Ensayos realizados durante ocho campañas demostraron que se logró un 22% más de rinde que los testigos sin fertilizar; recomiendan ajustar el diagnóstico y aplicación a cada zona en particular
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Los maíces sembrados en fechas tardías tienen un excelente potencial de rendimiento. En Río Cuarto, Córdoba, hemos alcanzado alrededor de 16.000 kg por hectárea en ensayos de rendimiento potencial para siembra a inicios de diciembre. Además, tienen mayor probabilidad de tener un balance hídrico más positivo durante el período crítico para la definición del rendimiento que en siembra temprana. Por ello, lograr altos rendimientos depende fuertemente de nutrir al cultivo de manera adecuada.
Vamos viendo cómo la baja reposición de nutrientes, sobre todo en aquellos sitios donde el uso agrícola data de más tiempo, ha llevado a un empobrecimiento de las cantidades presentes en el suelo. En consecuencia, se incrementa la respuesta al agregado de estos nutrientes.
En los últimos años, se empezaron a ver respuestas positivas en rendimiento a la aplicación de macro y micronutrientes que anteriormente no había. Los importantes son fósforo, azufre, zinc y nitrógeno. Además, los análisis de suelo de la región sur de Córdoba mostraron con más frecuencia niveles bajos de calcio, magnesio y boro. Esto hace necesario pensar en estrategias de fertilización cada vez más complejas, que incorporen de manera balanceada un mayor número de nutrientes.
En una experiencia que llevamos adelante desde hace ocho campañas, se ve cómo la estrategia de nutrición más completa y balanceada generó un incremento del 22% del rendimiento sobre el del testigo sin fertilizar, mientras que mantener la estrategia del productor solo lo aumentó un 7%. Esta diferencia no sólo se explica por la mayor cantidad de nutrientes aplicados en la estrategia balanceada, sino por sus efectos positivos sobre la estructura y la biología del suelo a lo largo del tiempo.
Un punto muy importante es que los nutrientes estén disponibles para la planta en el momento en que los necesita. El fósforo y el zinc se incorporan a la siembra y su diagnóstico de uso depende exclusivamente de los niveles que haya en el suelo, independientemente del rendimiento objetivo. Es decir, si el nivel está por debajo del umbral, hay alta probabilidad de respuesta a su aplicación.
En nitrógeno, la cantidad a aplicar dependerá del rendimiento que el productor evalúa alcanzar. En la mayoría de los esquemas de producción, se aplican dosis inferiores a las requeridas. En gran parte de la región sur de Córdoba es frecuente ver lotes de maíz que, aun aplicados con nitrógeno, presentan síntomas de deficiencia, sobre todo en estadios avanzados. Por esto, es necesario adoptar modelos de diagnóstico adecuados y tener en cuenta la interacción con otras prácticas, como, por ejemplo, la densidad de siembra. Otro aspecto importante es el momento de aplicación: como este nutriente tiene alta movilidad en el suelo y puede perderse, se recomienda aplicarlo lo más próximo posible al momento en que la planta lo consume a altas tasas, es decir, desde el estadio de 6 hojas desplegadas en adelante.
Por otro lado, estamos comenzando a ver niveles de boro por debajo del umbral, por lo que es necesario empezar a ajustar modelos de diagnóstico para aplicarlo, considerando que tiene alta movilidad en el suelo y, en cantidades elevadas, puede ser fitotóxico. Hasta el momento, la mejor forma de aplicarlo es de manera foliar en estadios de 8 hojas, siendo esencial para la formación y fijación de granos.
Fósforo y nitrógeno
Como se mencionó, estamos observando análisis que muestran bajos niveles de las bases de suelo, principalmente calcio y magnesio, y respuestas en el rendimiento a la aplicación de magnesio en suelos deficitarios. Además, se observó una mejora importante en el uso (sinergia) de otros nutrientes, como fósforo y nitrógeno.
En síntesis, los maíces tardíos tienen un excelente potencial de rendimiento, pero es necesario ajustar la nutrición mediante diagnóstico y utilización de modelos adecuados para cada zona. Esto no solo mejora el rendimiento, sino además la eficiencia de uso de varios nutrientes, y genera a lo largo del tiempo cambios positivos al incrementar no solo la fertilidad química, sino la biología y física de los suelos.
La autora es docente e Investigadora de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Nacional de Río Cuarto
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