El productor Walter Malfatto, de Bragado, cuenta la realidad que vive el campo con una sequía “nunca vista” y destaca que el Estado es “socio en las ganancias”, pero no en las pérdidas
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Los días del productor Walter Malfatto, en Bragado, provincia de Buenos Aires, parecen eternos. Cada mañana, cuando se levanta la tristeza lo invade cada vez que va al campo a ver el estado de sus cultivos sembrados tiempo atrás. Mientras camina por adentro del lote, cada paso que da, el suelo resquebrajado, cruje. Tiene sembradas unas 70 hectáreas de trigo y unas 60 de cebaba, a las que antes le aplicó unos 200 kilos de urea y otros 100 kilos de arrancador (por hectárea).
“Miren lo que está quedando de este pobre trigo sembrado sobre un rastrojo de soja, al que no le llovió nunca. La tierra es una ceniza. Perdí $10 millones en fertilizantes, semillas y aplicaciones, más el tiempo, todo tirado a la basura. Acá no se va a levantar cosecha. En vez de cuatro macollos, cada planta tiene solo una espiga que solo aguantaron gracias al fertilizante que tienen sino no habría nada”, dice a LA NACION.
Según especialistas de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), esta cosecha de trigo sería la menor en los últimos 15 años y se preguntan si en la zona núcleo se va a llegar a los 20 quintales por hectárea. Tras las heladas de la semana pasada, el recorte en las proyecciones de cosecha en los cultivos invernales es de entre el 20 y 50%, el deterioro producido por este fenómeno fue tan importante que el efecto fue casi inmediato. Sin lluvias en el corto plazo, por los efectos de la sequía y las ultimas heladas, el nuevo dato es que el área triguera no cosechable de la región pasó de 130.000 a casi 200.000 hectáreas.
Con este panorama y, para no seguir amargándose y perdiendo plata, en estos últimos días tomó varias determinaciones: “Yo no quería sembrar trigo, pero otros productores conocidos me insistieron que, como ya tenía comprada la semilla, le meta para adelante pero fue un error. Ayer dí de baja el seguro para piedra que había contratado. Cuando llegué, el que me vendió la póliza me dijo que todos los productores estaban haciendo lo mismo ¿Para qué seguir pagando si no va a quedar nada?”, se lamenta.
Aunque con mucha pena, otra de las cuestiones que definió es directamente pulverizar los lotes sembrados, jugarse a que llueva para luego sembrar soja, por lo menos, para salvar algo de la inversión de los nutrientes que aplicó al suelo. “Estamos esperando que largue algo de agua el Tata Dios. Pero por ahora tampoco puedo hacer mucho, porque no hay humedad y no hay pronóstico de lluvia cerca. Tengo mis dudas que se pueda hacer algo de gruesa este año”, sostuvo.
Con 59 años, asegura que nunca vio algo semejante; tampoco su padre que tiene 86 años y vive desde siempre en un campo vecino. “Mi padre me repite una y otra vez que no se acuerda de haber visto una desolación parecida”, dice.
Pero la desazón de Malfatto se tiñe de bronca cuando ve que el Gobierno se muestra ausente al difícil momento que atraviesa el campo, según define. “Sabemos y ahora más que nunca que el campo es un negocio a la intemperie y pasan estas cosas. Igualmente, le tengo más fe al clima que al Gobierno, porque el clima en algún momento va a cambiar y va a llover, pero el Estado, que es socio en las ganancias, ahora que el campo la está pasando mal mira para otro lado, y no tiene intenciones de hacer nada por los productores. Siempre esquilmándonos con impuestos y poniendónos palos en la rueda, nunca para dar una mano”, enfatizó.
“El paro que no le hacemos los productores, se lo está haciendo la misma naturaleza y cuando quieran recaudar no van a tener nada”, añadió.
A modo de reflexión y buscando sacar algo positivo de este escenario acuciante, manifiesta: “Ojalá que, con esto que los productores estamos atravesando, la sociedad entienda cuál es la realidad del campo, la inversión que hace y que de un momento a otro lo puede perder todo. Más aun los pequeños y medianos productores que siembran y sacan sus insumos a canje: luego de estos van a quedar endeudados, lo que los va a llevar a alquilar el pedazo de campo que tienen o incluso venderlo y retirarse para siempre de la actividad. Es muy doloroso”, cerró.
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