Al no trasladar sus malos números a los valores ofrecidos para la compra de soja disponible, entre 2021 y 2022 el sector transfirió a los productores más de 1000 millones de dólares
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Para la Argentina, ser el primer exportador mundial de aceite y de harina de soja implica tener la responsabilidad de continuar abasteciendo a sus compradores a pesar de los márgenes negativos que enfrenta la industria aceitera. Por ser un hecho de la vida real, el tener márgenes negativos no habilita a la industria a dejar de abastecer a sus clientes pues de ello depende el consumo de aceites para su población y el consumo de harinas para la producción de proteínas animales. Se trata de un tema de seguridad alimentaria y de la responsabilidad que tienen los principales exportadores de alimentos. Además, si la Argentina no abastece, Brasil y EE.UU. toman rápidamente su lugar.
Los márgenes de molienda negativos en el procesamiento de soja implican una transferencia directa al precio que recibe el productor, en la medida que las aceiteras no trasladen el margen negativo bajando los valores de compras de la soja disponible. Si trasladamos el margen negativo a su equivalente en retenciones, durante 2021 las retenciones equivalentes se ubicaron en un rango del 24 al 29%.
Si incluimos el análisis de lo ocurrido en el primer semestre las retenciones equivalentes, considerando el periodo anual, se ubican en el 26% en lugar del 31% que rigen actualmente. Se trata, en rigor, de una baja equivalente al 5% en las retenciones y en términos económicos hubo una transferencia de la industria a los productores de US$608 millones, que fueron las pérdidas que tuvo la industria al tener que pagar un mayor precio por la soja.
Durante 2022 sucedió lo mismo, los márgenes negativos implicaron una transferencia al sector productor de US$480 millones. Entre 2021 y 2022 la transferencia acumulada del sector aceitero al sector productor, al tener márgenes de molienda negativos y no trasladarlos a la baja en el precio de la soja, superó los US$1000 millones.
Una mención aparte sobre el diferencial arancelario. Contrariamente a lo que muchos suponen, el diferencial no es una ventaja para la industria, sino que pone en igualdad de condiciones impositivas al exportador de poroto de soja sin planta industrial y al industrial que procesa la soja y exporta el aceite y la harina. Las retenciones impactan sobre el precio bruto de ambos productos, que tienen incluidos en su valor los mayores costos de producción, elaboración y otros impuestos internos que gravan el proceso industrial.
Es cierto que competidores como Brasil, China, la Unión Europea y Estados Unidos no aplican retenciones a las exportaciones de sus productos industrializados. Sin embargo, debemos competir con un sistema perverso de aranceles a nuestras exportaciones si queremos ingresar en sus mercados.
Por caso, China aplica un arancel a sus importaciones de aceite de soja del 9% y a las de harina, del 5%. China es el primer importador mundial de poroto de soja, con 98 millones de toneladas. Esta muy clara la política agroindustrial de China, no permiten que ingrese aceite y harina para promover la molienda interna, contrariamente a lo que sucede en la Argentina, que castiga las exportaciones de soja y de los productos elaborados.
Estados Unidos también castiga las exportaciones de aceite de soja de la Argentina aplicando un arancel de importación del 19% y en el caso del biodiésel, del 4,6%. Este es el mundo real que deben enfrentar las empresas agroexportadoras de la Argentina.
El autor es presidente de Pablo Adreani y Asociados
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