La medida, que implica una devaluación del 40% exclusivamente para la venta de la oleaginosa, mejora la relación insumo/producto para los agricultores
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La necesidad de dólares pudo más que la ideología. Es la primera vez en mucho tiempo que el Gobierno adopta una medida para beneficiar a los productores, en este caso a los que disponen de soja. El “Plan Massa”, de garantizar un dólar de $200 para aquellos productores que decidan vender su soja, es un incentivo muy grande como para dejarlo pasar. Prueba de ello es el volumen de ventas de los productores, que podría superar los 3 millones de toneladas en la primera semana de vigencia del nuevo “dólar soja”.
A fines de agosto los productores tenían en su poder soja sin vender y pendiente de fijar precio por un volumen cercano a los 27 millones de toneladas. El patrón de ventas por parte de los agricultores venía reduciéndose semana tras semana drásticamente, al punto de llegar a las 150.000 toneladas en la última semana del mes pasado. Si la industria aceitera procesa 4 millones de toneladas por mes, la matemática no falla, a ese ritmo de reposición de existencias (compras por 600.000 de toneladas al mes) las fábricas se quedaban en muy poco tiempo sin soja física para procesar. Las consecuencias, cierre de plantas al no tener la soja para procesar; caída de la producción y de las exportaciones de harina y aceite; caída en el ingreso de divisas; pérdida de ingresos por retenciones para el Estado, y reservas del Banco Central negativas. Hubiera sido imposible que el Central pudiera recomponer reservas ante este escenario que se consideraba de alta probabilidad.
De hecho, la industria aceitera venía reduciendo muy fuerte su molienda mensual, con caída en las exportaciones, principalmente de aceite de soja. Mientras tanto, Brasil aumentaba sus exportaciones de harina y de aceite, ocupando los mercados que la Argentina no podía abastecer. El sector aceitero estaba atravesando una de las peores crisis de abastecimiento por la falta de oferta de soja disponible de los productores para procesar. El Gobierno dispuso entonces utilizar la bala de plata al instrumentar un dólar diferencial para la soja de 200 pesos por dólar, con el objetivo de incentivar a los productores a que vendan su soja.
La retención y la decisión de no vender por parte de los productores se sustentaba en la posibilidad de una devaluación. Y el Gobierno optó por una medida única y muy creativa, hacer una devaluación del 40%, de aplicación únicamente para el “dólar soja”, con plazo de vencimiento al 30 de septiembre.
La reacción de los productores fue inmediata por un razonamiento muy simple y sencilla: con este nuevo dólar y vendiendo la soja a $70.000 por tonelada mejoró el poder de compra en un 40%. El mismo bien que la semana pasada, antes de implementada la medida, compraba vendiendo 100 toneladas de soja hoy el productor lo puede adquirir vendiendo 60 toneladas. En otras palabras, mejoró la relación insumo/producto en un 40%, ya sea que se utilice para la compra de fertilizantes, semillas, agroquímicos, maquinarias o para pagar un servicio.
Si el ritmo de venta de soja en las próximas tres semanas se ajustara a la mitad del volumen de la primera semana podremos llegar a fin de septiembre con un volumen de ventas totales de soja de 7,5 millones de toneladas, por una cifra equivalente a 4500 millones de dólares. Si agregamos las ventas de maíz, girasol y de otros productos, la cifra global podría llegar a superar los 5500 millones de dólares.
El autor es presidente de Pablo Adreani y Asociados
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