Si se mira la evolución de la siembra de maíz en la Argentina, puede apreciarse que, hasta 2010, el área se mantuvo en general por debajo de los cuatro millones de hectáreas, mientras avanzaba fuertemente el cultivo de soja. Pero a partir de entonces, y aunque el contexto político y económico era aún adverso (con retenciones del 20%), comenzó a crecer.
¿Por qué? Fundamentalmente, porque un conjunto cada vez mayor de productores, asesores profesionales, compañías semilleras, de fertilizantes y de fitosanitarios, comenzaron a estudiar la siembra tardía de maíz, que permitía arriesgarse menos a la sequía habitual de fin de diciembre y enero, sobre todo en los suelos que no almacenan mucha agua. Estudiaron el funcionamiento de distintos grupos de semillas, en distintas regiones y suelos, variando densidades, manejo de nutrientes y comportamientos sanitarios, y así fueron consiguiendo volver aptas para maíz nuevas superficies.
A fuerza de grandes inversiones de tiempo, trabajo y dinero, esas tecnologías permitieron diversificar las fechas de siembra y lograr una mayor estabilidad de los rendimientos.
La superficie maicera argentina comenzó a crecer y tuvo un gran incentivo en 2016, con la eliminación de los derechos de exportación y de las restricciones al comercio exterior. Para la campaña 2018/19, el país alcanzó el récord de 6,5 millones de hectáreas y 52,3 millones de toneladas de maíz. En la siguiente, por primera vez en 20 años, la producción de maíz superó a la de soja.
Así, junto con los avances en genética y biotecnología, el área maicera logró duplicarse en la última década, y la producción más que se triplicó. Será interesante asistir, de modo virtual, al 6to. Congreso de Maíz Tardío, los próximos 26 y 27 de octubre, para escuchar a los especialistas más prestigiosos del país referirse al tema.
La campaña 2021/22 promete ser de nuevo excepcional para el maíz, con márgenes superiores, pese a un escenario que se prevé climáticamente adverso. Empujan también la siembra de este cereal su impacto positivo sobre la rotación y los buenos rindes obtenidos la campaña previa, tanto en maíces tempranos como tardíos.
Las más recientes estimaciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) proyectan que la superficie de maíz para grano comercial alcanzaría un nuevo récord de 7,1 millones de hectáreas (unas 500 mil más que en 2020/21), que, sumadas a las de maíz para forraje, totalizarían 8,8 millones. Así, la BCBA estima que la cadena maicera ingresará US$ 8681 millones al país por exportaciones, contabilizando solo hasta la primera transformación.
Pero, para seguir invirtiendo, generando puestos de trabajo, conquistando mercados y aportando al desarrollo nacional, se necesita un marco de previsibilidad. Las intervenciones arbitrarias en el comercio exterior generan pérdida de confianza en los mercados de destino, además de impactar en los ingresos, puestos de trabajo e inversiones.
En lo ambiental, se ha dado marcha atrás con la política de desarrollo de biocombustibles, que contribuyó a reducir la necesidad de combustibles fósiles, a cumplir los compromisos ambientales internacionales firmados, y a reducir la salida de divisas para importar combustibles.
Es indispensable trabajar sobre la competitividad de las industrias transformadoras de maíz. Los problemas macroeconómicos, particularmente el alto nivel de inflación, la altísima presión tributaria y el sistema de precios máximos, afectan severamente a los productores agropecuarios y a la agroindustria en su conjunto.
En el plano internacional, las exigencias en materia sanitaria y de sostenibilidad ambiental son cada vez mayores para acceder a mercados. La Argentina puede tener el liderazgo en esta materia, por su temprana adopción de siembra directa y más recientes iniciativas como el Programa Argentino de Carbono Neutro, de las Bolsas de Cereales y Comercio, del cual Maizar es socio adherente.
Con el Centro de Exportadores de Cereales y el Grupo de Productores del Sur (GPS), Maizar trabaja por el posicionamiento de nuestra agroindustria en el mundo, y colabora con la Alianza Internacional de Maíz, Maizall, que, otras cosas, comunica sobre la sostenibilidad de los sistemas modernos de producción, con la biotecnología como herramienta fundamental, ante la FAO, la OMC o la Comisión Europea.
Todo esto debe ser acompañado desde el Estado. Con reglas de juego estables, que fomenten y acompañen, o, al menos, que no den marcha atrás con los logros ambientales o amenacen lo logrado.
El autor es presidente de Maizar
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