Es un período clave para el manejo del cultivo de cara a la campaña 2024/25; hay una vacío sanitario que puede utilizarse para eliminar cualquier resto del cereal que le sirva al vector
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La presente campaña agrícola nos sorprendió iniciando febrero con la primera epidemia de achaparramiento del maíz, que abarcó, además de la región norte (NOA y NEA), ya conocida como endémica, la región agrícola central del país.
La chicharrita Dalbulus maidis, el vector de la enfermedad, se presentó en niveles jamás vistos en la Argentina. En estadios tempranos del cultivo, nos tomó por sorpresa registrar niveles de población comunes en estadios reproductivos. Altos niveles del vector, que se caracteriza por su gran movilidad y dispersión a largas distancias, se asocian a inviernos benignos, siembras tempranas y escalonadas, que permiten presencia de maíz a lo largo de todo el año.
En lotes tardíos y de segunda de algunas zonas, como el norte de Córdoba, sur de Santiago del Estero, centro de Santa Fe y Entre Ríos, la altura de las plantas, el color rojo de los bordes foliares, multiespigas y macollos excesivos indicaban un daño evidente desde temprano. En otras zonas aún se veían pocas plantas afectadas. En las siembras tempranas y de primera, solo quedaba esperar la cosecha para saber si habían sufrido un corte en el llenado de los granos. A medida que los lotes iban llegando a R4, se pudo ir evaluando si el llenado era normal o se cortaba en forma anticipada y los granos adquirían una forma dentada.
Desde 2004/05 sabíamos que el espiroplasma (Spiroplasma kunkelii), uno de los cuatro patógenos transmitidos por esta chicharrita, estaba presente en la Argentina, desde el norte del país hasta el sur de la provincia de Buenos Aires, en la localidad de Hilario Ascasubi. Todos los años se presentaba y causaba más o menos daños en la región norte, dependiendo de la campaña. La otra bacteria, el fitoplasma y el virus del rayado fino estaban también presentes desde el norte del país hasta la provincia de Buenos Aires, pero en muy baja frecuencia, apareciendo sólo de vez en cuando. Recién en 2021 supimos de la presencia del cuarto patógeno, el virus del mosaico estriado, detectado en maíces dulces para choclo en el centro de Santa Fe.
Dado que el maíz es el único hospedante del vector en el país y de, al menos, las dos bacterias y el virus del rayado fino, y que la chicharrita tiene alta movilidad en búsqueda de plantas jóvenes, el vacío sanitario durante al menos tres meses de invierno es clave para su manejo. Durante ese tiempo, no debe haber en el campo ningún maíz verde, sea guacho, cultivo para grano, para choclo, para forraje o para semilla, de modo que el vector no se pueda alimentar. Absolutamente nada de maíz en ese período permitirá reducir drásticamente las poblaciones invernantes.
Para la etapa de la siembra, la recomendación es reducir la ventana, evitando siembras escalonadas que le ofrezcan a la plaga alimento siempre joven. Mientras más tarde en la campaña se siembre el lote, las plantas estarán expuestas a poblaciones más altas de chicharritas. El incremento del tiempo de cobertura de los curasemillas respecto de los actuales, a través del incremento de dosis o el doble curado en el semillero, reducirá la ventana de mayor susceptibilidad del cultivo. También es bueno tener en cuenta que la calidad de la semilla, la buena nutrición y la sanidad de las plantas redundarán en forma directa en el comportamiento del cultivo frente a la infección. Progresivamente, se irá teniendo mayor información sobre el comportamiento de los germoplasmas ante esta enfermedad, lo que permitirá la elección del híbrido de acuerdo a la zona. Todas las recomendaciones deben combinarse: genética, vacío sanitario, curasemillas, concentración de siembra, calidad de semilla y nutrición equilibrada, de acuerdo con el ambiente.
En contraposición con el invierno excepcionalmente benigno de 2023, estas primeras heladas de mayo y junio traen esperanza de una campaña más tranquila en cuanto al achaparramiento del maíz. Además, en siembras tempranas, el impacto de la enfermedad es menor, como se observó en esta campaña.
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Los autores son investigadores del INTA