La oferta del país vecino no paran de crecer y ello obliga a planificar con mucha inteligencia los momentos para avanzar con la comercialización
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En rigor de verdad, el productor argentino se encuentra ante una campaña 2023/2024 con muchos temas a evaluar y ponderar antes de tomar decisiones. Por suerte el tema climático local no pareciera plantear problemas, toda vez que El Niño genera un escenario favorable para la cosecha gruesa (en trigo llega tarde y es otra historia).
A la hora de imaginar escenarios de precios para la gruesa, la sequía que afectó a EE.UU. durante junio seguramente plantea un balance de oferta y demanda menos promisorio para el maíz, con altas probabilidades de que las reservas del forrajero en dicha nación (termómetro clave para Chicago) no se recompongan como se esperaba un mes atrás.
En soja los tiempos son otros (llenado de grano en agosto) y allí la hipótesis de alcanzar una muy buena cosecha aún es probable. Pero, en ambos casos, la ansiada recomposición de stocks en EE.UU. por la combinación área/rindes no sería suficiente para descomprimir la plaza.
Es cierto que el reporte del USDA del 12 del actual fue muy polémico y que las críticas fueron generalizadas. Reducir los rindes de maíz proyectados en tan sólo 250 kilos por hectárea cuando los cultivos venían siendo calificados como los peores de los últimos cinco años sorprendió. Repitiendo los del año pasado (un buen año) deberían haber caído 500 kilos por hectárea. Veremos cómo continúa la historia. Como es habitual, el USDA sabe manejar los “tiempos del mercado”.
Luego, es importante prestar atención a la “pesadilla” de Brasil. Nuestros vecinos no paran de crecer (lo vimos y lo palpamos en nuestras tres visitas a Mato Grosso y a Brasilia en los últimos cuatro años) y ante ello hay que estar muy atentos, toda vez que el crecimiento productivo allí (soja y maíz de segunda) supera las mejoras en infraestructura. La capacidad de almacenaje resulta insuficiente y ello deriva en una fuerte presión estacional de ventas en plena cosecha (soja en enero/marzo y maíz de safrinha, en julio/agosto). Así, el “boom” de Brasil nos obliga a planificar con mucha inteligencia el “timming” de nuestra comercialización de ahora en más. Temazo que no todos saben ponderar adecuadamente.
Mientras tanto, algunas sugerencias para el ciclo 2023/2024. En trigo, y teniendo en cuenta que la cosecha continúa ajustándose negativamente y considerando la alta probabilidad que el intervencionismo del Gobierno ceda, es sumamente recomendable evitar comercializar en plena cosecha (diciembre) e intentar beneficiarse del “efecto Mercosur” que se verifica cuando se agota el excedente exportable extra-Mercosur y se manifiesta nuestra ventaja arancelaria en Brasil.
En el caso del maíz, quienes opten por la variante de maíz tardío deben agotar los medios para “preciar” la mercadería antes de junio. Así, evitar el impacto de la oferta brasileña.
En soja, monitorear el avance de la producción en Estados Unidos y la proyección de sus reservas es la clave, al tiempo que se debe presta atención a la “pesadilla brasileña” y a sus tiempos comerciales. En ese sentido, recordar el derrumbe de las cotizaciones desde febrero a la fecha generado por nuestros vecinos. También se debe tener en cuenta que para ponerle precio a la soja 2024 tenemos aproximadamente 15 meses por delante.
El autor es presidente de Nóvitas SA
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