Cuando los cambios que se realizan no se perciben como reales, cuando se ve que las acciones prometidas no se materializan inmediatamente, cuando en reuniones se dicen algunas cosas y después se declaran otras, evidentemente lo que allí se ve es que la confianza está quebrada, o está rota.
Eso, por más que se hagan esfuerzos para cambiarlo, está latente. No hay confianza entre los distintos actores de la cadena agroindustrial -obviamente, y más aún entre los productores agropecuarios en primer lugar- y el Gobierno.
Hubo cambios pero los “temas y problemas” sin solución continúan. Durante meses se mantuvo un “status quo” en medidas y proyectos de ley que nunca llegaron a buen puerto y, “casualmente” después de unas PASO con resultados adversos a la actual administración, aparecieron “listos” para mandar al Congreso. La Argentina y sus ciudadanos, creo no equivocarme, están y estamos cansados de este tipo de conductas, actitudes y, por sobre todo, de no tener resultados que hagan ver que “hay un futuro mejor”.
La falta de visión y de cercanía con los problemas de la gente -cuando hablo de gente también hablo de los integrantes de los distintos segmentos de la agroindustria- hacen que se sigan cometiendo errores. Ya todos sabemos y escuchamos decir que el agro es el motor de la economía del país, que la Argentina es un país agroexportador, que podemos alimentar a más de 800 millones de personas en el mundo con lo que podemos producir, etc, etc.
¿Y? ¿Qué hacemos? ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué se está haciendo? ¿Hacia dónde va la Argentina como visión estratégica de país? ¿A quién/es les vamos a vender lo que producimos y para qué o de qué manera? ¿Qué está pasando en el Mercosur, además de acordar bajar hace un par de días un 10% el arancel externo común para “descomprimir la tensión entre sus socios”? ¿Qué pasa con los acuerdos con el resto del mundo y otros bloques? ¿Quién le cuenta esto a los ciudadanos para que todo el mundo entienda la importancia que tienen las exportaciones para el presente y el futuro del país? No hay país del mundo que limite, cierre o ponga cepo a las exportaciones.
O, mejor dicho si hay alguno, pero no son los ejemplos que la Argentina debería seguir o imitar. En cualquier escuela del mundo -de países desarrollados o no- se le dice a los alumnos desde los primeros grados que para que su país crezca se debe exportar lo que se produce.
Los países que quieren ver a su gente progresar, avanzar, crecer, producen sin trabas del Estado, de ninguna índole, y si por alguna razón esas trabas existieran, se les debe explicar a todos -no solo a algunos- los ciudadanos por qué se toman esas medidas y sus consecuencias, buenas o malas.
Hoy se anuncia que se cerraron las exportaciones de maíz -el mensaje dice que el Gobierno “limita las exportaciones de maíz de la campaña 2020/21 luego de completarse el saldo exportable de 38,5 millones de toneladas fijadas…-”.
Se podrán dar las explicaciones que sean, pero ¿para qué siempre buscamos restringir en vez de expandir? ¿Por qué, en vez de buscar que el mundo pueda comprar todo lo que podemos hacer, siempre vemos a la restricción como una herramienta de control? Cuando lo que hay que hacer es justamente dar herramientas de financiación, crecimiento, nuevos mercados, para seguir creciendo y entrar cada vez más y mejor al mundo.
La pregunta es por qué se está yendo para ahí. Nunca los argumentos convencen y son creíbles. Ya perdimos de exportar en más de tres meses de exportaciones de carne parcialmente cerradas más de US$1200 millones.
En este caso del maíz, estimando incluso la producción que entrará más allá del verano, habrá casi 15 millones de toneladas para poder exportar cubriendo todas las necesidades del país. Tomando un precio promedio estimado de maíz, a unos meses podrían ingresar al país casi US$3600 millones. Son ingresos necesarios.
Es claro que el camino de las restricciones no es el adecuado. Y, sinceramente y lamentablemente, aburre estar hablando de lo mismo y de los mismos errores durante tanto tiempo, cuando el mundo va en otra dirección. Ojalá lo vean los que conducen los destinos de nuestro querido país en este tiempo. Difícil, pero…
El autor es director general de CONFIagro. Fue ministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires (2015-2019)
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