindustria.
En ese cuadro de situación el sorgo tiene con qué salir a defenderse y, si se permite la expresión, salir a disputar “lote a lote” la preferencia de los productores con respecto a otros cultivos de mayor tracción en la actualidad.
¿Por qué decimos que tiene motivos? El sorgo es considerado “el cultivo del futuro” a raíz de su eficiencia en el uso de agua, mecanismos de latencia ante períodos de sequía y un sistema radicular que demuestra regenerar la estructura del suelo. Es un beneficio que no solo favorece al ecosistema agrícola sino que reduce notoriamente ese estrés en el que caen los productores toda vez que las plagas hacen su aparición.
Justamente, desde el año pasado y hasta mayo de este año la plaga Melanaphis sacchari, popularmente conocida como “pulgón amarillo”, mantiene a la Argentina en estado de emergencia fitosanitaria declarada por la resolución 139/2022 del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa).
Las afecciones que genera son claras: según un reporte del organismo, en la campaña 2020/21 las pérdidas de rendimiento fueron en promedio de 12 quintales por hectárea (qq/ha) y tuvo picos de hasta 50 qq/ha.
En Senasa aseguran que “es el vector eficiente en la transmisión del virus sugarcane yellow leaf virus (ScYLV), enfermedad que puede ocasionar pérdidas de rendimiento de hasta el 60% en cultivares susceptibles de sorgo y también de caña de azúcar”.
Si bien fue detectado por primera vez en el país hace 39 años, su expansión en la última década por los países de la región encendió las alarmas y volvió a nuestros campos a principios de 2021. Una vez regresado, fueron varias provincias las que reportaron su presencia: Chaco, Santiago del Estero, Santa Fe, Entre Ríos, Salta, San Luis, Córdoba, Buenos Aires y La Pampa fueron algunas de ellas.
En la cadena de producción y comercialización del sorgo se sabe que nunca hay que perder de vista al pulgón y no ceder ni un centímetro en esa batalla. Se trata de una plaga que cambia de plano el planteo que podía tener en mente el productor.
Sin embargo, pese a esta problemática coyuntural las virtudes del sorgo se impondrán en el tiempo. Recientemente la aparición de tecnologías pensadas en base al pulgón garantiza que el Melanaphis sacchari demuestre menor presencia -notoriamente- en lotes cultivados con esas semillas. Además de la menor presencia, la novedad también está en materia de reproducción porque la velocidad que presentó en los ensayos y pruebas a campo demostró que es drásticamente inferior.
Evaluaciones realizadas en Paraná, Entre Ríos, una zona con alta presión de pulgón amarillo, han validado el menor uso de insecticidas en los sorgos estudiados contra los convencionales. Como resultado, híbridos convencionales requirieron tres aplicaciones de insecticidas, mientras que los otros apenas una sola aplicación.
Esos factores contribuyen a la normalización de los lotes de sorgo, que de ese modo podrán culminar su ciclo con parámetros mucho más cercanos a los que acostumbra a ser el cultivo toda vez que no es afectado por este pulgón. La acción de esta innovación redunda en menor tiempo de trabajo para el productor en cada lote, disminuir la cantidad de aplicaciones de insecticidas y, en definitiva, menor estrés.
El autor es responsable de producto y contenido en marketing de Advanta
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