Entre las razones que alientan mejores expectativas se destacan el fin de La Niña, con la consecuente chance de más lluvias, y una mejora en la relación insumo/producto
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Luego del desastre productivo de la actual temporada 2022/2023 (claramente para el olvido), es tiempo de proyectar hacia adelante con una mirada más optimista. Y si bien ello resulta harto complicado, en virtud de la situación por la que está atravesando el país y también el sector, la resiliencia siempre resultó ser una virtud del hombre de campo.
Básicamente existen dos grandes variables que mejoran sensiblemente respecto del ciclo anterior. La primera tiene que ver con el clima. Desde este punto de vista, la gran mayoría de los climatólogos prevé el pasaje de un año Niña a uno Niño, lo cual generaría un cambio en las precipitaciones previstas para este año y el próximo. Por supuesto, resulta más difícil saber cuándo.
En este sentido, las preocupaciones vienen del lado de la cosecha fina, donde los tiempos no son justamente muy holgados. Y si bien las intenciones de sembrar trigo o cebada son importantes, sin lluvias adecuadas en las próximas dos semanas la situación se complica. Máxime, partiendo de la base de que los perfiles de humedad del suelo están prácticamente sin reservas, lo que amerita que los volúmenes precipitados resulten mayores a los habituales.
“Nosotros estamos pensando ya en pasar directamente a la gruesa”, era el comentario de un productor de la zona núcleo. A lo que agregaba: “No podemos arriesgarnos a sembrar y que las lluvias se dilaten en el tiempo”.
Con cierta resignación se van preparando para iniciar un ciclo 2023/2024 sin siembra de trigo, situación clave teniendo en cuenta la altísima necesidad de contar con recursos financieros a fines de año.
La segunda variable está vinculada a la mejora en las relaciones insumo/producto. Claramente el ser humano es un animal de costumbre y, en ese sentido, la influencia de la invasión de Rusia a Ucrania también fue buscando su derrotero hacia la normalidad. Simplemente nos acostumbramos a ello y la sobre reacción que tuvimos, tanto en los precios de los granos como así también de muchos insumos (léase fertilizantes), fue encontrando su cauce conforme el tiempo pasaba.
No obstante, en algunos casos, los valores de los insumos bajaron comparativamente más que los granos. Solo para poner algún ejemplo sin estar actualizados al mínimo detalle, una tonelada de urea que el año pasado necesitaba para ser adquirida 5 toneladas de maíz, hoy solo necesita 2 toneladas. Es decir que la relación pasó de 5:1 a 2:1.
Finalmente, pero no por ello menos importante, hay un tercer factor y que tiene que ver con las elecciones presidenciales. Y si bien todavía falta y no hay un candidato que, prima facie, se haya “cortado solo” por lo menos en las encuestas, en cualquier escenario se prevé como algo positivo. Sobre todo, la gran mayoría de los productores entienden que con una cosecha normal (de ser así), la intervención en los mercados debería ser mucho menor o incluso desaparecer, dependiendo de quién resulte electo presidente.
Por todos estos motivos, y más allá de la pésima coyuntura de nuestro sector, los vientos siempre cambian y hay que estar atentos para no perder el impulso.
El autor es socio de Nóvitas SA
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