Tras las pérdidas que el tiempo seco provocó en el sur en el ciclo anterior, el país busca dar un salto productivo, con una suba en la intención de siembra y con la previsión de rindes en alza
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Lo importante no es llegar, sino mantenerse en la cima, reza una de las tantas máximas aplicadas al éxito que bien le cabe hoy a Brasil que, instalado desde hace tres campañas en lo más alto del podio de los países productores de soja, busca acentuar ese liderazgo en la temporada agrícola 2022/2023 que ya da los primeros pasos con el inicio de la siembra. El objetivo ambicioso fue trazado por la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), dependiente del Ministerio de Agricultura brasileño: 150,36 millones de toneladas, con un área cubierta de 42,40 millones de hectáreas y con una productividad de 35,46 quintales por hectárea, cifras que –de alcanzarse– implicarían incrementos del 19,8, 2,3 y del 17,1% en la comparación con los 125,55 millones de toneladas, los 41,45 millones de hectáreas y con los 30,29 quintales del ciclo 2021/2022, que tuvo en el tiempo seco sobre el sur, derivado de La Niña, su principal limitante.
“Las perspectivas son buenas en el inicio de la nueva campaña. Si bien los precios de la soja retrocedieron desde los máximos del año, los productores están entusiasmados por comenzar a sembrar, incluso los del sur, que temen por los efectos de La Niña, que persiste en la región”, dijo a LA NACION Daniele Siqueira, analista de mercados de AgRural. Contó que la firma prevé un área sembrada de 42,70 millones de hectáreas y una producción potencial de 148,50 millones de toneladas. “Aunque las lluvias todavía son irregulares (como es común en septiembre), ya se está sembrando en zonas que tienen buena humedad en el suelo en los Estados de Paraná, Mato Grosso do Sul, Mato Grosso y de San Pablo”, detalló.
Para Ana Luiza Lodi, especialista en el mercado de soja de StoneX Brasil, si bien la siembra recién se inicia, “consideramos que el incremento del área y la recuperación de la productividad dejarán como resultado una cosecha de 153,60 millones de toneladas que, de lograrse, le posibilitarán al país exportaciones próximas a los 100 millones de toneladas de soja”. Añadió que, pese a los mayores costos de producción, los precios actuales “garantizan una buena rentabilidad para el productor. Además, Brasil cuenta con la ventaja de tener áreas disponibles para la expansión agrícola sin la necesidad de ocupar vegetación nativa y de poder sembrar luego gran parte de los suelos que libera la soja con maíz en invierno”.
En opinión de Raphael Mandarino, director General de AgResource Brasil, las primeras etapas de la siembra podrían sufrir un pequeño atraso, “ya que el productor no debe arriesgarse a plantar ‘en el polvo’ (como decimos aquí), sino que debe esperar a acumular 25/50 milímetros, variando de una región a otra. Como ejemplo, Goiás, en el medio oeste, tiene áreas que permanecen sin una gota de agua desde hace 130 días. El productor tendrá mucho cuidado de no poner la semilla en el suelo tras las primeras lluvias sin la certeza de que la humedad será constante”. Agregó que según los últimos cálculos de la firma la cosecha podría alcanzar los 151,29 millones de toneladas, sobre una superficie de 42,84 millones de hectáreas.
“Esta nueva campaña de soja se está encarando con optimismo porque se sustenta sobre avances en el área de siembra y sobre cotizaciones que cubren costos y que aportan un buen margen de utilidad”, argumentó Vlamir Brandalizze, especialista en el mercado de granos de Brandalizze Consulting, para quien la cosecha debería rondar los 150 millones de toneladas si el clima acompaña la evolución de los cultivos, “sobre un área que podría superar los 43 millones de hectáreas”.
Con cautela y a distancia de las previsiones de la Conab; de los 149 millones de toneladas proyectados por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés), y de las cifras de los privados, José Sismeiro, presidente en ejercicio de la Asociación Brasileña de Productores de Soja, dijo a LA NACION que Brasil tendrá un ligero aumento en el área sembrada y que ello se dará principalmente en zonas de pastos degradados que deberían aportar una producción reducida en el primer año. “Pero sí, habrá un aumento en el área. Y respecto del volumen de la cosecha, siempre digo que ‘elección y producción, solo después de contar’. Tanto la Conab como el USDA siempre elevan los números de producción en Brasil y auguran que vamos a cosechar mucho. En particular desearía que siempre tuvieran razón, sin embargo, desafortunadamente, su tasa de éxito es muy pequeña”, ironizó.
Sismeiro, que produce en Paraná, en el sur de Brasil, opta por la prudencia luego de ver en primera persona como la prolongada falta de humedad hizo caer casi en un 50% la producción de soja del Estado en el ciclo 2021/2022. “Esta será, sin duda, una cosecha incierta, porque tenemos el doble de costos de producción y porque hacia adelante tenemos un clima imprevisible, principalmente en el sur del país por la ocurrencia de La Niña por tercer ciclo consecutivo, que puede quitarnos una gran parte de la productividad”, advirtió. Y añadió que en función de bajar costos, una parte de los productores “optará por usar un poco menos de tecnología”.
En su previsión para la primavera, el miércoles el Instituto Nacional de Meteorología de Brasil auguró que en la región sur del país y en el sur de Mato Grosso do Sul y de San Pablo la probabilidad de precipitaciones por debajo del promedio puede impactar en el inicio de la campaña, sin embargo, “la acumulación de lluvias caídas desde la segunda quincena de agosto mantuvo el almacenamiento de agua en el suelo por encima del 50% en la mayor parte de la región, lo que puede contribuir a amortiguar el impacto de menores precipitaciones en las fases iniciales de los cultivos”.
Siqueira reconoció lógico el temor de los productores del sur de Brasil a los efectos de La Niña, “pero no hay mucho que puedas hacer al respecto, aparte de esperar que este año no se repita el patrón de 2021. En cualquier caso, la posibilidad de una mala cosecha limita el ritmo de ventas anticipadas de soja 2022/2023 en estos Estados, ya que es arriesgado vender grandes volúmenes y luego, en caso de pérdidas, no poder cumplir con los contratos”.
La preocupación por la persistencia de La Niña en la región resulta indisimulable, pero Lodi destacó que los impactos en Brasil de este fenómeno meteorológico “varían ampliamente. Por ejemplo, en la cosecha 2020/2021, Brasil también se vio afectado por La Niña y Rio Grande do Sul registró una cosecha récord”.
En el mismo sentido, Brandalizze destacó que los pronósticos de meses atrás auguraban tiempo seco para agosto/septiembre por la persistencia de La Niña “y lo que vemos son lluvias voluminosas llegando al sur, sudeste y a zonas del medio oeste que, de persistir, posibilitarán siembras tempranas”.
En cuanto a la provisión de insumos, que era otra de las preocupaciones entre los productores, más allá del encarecimiento de los mismos, Siqueira destacó que las importaciones de fertilizantes se concretaron sin problemas en los últimos meses, a pesar de la guerra en Ucrania y de las sanciones a Rusia. “De enero a agosto Brasil importó 27,20 millones de toneladas de fertilizantes, un 9% más que en el mismo período de 2021. Rusia sigue siendo el principal proveedor, con el 21,9% del total importado por Brasil, frente al 23,4% de los primeros ocho meses de 2021. Debido al mayor costo, hay productores que pueden sembrar usando menos fertilizante, pero no mucho menos. Es algo que, en general, no debería afectar negativamente la productividad. Lo más importante continuará siendo el clima”, dijo la especialista.
Precios y desafíos
Consultado sobre el impacto que una cosecha en torno de los 150 millones de toneladas podría generar sobre los precios de la soja, Mandarino señaló que deberían ir hacia abajo. “El mercado ya cuenta con esta chance de cosecha récord en Brasil y deberíamos ver a Chicago yendo hacia los niveles que vimos justo un año atrás (US$459/478 por tonelada), pero, en cambio, las pizarras muestran valores históricamente muy altos para esta etapa del calendario (US$530/540). Es cierto que aún nos quedan varias semanas hasta la confirmación del ritmo de siembra; que tenemos una parte de productores que optaron por reducir el nivel de fertilización, y que nos acompañará La Niña hasta mediados de diciembre/enero”, explicó.
Al respecto, desde Chicago, Charlie Sernatinger, jefe global de Futuros de Granos de ED&M Man Capital Markets, dijo a LA NACION que más allá de las previsiones de cosecha récord sostenidas por el USDA, la Conab y por los privados, “el mercado incorporó en el nivel actual de precios de la soja una prima de riesgo climático, porque como sucede en la Argentina, hay zonas de Brasil que deben reponer humedad en el contexto de un tercer año Niña. Después, si en el transcurrir de los meses las condiciones ambientales juegan a favor de los cultivos los precios deberán caer. A esto hay que sumar que no se espera una recuperación plena de la demanda China hasta fines de 2023″, vaticinó el operador.
Brandalizze consideró que con una cosecha de 150 millones de toneladas “podríamos ver en Chicago precios en un rango de 496 a 514 dólares por tonelada, pero no esperamos grandes caídas, porque hay escasez de alimentos en el mundo. La oferta mundial de granos se prevé menor en este nuevo ciclo, solo la soja muestra potencial para ser un poco superior, pero se estiman pérdidas en maíz, trigo y en arroz”.
Para Brasil, la chance de una cosecha inédita de soja también implica un desafío: ¿dónde colocar los excedentes? “Si el clima coopera, sin duda tendremos que diversificar mercados, ya que es poco probable que China absorba nuestro excedente de soja”, dijo Siqueira. Brandalizze sumó a la necesidad de incrementar las ventas de soja la certeza en cuanto a que también se elevarán las exportaciones de harina y de aceite de soja, “rubros en los que Brasil romperá récords internos ente año”.
A modo de síntesis, Mandarino destacó: “La respuesta al desafío que implica una cosecha récord debe ser la búsqueda de nuevos compradores, el incremento de la molienda y, por supuesto, el aumento de nuestra deficitaria capacidad de almacenaje. Hoy Brasil cuenta con capacidad de acopio para 183,34 millones de toneladas, pero si sumamos lo que se espera producir de soja y maíz (más los stocks), lo estamos ocupando todo. Y faltan otros granos. Debemos mejorar la logística de almacenaje como medida de seguridad”.
A Sismeiro lo entusiasma el hecho de que la demanda de cereales y oleaginosas crece constantemente en el mundo. “Durante mucho tiempo superamos a Estados Unidos en términos de exportaciones y recientemente lo logramos en términos de producción de soja. El estancamiento de la cosecha en la Argentina, que es un problema desde hace más de una década, se debe a la falta de incentivos por parte del propio gobierno argentino. Ese escenario también aceleró nuestra capacidad de abastecer un mercado en constante crecimiento. Y por eso, los productores brasileños seguiremos cultivando granos con el mayor porcentaje de proteínas y aceites posible, dentro de los más estrictos estándares exigidos por nuestras leyes ambientales y laborales”.
Elecciones y decisiones
El domingo 2 de octubre se harán en Brasil las elecciones presidenciales y la puja entre Jair Bolsonaro, que va por su reelección, y Lula da Silva, que gobernó el país entre enero de 2003 y enero de 2011, tiene impacto en el agro brasileño.
Según Siqueira, la mayoría de los productores cree que Bolsonaro será reelegido, aunque las encuestas muestran lo contrario. “Como los agricultores creen en la reelección de Bolsonaro (y en mantener las reglas actuales), no hubo, de momento, cambios en sus estrategias comerciales. Y pese a que cuando fue presidente Lula no impuso medidas confiscatorias, existe temor de que si triunfa pueda tomar un rumbo que perjudique al agronegocio, como gravar las exportaciones o controlar los volúmenes exportados, como sucede en la Argentina”, indicó.
Para Brandalizze el proceso eleccionario aún no afectó las decisiones de los productores, “pero podría hacerlo si hay un cambio de gobierno. Podríamos tener un cese en las ventas frente al temor del sector a una confiscación de recursos. Eso implicaría pocos negocios en el comienzo del ciclo comercial”.
Dado el apoyo explícito que el sector agropecuario de Brasil le dio a Bolsonaro, el posible cambio de gobierno puso en guardia a los productores ante eventuales represalias. “Independientemente de quién sea el presidente en 2023, Brasil deberá aumentar los ingresos para equilibrar el presupuesto. No se sabe qué impuestos se aumentarán, pero los productores temen que Lula eleve la carga fiscal sobre las exportaciones del agro, algo que traería un aumento sustancial en los ingresos y que sería bien recibido por los partidarios del candidato del Partido de los Trabajadores, muchos de los cuales critican al agronegocio sin comprender la extrema importancia del sector para la economía brasileña”, analizó Siqueira.
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