La incertidumbre sobre el volumen que se logrará cosechar y los rumores sobre una tercera edición del dólar soja restringen el comercio; el año electoral también limita las operaciones
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La sequía, que en su raid destructivo hilvanó al trigo, al maíz y a la soja como cultivos más importantes para la Argentina, es la principal razón por la cual en la comparación interanual la comercialización de la nueva cosecha de estos productos evidencia una caída del 52%, al totalizar 18.174.700 toneladas, contra las 37.872.300 toneladas de igual momento de 2022, según se desprende del último informe sobre “compras y embarques” difundido el martes por la Secretaría de Agricultura de la Nación.
En el detalle de cada producto, la comercialización de trigo, con la recolección ya finalizada, suma 7.280.900 toneladas entre lo adquirido por la exportación y por los molinos, un 52% menos que las 15.184.200 toneladas negociadas un año atrás. El volumen resulta equivalente al 56,4% de una cosecha 2022/2023 estimada por Agricultura en 12,90 millones de toneladas. A igual fecha de 2022 se había comercializado el 68,7% de una producción calculada en 22,10 millones de toneladas.
Vale destacar que el trigo es el único producto que cuenta con estimaciones oficiales sobre las diversas variables de la campaña 2022/2023. En efecto, además de los 12,90 millones de toneladas de la cosecha, Agricultura relevó un stock inicial de 1,22 millones de toneladas, que aporta para completar una oferta total de 14,12 millones. Como demanda inelástica, la molienda no se prevé en baja, al contrario, fue proyectada en 6,50 millones de toneladas, por encima de los 6,30 millones precedentes, mientras que para semillas y otros usos se mantuvo un volumen de 900.000 toneladas. El gran ajuste se trasladó a las exportaciones, que fueron calculadas en 4,75 millones de toneladas, un 69,2% por debajo de los 15,40 millones de la temporada comercial anterior. Por último, las existencias finales fueron pronosticadas en 1,97 millones de toneladas, frente a los 1,22 millones remanentes en 2022.
“Un productor muy grande de la zona núcleo, que nunca me falló un kilo de trigo, este año dejó de entregarme el grano comprometido, consecuencia de haber cosechado apenas el 48% de su expectativa y eso que siempre usa rindes de tendencia algo por debajo del promedio obtenido en los años anteriores. De cara a la gruesa, ese cliente me dijo textualmente: ‘Hasta que no entro al lote a cosechar y veo qué tengo no vendo ni maíz, ni soja y, trigo, claramente no me queda’”, contó a LA NACION Adrián Seltzer, operador de la corredora Granar SA para describir el impacto que la sequía está generando sobre la comercialización agrícola por el temor de muchos productores de no saber cuál será el resultado final de la cosecha 2022/2023, la tercera bajo la influencia de La Niña.
Respecto del maíz, que en esta campaña ofrecerá volúmenes magros en las primeras etapas de la cosecha –recién se inicia en zonas de Santa Fe y de Entre Ríos– por el fuerte golpe que la falta de humedad les asestó a los cultivos tempranos, el volumen comprado por exportadores e industriales totaliza 7.399.100 toneladas, un 51,3% menos que las 15.187.500 toneladas comercializadas a igual fecha de 2022.
En la espera de las estimaciones oficiales, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) proyectó la producción argentina de maíz en 42,50 millones de toneladas, mientras que la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) prevé 44,50 millones de toneladas, contra los 51 y los 52 millones de toneladas de la campaña anterior, según la valoración de las Bolsas, respectivamente. En función de estos datos, lo actualmente comercializado representa un 17,4 y un 16,6% de la cosecha 2022/2023 prevista, respectivamente. En cambio, lo negociado un año atrás era equivalente al 29,8 y al 29,2% de lo que las Bolsas dieron por recolectado en el ciclo 2021/2021.
Y en soja, con más de un 71% de cultivos que ya atravesó la floración, fábricas y exportadores adquirieron 3.494.700 toneladas, un 53,4% menos que un año atrás, cuando se habían asegurado 7.500.600 toneladas.
Como en el caso del maíz, sin proyecciones oficiales, el mercado se maneja con los 34,50 millones de toneladas de soja proyectados por la BCR y con los 38 millones de toneladas pronosticados por la BCBA, volúmenes inferiores a los 42,20 y a los 43,30 millones reportados para la campaña 2021/2022, respectivamente. En este caso, y siempre en función de las previsiones de las Bolsas, lo actualmente comercializado representa un 10,1 y un 9,2% de la producción esperada, respectivamente. Un año atrás se había negociado el 17,8 y el 17,3% de lo que ambas entidades dieron por recolectado.
“Además de la reticencia a vender lo que aún no se sabe a ciencia cierta si se podrá cosechar, está claro que una vez que el productor tenga los granos bajo su custodia no va a vender a menos que aparezca un incentivo como lo fueron las dos ediciones del dólar soja. Esa será una pulseada entre el productor, que tendrá pocos granos en una campaña severamente afectada por la sequía, y el Estado, que tendrá pocos dólares en una economía en estado de crisis”, anticipó Seltzer.
Mercado con distorsiones
Además de la falta de certezas propia de un contexto de sequía como el actual, las distorsiones que viene padeciendo el mercado de granos también tienen su cuota de responsabilidad en la ralentización del comercio. “El hecho de que haya o no nuevos incentivos cambiarios para vender o que se hayan pospuesto las declaraciones juradas de ventas al exterior son factores que alteran la normalidad comercial. Como animales de costumbre que somos, el productor se va amoldando a la coyuntura que lo hace protagonista y claramente ahora está esperando que haya otro dólar soja o un dólar maíz. Esto juega al momento de tomar decisiones”, explicó a LA NACION Diego de la Puente, socio de Nóvitas SA.
El analista agregó como factor de peso para la comercialización agrícola en 2023 el hecho de que se trate de un año electoral. “Mucha gente nos aclara que venderá lo mínimo e indispensable frente a la chance cierta de un cambio en el signo político del gobierno, del kirchnerismo a, eventualmente, Juntos por el Cambio que, siempre según el razonamiento de los productores, sería más amigable para el sector. Equivocado o acertado, ésta es una de las lógicas con que nos encontramos hoy en el trato con los agricultores”, aseguró.
Todo lo expuesto, desde la caída de la producción a las distorsiones del mercado y al arranque de un año electoral que mueve a muchos productores a optar por no vender, explica, según el razonamiento de De la Puente, que el mercado local muestre hechos poco usuales, “tales como un nivel de precios para el maíz temprano (posiciones marzo/abril en el Matba Rofex) casi a la par de los valores vigentes en Chicago, pese a que en la Argentina estamos lejos de los principales centros de consumo, con fletes marítimos muy caros y con otras situaciones (derechos de exportación del 12% y la fijación de volúmenes de equilibrio para limitar las exportaciones, entre otras) que no ayudan para que se esté en un nivel de precio FAS similar al vigente para un productor de Estados Unidos”. Argumentó que esos valores, que llevan la prima del grano argentino para abril de los usuales 20 dólares a más de 40, son una suerte de espejismo y reflejan un hecho concreto: “Hoy esa mercadería no está”.
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