Productores en tierras alquiladas o que trabajan en zonas afectadas por la sequía destacan que por efecto de las retenciones y la brecha cambiaria el valor al que acceden es menor a la cotización internacional y que por eso no habría un impacto sobre la economía de los pueblos
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Mientras el precio de la soja estuvo en las últimas jornadas arriba de los 600 dólares por tonelada en la Bolsa de Chicago (si bien hoy mostró bajas de US$17,73 y 21,50 dólares para la posición mayo y julio, respectivamente) y mejoran aun más el ingreso de divisas para el fisco, la realidad que viven los productores agropecuarios en el interior del país dista mucho de ese furor agrícola.
Ayer, cuando la Bolsa de Chicago marcaba que el valor del grano tenía el nivel más alto en casi nueve años, para Lucas Lazzari, de 41 años, tercera generación de agricultores de San Nicolás, provincia de Buenos Aires, ese precio se aleja de los valores que tiene el sector en la Argentina, por efecto de las retenciones y la brecha cambiaria.
“El Gobierno castiga al que produce. Hoy solo recibimos un 36% de ese valor que marcan las pizarras afuera, por eso no va a haber reactivación económica, menos aún derrame en los pueblos del interior como hace años atrás. Porque, además, en nuestra zona la seca nos mató y para volver a sembrar en la nueva campaña vamos a tener que pedir créditos”, indicó a LA NACION.
El productor nicoleño trabaja con su padre José Mario unas 200 hectáreas, entre alquiladas y propias, en la zona de La Emilia y de Campo Salles. “Lo producido es para pagar los arrendamientos y los insumos. La cuenta es fácil: si yo alquilo un campo a 14 quintales de soja y en ese campo solo saqué 13 quintales de soja, debo hacer frente a los compromisos y sacar el dinero de ese quintal de soja que me falta para terminar de pagar el arrendamiento”, aseguró.
“A eso hay que sumar la maquinaria e insumos, si bien en el tema empleados no tenemos costos porque trabajamos nosotros. Este año debemos hacer unas 80 hectáreas de trigo para diluir costos y como no tenemos máquinas para sembrar ni cosechar, tuvimos que contratar y nos cobran $3800 la hectárea por la cosecha”, añadió.
En este contexto, Lazzari explicó que, además, deben batallar a diario con el riesgo climático. “En el campo propio sembramos soja que en parte sacamos unos 20 quintales pero en otras solo 12”, describió.
Por otra parte contó la situación que se vive en la cooperativa de General Rojo, de la que él forma parte. “Muchos productores que estaban acostumbrados de toda la vida a trabajar financiándose con la cooperativa y retirar insumos para pagar a cosecha hoy no tienen cómo pagar los insumos atrasados menos para financiarse para la próxima cosecha. Necesitan sembrar pero no pueden pagar lo que deben de la cosecha pasada”, afirmó.
Por su parte, Silvio Montenegro, que trabaja en el sur de Santa Fe en un campo agrícola en la zona de Chabás, y otro ganadero en Cepada, se quejó de la política económica para el sector. “Soy quinta y última generación de productores agropecuarios santafesinos de Funes. Mis hijos no buscan seguir la frustración de los padres y eligieron otras profesiones. Sé que es una decisión inteligente, es doloroso para mí, pero más duele para el país”, se lamentó.
“Cada año hay 5000 productores menos que siempre son pequeños que viven en los pueblos pegados a sus campos, que además mueven la economía de su lugar, como ser mecánico, almacenero, corralón y tantas otras actividades”, relató.
Por otra parte, contó que muchos productores que se alegran por la suba de la soja no están viendo toda la película. “A nosotros la soja nos da 220 dólares, no hay diferencia con la soja de Macri de diciembre de 2019 donde nos quedaba 240 dólares. Si bien con este precio no se van a ahogar este año, indefectiblemente se van a fundir más adelante”, vaticinó.
“Si uno produce en una zona con buenos rendimientos, a pesar de la sequía, eso da una rentabilidad del 4%. Para llegar a ese número, debo trabajar mínimo 170 hectáreas, con todos los riesgos climáticos encima, para lograr un ingreso familiar de $61.000 por mes. Muchos productores tienen mucho capital, pero tienen bajo ingreso mensual”, dijo.
Con su hermano, Sergio Ramello hace años que tiene una pequeña firma agropecuaria familiar. Empezaron con 16 hectáreas propias y, con mucho trabajo, lograron comprar unas 400 hectáreas en Charata, Chaco y unas 200 en Bell Ville, Córdoba, de donde es oriundo. También cree que serán los últimos agricultores de la familia: sus tres hijos eligieron otros caminos profesionales.
Entre el despacho de camiones de maíz “para ir cubriendo los gastos de la campaña”, contó que, más allá de la suba de la soja, los insumos en los últimos tiempos se incrementaron de manera significativa.
“Los niveles de inversión para producir son altísimos. La suba de fertilizantes en los últimos meses fue del 20% al 30% en dólares, hoy mismo las semillas subieron un 5% y seguramente a fin de mes habrá otra suba del 5%. El aumento de los repuestos de la maquinaria agrícola es enorme y si son importados hay que hacer malabares para conseguirlos”, puntualizó.
En cuanto al posible impacto en la sociedad del precio de la soja, indicó que, a diferencia de otros años de buenos valores, hoy habría menos efecto y que la inversión del productor “básicamente” estará en el parque de maquinaria. “Han puesto foco en eso”, finalizó.
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