En el país avanzan prácticas de manejo y tecnologías para enfrentar esta problemática; el rol clave de la agronomía
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El manejo de malezas es uno de los principales desafíos (técnicos) de la producción agropecuaria actual. En el caso de la Argentina, representa un costo (¿o inversión?, se las dejo picando) que va de los 40 a los US$160 por hectárea por año y es alrededor del 75% de los fitosanitarios que utilizamos para proteger el rendimiento y calidad de la producción de alimentos.
Todo esto nos atormenta y hasta genera que parte de la sociedad nos señale con el dedo y opine sobre los sistemas de producción sin disponer del conocimiento necesario para llegar a conclusiones certeras y que ayuden a seguir mejorando.
Es bueno tomar un poco de perspectiva mundial para entender y valorar lo que hacemos en la Argentina. En Estados Unidos, Europa, Chile y muchos otros países, el principal método de control de malezas en barbecho es el mecánico (no están en sistemas de siembra directa), lo cual aporta una herramienta importante, pero afectando mucho la sustentabilidad de los suelos, a lo cual no se le pone números cuando se comparan sistemas.
A pesar de esto tienen problemas de malezas resistentes como nosotros y utilizan herbicidas pre-emergentes y post-emergentes de los cultivos para controlarlas, y una baja adopción de monitoreo profesional. En una reciente visita a universidades del norte de Estados Unidos durante una gira de asesores y especialistas organizada por Speedagro, nos planteaban que las tecnologías que están probando y se vienen son los cultivos de servicio, aplicaciones dirigidas (en este caso dentro de los cultivos, ya que los barbechos son mecánicos), métodos termodinámicos (laser, calor, electricidad, etc.), destructores de semilla y automatización de todo esto.
Volviendo a Argentina, el sistema de producción sigue evolucionando y apoyándose en la siembra directa para proteger los suelos, seguimos mejorando las rotaciones de cultivos (dentro de lo que nos permiten los vaivenes económicos y políticos), sumando de a poco los cultivos de servicio adaptados a cada zona con varios años de experiencia e impulsando la adopción de un monitoreo profesional y creciendo de forma exponencial en la adopción de aplicaciones dirigidas. También logrando (de forma obligada) intensificar la rotación de modos de acción de los herbicidas utilizados, tendiendo al uso de productos con más tecnología y menor impacto ambiental. Además, se vienen adoptando más tímidamente los pie de pato y empezando a probar los destructores de semilla de malezas a cosecha.
Retroceso
En muchos casos se ha vuelto al barbecho mecánico, con discos o acondicionadores de suelo (los cuales muy amablemente y con onda destruyen la vida lograda en los primeros centímetros de suelo). Esto ayuda un poco al control de malezas (en muchos casos no de forma contundente) y representa un retroceso en el cuidado del ambiente y del suelo, razón por lo cual solo se justifica en situaciones muy puntuales.
Entonces, seguimos evolucionando y ajustando nuestros sistemas de producción, siempre con los productores y asesores que avanzan primero en la adopción y adaptación de nuevas tecnologías, e impulsando a que el resto pueda ir adoptando después. Recordemos que no es sólo hacer las cosas bien tranqueras adentro (o laboratorio adentro), sino también divulgar y ayudar a que se sumen la mayor cantidad de productores y asesores. Es válido el ejemplo del impulso y divulgación de las aplicaciones dirigidas, las cuales vienen creciendo de forma exponencial los últimos años, y en 2022 van a crecer en un 50% la cantidad de pulverizadores totales equipados a nivel país.
Como ha quedado demostrado en el pasado, no hay una solución simple, desconfíen de las soluciones “mágicas”, hay un camino complejo de sumatoria y multiplicación de tecnologías de insumos y de procesos, que cada día puede ser más verde, siempre y cuando entendamos que la tecnología más importante que tenemos disponible es… la agronomía.
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