El biogás y el bioetanol integran la gran plataforma fotosintética que tiene el país para descarbonizar la economía
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Estimado lector: imagínese conduciendo su auto por las sierras de Córdoba con bioetanol producido en Villa Maria; imagínese calefaccionando una casa en Balcarce con biometano producido a partir de residuos de la industrialización de la papa; imagínese en cualquier lugar de la Pampa Húmeda iluminado y conectado con electricidad hecha a partir de biogás fabricado de residuos urbanos, estiércol de cerdos y silaje de maíz. ¡Todo esto es posible!
La Argentina es una gran plataforma fotosintética. El clima y el suelo nos permiten una ventaja competitiva fantástica para producir granos, con los que ya jugamos en primera. Pero también nos permitirían diversificar la matriz energética, siendo menos dependientes de importaciones y, sobre todo, descarbonizando la matriz energética.
Tanto los biocombustibles como el biogás son alternativas con tecnologías superprobadas y confiables que nuestro país debería desarrollar más. Su historia en la Argentina es corta y poco feliz. En 2013, había cinco plantas de bioetanol de maíz flamantes, éramos líderes en esta tecnología en la región, y en Brasil había solo dos. Nueve años después, seguimos teniendo cinco plantas, mientras que en Brasil ya superan las quince, y son de mucho mayor dimensión. Pero cabe analizar el potencial de cada una.
Bioetanol: en países como Brasil, el corte de bioetanol llega al E27,5 (27,5% de bioetanol en la mezcla con nafta) y hay surtidores donde se expende E100 (puro bioetanol). En la Argentina, tenemos el E12.
Este año, la industria del bioetanol de maíz, que aporta más del 50% de la oferta total de bioetanol, utilizará apenas 1,3 millones de toneladas del cereal, mientras que se exportarán como granos 35 millones de toneladas. Un dato que permite graficar más este potencial de crecimiento y el impacto que tendría en las comunidades de Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba: cada punto porcentual de aumento del corte en las naftas implica la construcción de una destilería que muela 230.000 toneladas de maíz al año y genere más de 100 empleos calificados y 400 empleos indirectos.
La burlanda, que es un subproducto del proceso, permite la radicación de clusters de engorde de ganado a corral en la periferia de las plantas; si sale húmeda, genera una reducción importante de la huella de carbono. Todos ganan.
Biogás: es una tecnología ideal desde el punto de vista ambiental. Sirve para transformar pasivos ambientales en activos energéticos. No consume energía ni agua. Puede producirse biogás para hacer electricidad y calor, purificarlo para convertirlo en biometano e inyectarlo a un gasoducto. El maíz en silaje o en grano es una buena opción para estabilizar la producción, sobre todo en épocas de precios bajos del cereal. El desecho de las plantas de biogás es un biofertilizante ideal para bajar la huella de carbono de la agricultura. En Alemania hay más de 8000 establecimientos que producen biogás. En la Argentina, actualmente, hay 20 plantas y otras 10 en construcción. Inyectado en los gasoductos, el biometano reduce la necesidad de importar barcos de GNL, o GN de Bolivia. Este año, la importación de gas ascenderá a 7000 millones de dólares. Como dicen los jóvenes: “¡Alta oportunidad!”.
Menos importaciones
Ambas tecnologías tienen un potencial de desarrollo impresionante para nuestro país, fundado en la sustitución de importaciones de energía que comprometen la balanza de divisas y, sobre todo, en la descarbonización de la matriz energética, cumpliendo compromisos ambientales que nuestro país asumió.
Hay otras tecnologías para descarbonizar en los próximos años, como la electromovilidad y el hidrógeno verde, pero son más lejanas, y nuestra matriz eléctrica, principalmente fósil, está lejos de hacerlas factibles.
Si impulsamos un marco regulatorio que haga crecer el bioetanol y el biogás, generaremos trabajo genuino y calificado en el interior del país. De ese modo, además, muchos de nuestros jóvenes podrán cumplir sus sueños de desarrollo en las ciudades y pueblos que los vieron crecer.
El autor es CEO de Carbon Neutral+
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